En el centro de la Plaza Mayor de Madrid, nos encontramos con la magnífica estatua de Felipe III. No fue este su emplazamiento original y desde que fue creada ha sufrido muchas aventuras y avatares.
La estatua ecuestre de Felipe III fue realizada en Florencia por las manos de Juan de Bolonia que hizo el vaciado en bronce y por Pedro Tacca que realizó los remates por encargo del gran Duque de Florencia, Cosme de Médicis, que la ofreció como regalo al rey español.
La estatua ecuestre de Felipe III fue realizada en Florencia por las manos de Juan de Bolonia que hizo el vaciado en bronce y por Pedro Tacca que realizó los remates por encargo del gran Duque de Florencia, Cosme de Médicis, que la ofreció como regalo al rey español.
(Felipe III de Austria (o Habsburgo) (Madrid, 14 de abril de 1578 — ibid. 31 de marzo de 1621), llamado El Piadoso, rey de España y Portugal desde el 13 de septiembre de 1598 hasta su muerte)
Para su realización, los maestros contaron como modelo un retrato del rey realizado por Pantoja de la Cruz. La obra finalizada tenía un peso superior a las cinco toneladas y media y se transportó no sin ciertas dificultades hasta Madrid.
Fue entregada a Gómez de Mora, como arquitecto Mayor de Palacio, y en un primer momento se la depositó en el jardín del Alcázar hasta enero de 1617, cuando se instaló delante del palacete de la Casa de Campo, en los jardines de El Reservado y allí permaneció para el disfrute de los monarcas sucesivos algunas centurias hasta el 22 de marzo de 1848, en que a propuesta de Ramón Mesonero Romanos (por aquel entonces concejal de la Villa), Isabel II mandó trasladarla al centro de la emblemática Plaza Mayor de Madrid, pues esta plaza había perdido los usos que se le dieron anteriormente como plaza de toros o lugar para la realización de Autos de fe y se le quiso dar otro aspecto colocando la estatua de Felipe III y ajardinando sus alrededores.
(Bajo su reinado la Monarquía Hispánica alcanzó su mayor hegemonía imperial y mayor expansión territorial, consecuencia denominada como Pax Hispanica. Aunque el imperio llegaría a alcanzar su cénit durante el reinado de Carlos IV, en torno al año 1790)
Al mismo tiempo se la elevó sobre un alto pedestal de piedra; el trabajo de los bajorrelieves, escudos y lápida fue un encargo municipal al escultor Sabino de Medina y la leyenda de la lápida no se aprobará hasta enero de 1849. finalmente reza la siguiente inscripción :
«La reina doña Isabel II, a solicitud del Ayuntamiento de Madrid, mandó colocar en este sitio la estatua del señor rey don Felipe III, hijo de esta villa, que restituyó a ella la corte en 1606, y en 1619 hizo construir esta Plaza Mayor. Año de 1848».
Y es que efectivamente fue este monarca el que mandó finalizar la Plaza Mayor de Madrid a Juan Gómez de Mora, quién concluirá la plaza en 1619. qué mejor lugar para albergar su inmortalizada figura.
(Aficionado al teatro, a la pintura y, sobre todo, a la caza, delegó los asuntos de gobierno en manos de su valido, el duque de Lerma, el cual, a su vez, delegó en su valido personal Rodrigo Calderón; por influencia del duque, la corte española se trasladó temporalmente a Valladolid (1601), volviendo luego a Madrid (1606). Murió en Madrid, el 31 de marzo de 1621, a causa de fiebres y erisipela)
La impresionante escultura representa al Rey Felipe III con la cabeza descubierta, vestido con media armadura (sólo con una coraza decorada). En el pecho cuelga el collar con la Orden del Toisón de Oro y lleva en la mano derecha el bastón de mando o bengala de General, que descansa sobre la cintura, y con la izquierda sujeta las riendas del caballo de la misma forma que sujeta las riendas del estado. El caballo presenta la pata delantera izquierda levantada, dando así movilidad a la figura. En la cincha aparece la firma del escultor:
"PETRVS TACCA F. FLORENTIAE 1614".
La escultura desde entonces y hasta hoy forma parte inseparable de esta plaza de Madrid y allí ha permanecido salvo por algunos breves periodos de tiempo, con mayor o menor fortuna como ahora veremos.
Fue en 1873, cuando proclamada la República, se la trasladó a un almacén para ocultarla del público, pues parece que este elemento representante de la Monarquía no era ya del agrado de los vecinos y para prevenir posibles desperfectos o ser causa de resquemores se prefirió darle un destino menos notorio. Y allí permaneció hasta que de nuevo se restauró la monarquía con Alfonso XII.
Pero no duraría mucho su excarcelación porque en 1931 se proclamó la Segunda República y esta vez los manifestantes antimonárquicos hicieron fácil presa con ella destrozándola sin pudor.
(En 1580, tras haber trasladado la corte a Madrid en 1561, Felipe II encargó el proyecto de remodelación de la plaza a Juan de Herrera, comenzándose el derribo de las «casas de manzanas» de la antigua plaza ese mismo año. La construcción del primer edificio de la nueva plaza, la Casa de la Panadería, comenzaría en 1590 a cargo de Diego Sillero, en el solar de la antigua lonja. En 1617, Felipe III, encargó la finalización de las obras a Juan Gómez de Mora, quién concluirá la plaza en 1619. Pincha sobre la imagen y la verás ampliada)
Sería posteriormente restaurada por el escultor Juan Cristóbal que la dejó como la conocemos hoy en día, pero no terminarían aquí sus aventuras pues al estallar la Guerra Civil Española, las autoridades republicanas optaron por protegerla mediante una gran obra de ingeniería para resguardarla de los bombardeos o los combates.
En mayo de 1970, y por las obras del aparcamiento subterráneo de la Plaza, se trasladó de nuevo la estatua al Parque de El Retiro, al jardín de las Estufas, hasta junio de 1971, fecha en la que vuelve a su primitiva ubicación.
Finalizó la guerra y desde entonces sigue allí, en mitad de la Plaza Mayor, presidiendo el ajetreado ir y venir de los madrileños y siendo un destacado punto de encuentro debido a su estratégica situación.
Curiosidades:
» Lo que casi nadie sabe es que aquella estatua ha sido un cementerio de pajarillos durante siglos. El caballo de Felipe III, hueco por dentro tiene la boca como única apertura al exterior y durante cientos de años se estuvo tragando a las incautas avecillas que curiosas se introducían sin poder volver a salir dada la estrechez de la salida y la largura del cuello, lo que les impedía tanto el vuelo como caminar hacia su salvación.
» Durante cientos de años se desconoció la existencia de semejante trampa mortal para gorriones. Fue en 1931, cuando al proclamarse la II República, el asentamiento antimonárquico se desató en celebraciones. El fervor patriótico llegó a tal magnitud que algunos "vándalos" empezaron a desfigurar la estatua. Un militante de izquierdas lanzó un petardo de gran potencia, por el interior de la boca del caballo, para hacer la "gracia" claro. El resultado fue que el vientre del caballo explotó y para sorpresa de todos, empezaron a llover pequeños huesecillos de pájaro, desvelando así el profundo secreto del "Cementerio de Gorriones".
» El escultor Juan Cristóbal fue el encargado de su restauración, tras la Guerra Civil Española. Y parece que se centró únicamente en cerrarle la boca, y la panza, porque si nos fijamos con detenimiento, en el labio inferior quedan huellas de metralla.
» La moda de jurar fidelidad eterna a la pareja colgando un candado en la calle y deshaciéndose de las llaves ha llegado a la Plaza Mayor de Madrid. La reja que proteje a la escultura se está empezando a llenar de los mencionados candados del amor para disgusto de autoridades municipales y reponsables de limpieza y para regocijo de ferreteros.
Bibliografía:
GIVELLO, Julián, "Restauración de la escultura de Felipe III", número 43 de la Revista Diseño de la Ciudad. Madrid, abril 2004
Gracias también a http://www.memoriademadrid.es/
GIVELLO, Julián, "Restauración de la escultura de Felipe III", número 43 de la Revista Diseño de la Ciudad. Madrid, abril 2004
Gracias también a http://www.memoriademadrid.es/
Desde luego la estatua se ha movido a lo largo de los siglos y no precisamente por la viveza de su caballo... De todos modos no me quiero imaginar las vueltas que habrá dado la otra estatua ecuestre de Tacca, la de Felipe IV. Quizás sería bueno hacer otra entrada sobre este tema (es sólo una sugerencia).
ResponderEliminarY mira que los pajarrillos son curiosos. A quién les manda a ellos meterse donde no les llaman. Menuda sorpresa la de los republicanos que tiraron los petardos. Pensarían que habían saltado por los aires los huesos del caballo de Felipe III. Una venganza de la monarquía, sin duda, jejeje.
Saludos
Qué barbaridad, y pensar que nos escandalizaba la actitud de los talibanes con los budas de piedra. No hace falta llevar turbante para ser taliban, por lo que veo.
ResponderEliminarPero me ha parecido muy triste lo de los pobres pajarillos. Menos mal que despues de saberse se encontró el modo de que no vuelvan a quedar atrapados.
Feliz domingo, monsieur
bisous
Entretenida entrada sobre la estatua de Felipe III, llena de curiosidades y espero que el fervor republicano si se desata otra vez, como cualquier otra clase de fervor, no la emprenda con las obras de arte aunque representen al antagónico.
ResponderEliminarMajestuosa estatua de la que podemos disfrutar los madrileños en la Plaza mayor, aunque la más importante de que dispone la Villa y Corte es la de Felipe IV de la Plaza de Oriente,llamada de los tres genios (realizada por Pietro Tacca en Florencia, basada en un cuadro de Diego Velázquez (actualmente en la Galería de los Uffici) y cálculo estructural sobre emplazamiento del centro de gravedad por Galileo Galilei)...otras estatuas en otros lugares sufrieron el fervor de otros movimientos revolucionarios como la de Carlos II en Mesina (Risorgimento) o la de Felipe V en Nápoles (conquista austríaca durante la Guerra de Sucesión)...una pena que se mezclen churras con merinas en estos casos.
ResponderEliminarExcelente entrada, un saludo.
Hace un momento he oído la noticia de los candados en la reja del monumento; lo que no sabía es los de los gorriones, pobrecillos, muertos en el centro de una plaza donde también murió ahorcado don Rodrigo Calderón, “el valido” del valido, que corrió pero suerte que éste, el duque de Lerma. Un abrazo Pedro.
ResponderEliminarSabía lo de los gorriones, ignoraba lo de los tórtolos y sus candados y me enoja lo de los pardillos con sus petardos, ya sean de menor o mayor embergadura. Menudo "trote" ha tenido el caballito.
ResponderEliminarinteresante la historia y las vicisitudes de la estatua de Felipe III, siempre atacada en períodos repulbicanos. La anécdota del cementerio de gorrione y oro pajarillos no tienen despedicio. Un abrazo, Pedro.
ResponderEliminar@Carmen, voy a hacer caso de su sugerencia e iré preparando una entrada sobre la magnífica estatua de Felipe IV, a la que por cierto el otro día saqué unas fotos mientras paseaba por las inmediaciones del Palacio Real.
ResponderEliminarEn cuanto a los republicanos, bien les estuvo empleado, no por republicanos sino por vándalos.
Un abrazo Carmen.
@Madame, lamentablemente talibanes hay y habrá en todas las épocas, ya me dirá usted qué culpa tenía la estatua de la Plaza Mayor. Y es que muchas veces se confunden churras con merinas y no se respetan las obras de arte. Cuántas han desaparecido por cambios de gobierno, de régimen, de jurisdicción territorial, por guerras, por invasiones...todavía me maravillo de que conservemos todo lo que conservamos.
ResponderEliminarUn abrazo y como siempre gracias por su visita.
@Jose Eduardo, completamente de acuerdo con usted, y le pongo como ejemplo la actual polémica que ha habido sobre el Valle de los Caidos, independientemente de quién lo construyó ¿no debería respetarse como obra monumental que es hoy en día?. De otro modo habría que derribar las pirámides aztecas por los sacrificios que se hicieron en sus cimas, derribar las estatuas de los conquistadores por sus métodos de conquista y eliminar todo monumento que no comulgara cuando se contruyó con las ideas actuales.
ResponderEliminarEspero que nunca veamos los pensamientos talibanes primar sobre la razón.
@Carolus, como ya le he comentado a Carmen y debido al interés que suscita la estatua de Felipe IV, iré preparando alguna entrada en el blog. Muchas gracias por tus comentarios, me interesa especialmente el que has hecho sobre la estatua de Carlos II en Mesina. Siguiendo la idea de Carmen, le propongo haga una entrada sobre esa estatua de la cual no tenía noticia alguna, seguro que nos sorprende.
ResponderEliminarUn abrazo :-))
@desdelaterraza : Pues ya ve usted, lo que son las cosas, si no llega a ser por el petardo de aquel vándalo lo mismo hoy en día seguimos sin saber que la estatua en realidad es un cementerio de gorriones, así que no hay mal que por bien no venga, aunque en este caso fue a costa de cargarse una obra de arte.
ResponderEliminarEn cuanto a lo de los candados, no lo veo ni bien ni mal mientras se sigan poniendo en la reja protectora, lo malo es que esto se salga de madre y empiecen a aparecer candados en sitios menos inofensivos.
Un abrazo y gracias por su visita.
@Sareo, si lo cierto es que la historia es curiosa, cuántas generaciones de madrileños han contemplado la estatua sin saber tan truculenta historia ¿verdad?. Lo de los candados es una moda que se está extendiendo por toda Europa, cuando estuve en Florencia ya había unos cuantos sobre los puentes que cruzan el Arno. Lo mismo en los puentes sevillanos que cruzan el Guadalquivir.... veremos como acaba esto.
ResponderEliminarUn saludo y gracias por tu comentario y tu visita.
@Paco, ya ve lo que son las cosas, al menos los gorriones tuvieron como destino final una obra de arte. Lástima que su descanso no fuera eterno y salieran sus pobres restos pulverizados por toda la Plaza Mayor, menudo espectáculo debió ser aquello.
ResponderEliminarUn saludo, amigo.
Pobre estatua...
ResponderEliminarEn Venezuela hay dos imágenes religiosas que le ha sucedido algo similar. El Nazareno de San Pablo, una imagen que recuerda mucho al Cristo del Gran Poder, que fue el primer sin hogar de Caracas, cuando derribaron la iglesia de San Pablo ermitaño (De allí el nombre).
La otra es la Divina Pastora. Inicialmente sería llevada Barquisimeto, pero la imagen no quiso salir de un Publo cercano (San Rosa), por lo que es pelegrinada hacia la ciudad.
Saludos
No conocía nada de este tema, muy interesante la entrada Pedro. Gracias
ResponderEliminarTodo se andará en cuanto a la estatua de Carlos II en Mesina aunque me gustaría tratar el tema para después de que dedique una serie de entradas a lla Guerra de Mesina (1674-1678) que es cuando se colocó la estatua como símbolo de la autoridad regia restaurada en la ciudad.
ResponderEliminarUn saludo.
@Manuel, gracias por los curiosos comentarios de las dos imágenes venezolanas. Me parece muy curioso que ocurra esto con esculturas religiosas en un país católico como Venezuela.
ResponderEliminarUn abrazo.
@Pedro, me alegra que te haya gustado tocayo. Gracias por tu visita.
ResponderEliminar@Carolus, pues nada, esperaremos impacientes sus nuevas entradas. Lástima que no se conserve nada de aquella estatua.
ResponderEliminarEs usted un auténtico pozo de conocimiento de Carlos II, voy a empezar a pensar que es su reencarnación :-)
Un abrazo.
Vaya, pues no me había percatado yo de que también esta romántica moda de los candados había llegado al mismísimo centro neurálgico de la Capital del Reino... Aquí los erasmus, al parecer italianos, la instauraron hace ya unos años, no sabría decirte cuántos en este momento. Aquí, el lugar elegido es, como no podía ser de otor modo, el Puente de Isabel II...
ResponderEliminarEn fin, magnífica y detalladísima entrada. Me descubro humildemente. ¡Cuántos avatares ha sufrido es fantástico bronce -que lo es sin duda a pesar de lo de los pajarillos- hasta nuestros días...! En emplazamiento, espectácular y esperemos que definitivo, creo que es, como ya has apuntado tú mismo, el óptimo...
Que tengas una serena y gozosa velada, Pedro. Recibe un fuerte abrazo.
jajaja espero no reencarnarme también en sus enfermedades ;)...sobre la estaua se encuentran los bocetos que puedes encontrar además en Internet. Aquí te dejo un pdf donde puedes verlo: http://www.seacex.es/Spanish/Publicaciones/120/18_cortes_catalogo05.pdf
ResponderEliminar@Jose, afectivamente cuando estuvimos en Sevilla, el puente de Triana estaba llenito de candados. No se de dónde viene esta tradición, creo haber leido que de una novela, no estoy seguro.
ResponderEliminarEspero como usted que el emplazamiento de este bronce sea definitivo, bastantes aventuras ha tenido ya el pobre caballo y su jinete.
Un abrazo y gracias por su visita.
@Carolus, muchas gracias por el pdf, me asombra ver una estatua ecuestre de Carlos II, no creo que el pobre hubiera podido ni montarse a caballo sin ayuda.
ResponderEliminarMuy interesante, lo leeré con calma en cuanto tenga un ratito.
Un saludo, amigo :-)
Se habran dado cuenta de la orientacion de la estatua de felipe lll y que yo siempre miro para buscar la salida de la plaza mayor porque no conozco bien madrid y te indica donde venden los mejores bocadillos de calamares.......ja! ja! ja!
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