jueves, 28 de julio de 2011

La Leyenda Negra : De la Autarquía al Europeismo

La República y la guerra civil de 1936 plantearon en toda su crudeza “el problema de España”, el debate entre los españoles respecto a la ideología que debía presidir su actuación en tanto en cuanto españoles. La derrota de la “España roja” forzó al exilio a multitud de intelectuales, muchos de ellos herederos del regeneracionismo español de la segunda mitad del siglo XIX.

(El 18 de julio de 1936 estalla la rebelión militar contra la República que marcó el inicio de una sangrienta guerra civil que dejó tras de sí un doloroso estado de represión y tristeza. El final de la guerra civil supuso la consolidación del franquismo en el poder hasta la muerte del general en 1975 y señala el inicio de la conflagración internacional que será la Segunda Guerra Mundial)

Los perdedores de la guerra dejaron sentir su visión de España en la “poesía del éxodo y el llanto”. El dolor se refleja desde la añoranza melancólica de poetas como Rafael Alberti o Luis Cernuda a la violenta requisitoria de León Felipe, que compuso una elegía titulada "El hacha", convirtiendo el hacha en la divisa hispánica que corta cuerpos y sueños, que todo lo convierte en polvo. El conflicto de la guerra civil entre las dos Españas lo había reflejado bien Antonio Machado:

Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza
entre una España que muere
y la otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.


Los ganadores de la guerra civil se sintieron monopolizadores de las esencias patrias, condenando a los derrotados a convertirse en la representación de una presunta anti-España estigmatizada, con todos los atributos más peyorativos: judíos, masones, comunistas…


(Equipo Crónica se apartó del arte informal para cultivar una pintura figurativa dentro de la tendencia Pop art. Analizaba críticamente la situación política de España y la historia del arte. Se inspiró en obras clásicas como el Guernica de Picasso o Las meninas de Velázquez. El Equipo Crónica (Rafael Solbes y Manuel Valdés) ha representado en la pintura española de los setenta y ochenta la magistral superposición de los fantasmas históricos de nuestro pasado con el presente industrial y cibernético)

En 1948, Laín Entralgo escribió su obra: "El problema de España" donde planteaba las angustias por la situación española en plena autarquía y aislamiento internacional de nuestro país.

Esta obra fue contestada por Calvo Serer con su "España sin problema", manifiesto triunfalista, testimonio de que España nada tenía que cuestionarse respecto a su historia ni debía preocuparse por el rechazo exterior. Los historiadores pronto se sumaron al debate de la significación de España. En este sentido las dos interpretaciones clásicas son las de Américo de Castro y Sánchez Albornoz. El primero, autor de "La realidad histórica de España", planteó una visión histórica en la que cristianos, moros y judíos habían sido protagonistas fundamentales. El segundo, autor de "España, un enigma histórico", consideraba a moros y judíos como simples barnizadores de la cultura cristiana.

Los años cuarenta contemplaron el gran auge de una historiografía ciertamente nacionalista. Los historiadores se centraron obsesivamente en los siglos XVI y XVII en cuanto tenían de preservación de los “males” europeos y fidelidad a las esencias hispánicas. Se exaltó el Imperio, se volvió a la religiosidad contrarreformista, se apeló al recuerdo de los Reyes Católicos, en especial Isabel, y se ensalzó la Hispanidad como proyección universal de la patria.

En los años cincuenta el fin del aislamiento internacional, el relevo de generaciones, la aceleración de determinados cambios (entrada de España en la ONU, alteraciones universitarias de 1956) se reflejó en la actitud de los historiadores: tendencia a proyectarse hacia el antes prohibido siglo XIX, interés por las minorías marginadas y replanteamiento del enfoque de la crisis del siglo XVII cuyo análisis pone de relieve el cerrojo hispánico respecto a Europa y, en consecuencia, el desenganche europeo de la monarquía española.

Los años sesenta contemplaron el auge del desarrollismo y una tímida liberalización que sirvió de cobertura para los estudios sobre el siglo XVIII en los que se exaltaba el utilitarismo de los ilustrados españoles y la oportunidad perdida por los españoles de reencontrarse con Europa, oportunidad sobre todo frustada en 1808 con la guerra de la Independencia.

(Joan Miró i Ferrà  ha sido uno de nuestros pintores más internacionales. Su simbología simple y directa es conocida hoy en todo el mundo y fue un embajador en el arte de una nueva imagen de España)

En las últimas décadas la historiografía española se ha insertado perfectamente en las líneas de investigación que se siguen hoy en Europa, si en un principio los historiadores españoles todavía se mostraron muy reticentes a abordar algunos temas de la historia española, posteriormente la nueva hornada de estudiosos, ya con caracter propio y desligados ya de la influencia de hispanistas extranjeros, se lanzan sin complejos al estudio objetivo de la historia de España abandonando definitivamente los fantasmas de la “España que pudo ser".

¿Leyenda Negra? 

Ni leyenda, en tanto en cuanto el conjunto de opiniones negativas de España tuvieran no pocos fundamentos históricos, ni negra, dado que el tono nunca fue constante ni uniforme. Abundan los grises, pero la coloración de estas opiniones estuvo siempre determinada por los colores contrapuestos de lo que aquí hemos llamado leyenda rosa.

(Valdés Leal en el siglo XVII representó magistralmente en sus cuadros la caducidad de la vida y el fatalismo de la muerte en el contexto de la crisis de la edad barroca)

A través de estas entradas se tratado de mostrar las opiniones que el tema de España ha suscitado sin entrar de manera sistemática en la posible veracidad del contenido de las acusaciones. Creemos que no  corresponde aquí profundizar sobre la certeza de los hechos ni mucho menos dedicarnos a señalar los errores cometidos por Europa para compararlos con los nuestros y hallar a los europeos más crueles e intolerantes, como tantas veces se ha hecho. Una historia de buenos y malos no tienen ninguna credibilidad.

Pese a todo, ¿quién puede sostener la infinidad de tonterías que sobre la vida de Felipe II se han escrito? Los biógrafos contemporáneos de este rey han mostrado una imagen afectiva del monarca por ejemplo a través de la edición de la correspondencia de Felipe II con sus hijos.

La derrota de la Armada Invencible ha sido reducida a sus justos límites (regresaron los dos tercios de la flota, se ha señalado la fundamental incidencia del mal tiempo…). La revuelta de los Países Bajos también se sometió a un proceso de revisión, reduciendo el papel del duque de Alba y explicando las causas económicas de los motines de los Tercios españoles.  La Inquisición también ha sido privada de la importancia que se le concedía y se ha visto que tanto el número de procesados como el uso de la tortura se seguían de igual forma en los tribunales laicos.

(El duque de Alba ha sido considerado tradicionalmente el símbolo de la represión ejercida por la monarquía española en los Países Bajos. Su gobierno dejó una estela de males seculares, sobre todo por la creación del llamado “tribunal de Tumultos” que condenó a muerte a muchas personas)

Parece hoy, por otra parte, evidente que la Leyenda Negra no puede basarse en un fanático resentimiento hacia España por parte de los países extranjeros. ¿Qué razones podemos invocar actualmente para explicar la Leyenda Negra? Hay una primera explicación lógica derivada de la propia potencia del Imperio que generaría odios y envidias. La comparación con los EE.UU ha sido vista entre otros historiadores por Maltby:

“En más de un aspecto, la posición de los Estados Unidos en el siglo XX se asemeja a la de España en el siglo XVI. Blandiendo un poderío enorme en defensa de un ideal esencialmente conservador, se encuentra comjo blanco del odio y de los celos de amigos como de enemigos. Nadie que lea los periódicos podrá dudar que las naciones del mundo están compilando una nueva Leyenda Negra, ni de que los Estados Unidos han disfrutado de un poderío mundial; como España, se han permitido llevar la autocrítica hasta el extremo; y, a la postre, su destino puede ser el mismo”. 

Por otra parte, el hecho de que fueran españoles muchos de los que difundieron la Leyenda Negra reforzó su creencia. Un ejemplo es la obra de Antonio Pérez que se mostró especialmente crítica contra España y su soberano Felipe II.

Todo ello explica la pervivencia de la opinión negativa sobre España. ¿Qué hacer? La peor respuesta (y más frecuente a lo largo de nuestra historia) ha sido el complejo de inferioridad, ya señalado por Ambrosiode Morales, en el siglo XVI cuando se lamentaba del rechazo que sentían los españoles por sus propias cosas como si fueran las más viles y apocadas del universo y que les hacía desear trajes, comidas y costumbres extranjeras. 

Lamentablemente este complejo de inferioridad continúa vigente en la actualidad, aunque, sinceramente, pensamos que cada vez menos. Pero, ¿cuántas veces hemos elegido un producto extranjero por el mero hecho de serlo pensando que es de mayor calidad?

(“¡Ya somos Europa!” se decía cuando España entró a formar parte de la Unión Europea ¿Acaso no lo hemos sido siempre? ¿Acaso Europa no se ha forjado también con la influencia de España? Realmente esta exclamación aunque se refiera a un hecho político muy concreto no hacía más que demostrarnos las dudas y temores respecto a nuestra identidad)

Pensemos que el análisis histórico nos obliga a una revisión constante de los tópicos y a cierta prudencia en las generalizaciones. Revisemos las etiquetas que pesan sobre los diversos pueblos y veremos que no podemos estar de acuerdo  si actuamos con rigor.

En definitiva, la historia no sirve para descalificar, aunque tampoco para legitimar gratuitamente. Pero sí nos sirve para aprender a evitar errores pasados. Lo que no es poco.


«««««« Fin de la serie »»»»»»


Fuentes :

García Cárcel, Ricardo; Mateo Bretos, Lourdes (1990). “La leyenda negra”. Madrid: Altamira.
Alvar, Alfredo (1997). “La leyenda negra”. Madrid: Akal.
Molina Martínez, Miguel (1991). “La leyenda negra”. Madrid: Nerea.
Pérez, Joseph (2009). “La leyenda negra”. Gadir.


miércoles, 20 de julio de 2011

La Leyenda Negra : Del Romanticismo a la disolución del Imperio Colonial

El romanticismo español en el siglo XIX planteó de forma similar a la postura adoptada por los románticos europeos el hecho excepcional de España. El folklorismo tópico y típico dio lugar a páginas de inspirada creación literaria. Los temas históricos atrajeron la atención de estos escritores desde el Duque de Rivas con sus "Romances históricos" a Zorrilla con el "Don Juan".

La “españolada”, como la denominó Francisco Ayala, arraigó con rapidez entre los literatos españoles. El siglo XVIII había promocionado las formas de vida populares (modos de vestir, de hablar, de cantar, de bailar, de divertirse) que ejercieron gran atracción sobre la sociedad entera. El “majismo” popularista se dejó ver en la literatura de la época. Los sainetes de don Ramón de la Cruz contribuyeron a este rearme casticista.

Este movimiento encontraría su momento más propicio en la Guerra de la Independencia contra los franceses. El patriotismo popular se desbordó el 2 de mayo de 1808, un patriotismo que representaba lo más rancio y cerrado de lo tradicional, opuesto a cualquier medida reformista.

(Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón, 5 de enero de 1744 – Puerto de Vega, Navia, 27 de noviembre de 1811) fue un escritor, jurista y político ilustrado español. Sintonizó como pocos con los problemas más relevantes y acuciantes de España, como el aislamiento y el retraso en el progreso con respecto al tren europeo. Fue a su vez un brillante pensador ilustrado que nos dejó una abundante obra que destaca por su claridad, concisión y sobriedad)

Otros españoles, que pronto serían etiquetados como afrancesados, intentaron a través del nuevo rey José I (Pepe Botella para los tradicionalistas españoles) cambiar las viejas estructuras del Antiguo Régimen e introducir los nuevos principios heredados de la Revolución Francesa. Pocos españoles intentaron abrir una tercera vía, entre la fidelidad a la monarquía española y las exigencias de reforma. Uno de ellos, el más significado, fue Jovellanos. Su respuesta al general francés Sebastián en 1809 no tiene desperdicio:

“Señor General: Yo no sigo un partido. Sigo la santa y justa causa que sostiene mi patria, que unánimemente adoptamos los que recibimos de su mano el augusto cargo de defenderla y regirla; y que todos habemos jugado seguir y sostener a costa de nuestras vidas. No lidiamos, como pretendéis, por la Inquisición ni por soñadas preocupaciones, ni por el interés de los Grandes de España; lidiamos por los preciosos derechos de nuestro Rey, nuestra Religión, nuestra Constitución y nuestra independencia. Ni creáis que el deseo de conservarlos esté distante del de destruir cuantos obstáculos puedan oponerse a este fin: por el contrario, y para usar de vuestra frase, el deseo y el propósito de regenerar la España y levantarla al grado de esplendor que ha tenido algún día, y que en adelante tendrá, es mirado por nosotros como una de nuestras principales obligaciones”.

El fin de la Inquisición

Tras la sustitución de Floridablanca en 1792 surgieron multitud de proyectos reformistas respecto a la Inquisición, como los de Tavira y Jovellanos. Especialmente importante fue Juan Antonio Llorente, sacerdote y secretario general de la Inquisición, cuya actuación fue decisiva para la consecución del decreto de 1808 por el que se suprimía el Santo Oficio. Su obra "Historia crítica de la Inquisición de España" fue el primer estudio en que se planteó el tema con cierto rigor; publicada en 1817, rápidamente se tradujo a los diversos idiomas europeos y se hicieron numerosas ediciones.

(La Constitución de 1812 fue el logro más importante de las Cortes de Cádiz. Lamentablemente toda su potencialidad transformadora del país quedó cortada drásticamente en 1814 con la restauración de Fernando VII. En la imagen el Juramento de las Cortes de Cádiz en la Iglesia Mayor parroquial de San Fernando. Expuesto como tal en el Congreso de los Diputados de Madrid. Merece la pena pinchar sobre ella para verla en detalle) 

Las Cortes de Cádiz fueron el gran foro de discusión sobre la valoración de la Inquisición. La supresión definitiva del Santo Oficio no se produjo, sin embargo, hasta 1834 y a partir de esta fecha se abrieron a los investigadores los archivos. Benjamín Warren Wiffen y Luis Usoz del Río acometieron conjuntamente entre 1837 y 1865 la publicación de una Biblioteca de reformistas antiguos españoles que suponía la disponibilidad, por primera vez para el lector, de los textos básicos de los protestantes españoles. 

Los historiadores conservadores, en conexión con el pensamiento católico más radical, sostuvieron que la Inquisición era necesaria para lograr la seguridad del Estado y para evitar las guerras de religión que habían padecido la mayoría de los países europeos. Posiblemente el intelectual más representativo de esta vertiente tradicionalista fue Marcelino Menéndez Pelayo, defensor a ultranza de la ortodoxia católica e incansable ensalzador de las glorias de España. Aunque si bien es cierto que intentó a través de su obra "Historia de los heterodoxos españoles" (1880) barrer los tópicos triunfalistas, no sólo no lo consiguió, sino que, por el contrario, radicalizó más las posturas.

(La influencia del clero siempre fue grande en la sociedad española. En las procesiones el clero lograba que las autoridades compartieran su espacio con el pueblo, con motivo de la celebración de la fiesta del patrono local o para obtener la ayuda de Dios con el fin de aplacar una una sequía, una peste o cualquier otra catástrofe. En la imagen el "Auto de fe de la Inquisición" de Francisco de Goya realizado entre 1815-19 Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid)

La Ciencia Española

En el siglo XIX continuaba la reflexión sobre las causas de la decadencia española. En este contexto surge la polémica sobre la ciencia española. El debate lo abrió Gumersindo de Azcárate con una serie de artículos publicados en la Revista de España (1876) defendiendo que por culpa de la Inquisición la actividad científica española no se había podido desarrollar plenamente durante tres siglos. La discusión fue tan importante que llegó hasta la Real Academia; Núñez de Arce dedicó su discurso de ingreso en esta institución a la intolerancia religiosa como causa de la decadencia intelectual:

“Sujeto por innumerables trabas nuestro pensamiento iba lentamente apocándose bajo la sombría, suspicaz e implacable intolerancia religiosa, que se abalanza sobre aquella sociedad indefensa, envolviéndola en sus invisibles redes para poder a mansalva extinguir con el hierro y el fuego las opiniones calificadas de sospechosas, hasta en lo más recóndito del hogar y en lo más hondo de la conciencia. En nombre de un Dios de paz, los tribunales de la fe sembraron por todas partes la desolación y la muerte; atropellaban los afectos más caros; ponían la honra y la vida de los ciudadanos a merced de delaciones, muchas veces anónimas, inspiradas quizá por la ruin venganza, por la sórdida codicia o por terrores o escrúpulos supersticiosos; relajaban los vínculos sagrados de la familia imponiendo, bajo pena de excomunión a los padres, el ingrato deber de acusar a sus hijos (…)”

(En España la República triunfó por primera vez en 1873 y duró poco más de un año. Sus presidentes fueron Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar. La segunda experiencia republicana se dio en 1931)

Juan Valera, en cambio, en su respuesta a Núñez de Arce atribuía la decadencia al propio orgullo español:

“La enfermedad estaba más honda. Fue una epidemia que infeccionó a la mayoría de la nación o a la parte más briosa y fuerte. Fue una fiebre de orgullo, un delirio de soberbia que la prosperidad hizo brotar en los ánimos al triunfar después de ocho siglos en la lucha contra los infieles. Nos llenamos de desdén y de fanatismo a lo judaico. De aquí nuestro divorcio y aislamiento del resto de Europa. Nos creímos el nuevo pueblo de Dios”.

La Generación del 98

A finales del siglo XIX y principios del XX desarrollan su labor una serie de escritores y pensadores, son los llamados regeneracionistas y los hombres de la generación del 98. Hay que señalar la enorme diferencia de matices entre los pensadores que componen cada grupo pese a estar catalogados bajo una misma etiqueta. 

Entre los regeneracionistas, aunque propugnaban reformas que consideraban eficaces para el país (no olvidemos que escriben influidos por el entorno decadente español y la pérdida de las últimas colonias que pone de manifiesto el fin del Imperio), se sitúan pensadores tan alejados entre sí como Macías Picavea o Joaquín Costa, este último mucho más crítico. A Picavea podemos considerarle como un claro defensor de la leyenda rosa; veamos cómo se expresa en este fragmento correspondiente a su obra "El problema nacional":

“¿Quién fue el primer político del Renacimiento? Don Fernando. ¿Quién fue su primer gobernante? Doña Isabel. ¿Quién fue el primer táctico y estratega que convirtió las tropas bárbaras de guerreros medievales en los ejércitos técnicos a la moderna? El Gran Capitán. ¿Quién fue el primer ingeniero militar? Pedro Navarro. ¿Qué ejércitos generalizaron por toda Europa de una manera sistemática las armas de fuego y la artillería? Los ejércitos españoles. ¿Quiénes iniciaron la técnica administrativa en el gobierno del Estado mucho antes que la Inglaterra del Parlamento y la Francia de Enrique IV? Los Reyes Católicos y sus ilustres consejeros. ¿Quién descubrió América? España. No se acabaría nunca esta serie de primacías históricas que plenamente nos pertenecen. (…) compárese con sus contemporáneas, la bárbara y feroz Inglaterra del monstruoso Ricardo III, del avaro Enrique VII y del brutal Enrique VIII, y la sombría y destartalada Francia de Luis XI, Carlos VIII y Luis XII, y asombrará la inmensa ventaja que el camino de las civilizaciones les llevaba”.

Algunos de los miembros de la llamada generación del 98 pese a haberse mantenido vinculados en su juventud a posturas europeistas, derivaron hacia posiciones casticistas en obras cuyos títulos son enormemente significativos. Así, Ramiro de Maeztu en su "Defensa de la Hispanidad" (1934) exalta la fe católica como esencia de España.

(La guerra de Cuba se inicia tras la insurrección de José Martí a la cabeza del Partido Revolucionario Cubano en 1895. Con la ayuda interesada americana, Cuba logró su independencia frente a España en 1898. El 10 de diciembre de ese año se firmaba el Tratado de París por el que España renunciaba a la isla. Esto supuso un mazazo en la conciencia popular, se perdía el último testimonio del imperio español. En la fotografía, un batallón de soldados españoles en la Guerra de Cuba)
 
Miguel de Unamuno también se plantea el tema de España en obras tan representativas como "En torno al casticismo" (1905). Personaje especialmente contradictorio y siempre atormentado por sus conflictos religiosos y existenciales, pasó de su antiguo deseo de “europeizar a España” a la afirmación de los valores castizos: ¡Que inventen ellos!”. Sin embargo, ante la impotencia para resolver los problemas de la decadente España, Unamuno gritará con fuerza: ¡Me duele España!”.

Joaquín Costa, es la figura más representativa del regeneracionismo. Profesor de la Institución Libre de Enseñanza, fue firme partidario de llevar a cabo decididas reformas que modificarán la problemática del campo español del que era un profundo conocedor. Es famosa su condena del inmovilismo basado en el recuerdo de glorias pasadas, que se resume en su frase echar doble llave al sepulcro del Cid. Asimismo, Costa fue bastante rotundo en su valoración del carácter español:

“(…) raza atrasada, imaginativa y presuntuosa, y, por lo mismo, perezosa e improvisadora, incapaz para todo lo que signifique evolución, para todo lo que suponga discurso, reflexión, labor silenciosa y perseverante… El pueblo español, rezagado de más de tres centurias, indigente, anémico, escaso de iniciativas, perdida la brújula, sin arte para redimirse (…)”.

(Goya reflejó fielmente el desgarro ideológico producido en la España de la crisis del Antiguo Régimen, desgarramiento que sería la base de las guerras civiles que desde el carlismo a la guerra de 1936 se han producido en nuestro país con resultados muy amargos. En la imagen el "Duelo a Garrotazos" siempre se vio como la representación del duelo entre las dos españas)
 
Pío Baroja es, posiblemente, el más radical del grupo del 98. Su novela "El árbol de la ciencia" (1911) constituye una de las descripciones más realistas de la sociedad española finisecular. En esta obra la preocupación por el atraso cultural, las lacras sociales, las contradicciones entre la ciudad y el campo quedan bien patentes:

“El chulo domina desde los Pirineos hasta Cádiz (…); políticos, militares, profesores, curas, todos son chulos con un yo hipertrofiado (…). Cuando estoy fuera de España (…) quiero convencerme de que nuestro país no está muerto para la civilización; que aquí se discurre y se piensa; pero cojo un periódico español y me da asco; no habla más que de políticos y de toreros. Es una vergüenza.”

Fuentes :

García Cárcel, Ricardo; Mateo Bretos, Lourdes (1990). “La leyenda negra”. Madrid: Altamira.
Alvar, Alfredo (1997). “La leyenda negra”. Madrid: Akal.
Molina Martínez, Miguel (1991). “La leyenda negra”. Madrid: Nerea.
Pérez, Joseph (2009). “La leyenda negra”. Gadir.

sábado, 9 de julio de 2011

La Leyenda Negra : España ante Europa

La eterna polémica con Francia :

El siglo XVIII comienza con la Guerra de Sucesión y el enfrentamiento entre Felipe V de Francia y el archiduque Carlos de Austria. Los argumentos contra los franceses para rechazar al candidato francés destacan la propia experiencia histórica. Así escribía el anónimo autor de un panfleto desde Cataluña:
 
“…siendo tan terrible la antipatía de ambas Naciones que, o nazca de influxo de los Astros, u de los mutuos males que en sus continuas guerras se han hecho, ello es cierto que nunca se han podido concordar.”

Por su parte, los partidarios de Felipe V se dedicaron a exaltar la nación francesa; tales fueron los cambios de opinión que provocaron los intereses políticos, pues sólo medio siglo antes, como hemos podido ver, eran los catalanes los defensores de Francia mientras que los castellanos se manifestaban totalmente opuestos. Ahora, sin embargo, sucede al contrario. 

(Felipe V de Borbón sucesor del último monarca Habsburgo de España, su tío-abuelo Carlos II, y fue el primer rey de la dinastía Borbón. Su reinado de 45 años y 3 días (en dos periodos separados) es el más dilatado de la historia de España. Fue el contendiente vencedor de la Guerra de Sucesión española que pasó por diversas fluctuaciones. Tras unos éxitos iniciales del candidato de la dinastía de los Austrias, el archiduque Carlos, poco a poco el candidato francés, el futuro Felipe V, se impuso finalmente)
 
Continuando, pese a todo, con la tradicional oposición a lo francés, José Cadalso responde en su obra "Los eruditos a la violeta" (1782) a Montesquieu, que, en sus "Cartas persas" había criticado a España basándose en los tópicos caracteriológicos diciendo entre otras cosas:

“Que la nobleza en España se adquiera en la ociosidad de una silla, es una contradicción de la historia, no sólo de España, sino de Roma, de Francia, de Alemania y de otros muchos países. Todas las cosas de consideración en España se han formado sobre un terreno de que fueron echados a lanzadas los Moros, toda África en su socorro, y no tener nuestros abuelos más amparo que el que les daba el amor a su Religión y patria. Me parece muy apreciable este origen, y no creo que haya nación en el Orbe cuyos nobles puedan jactarse de más digno (…)”.

Pero es, sobre todo, Juan Pablo Forner en la célebre "Oración apologética por la España y su mérito literario" (1785) quien, en contestación a las descalificaciones recibidas desde Francia, rechaza a Rousseau y Voltaire como

“sofistas ultramontanos que hablan de todo caprichosamente”

y hace un balance absolutamente positivo de la cultura española desde la época romana al rey Carlos III.

(Carlos III de Borbón (Madrid, 20 de enero de 1716 – Ibid., 14 de diciembre de 1788), fue Duque de Parma (como Carlos I) entre 1731 y 1735, rey de Nápoles (como Carlos VII) y rey de Sicilia (como Carlos V) de 1734 a 1759 y de España desde 1759 hasta su muerte. Ha recibido como sobrenombres el Político2 y el mejor alcalde de Madrid. Madrid fue la ciudad mayormente beneficiaria del empuje renovador y modernizador de los monarcas ilustrados, en especial, Carlos III considerado tradicionalmente como “el mejor alcalde de Madrid”.)

La defensa de la cultura hispánica por algunos intelectuales ilustrados españoles favorece la revalorizacion del Siglo de Oro. Hay que destacar especialmente al abate Lampillas que propició abundantes ediciones de nuestros clásicos afirmando en su obra "Ensayo histórico apologético de la literatura española" :

“Desafío al más docto que busque en cualquier nación un siglo entero que merezca este bello título con más justicia que el siglo XVI de la España”.

Ante la Revolución Francesa :

Se pusieron en marcha los mecanismos necesarios para mantener a España alejada de la “contaminación ideológica”. La censura fue aplicada con gran rigor y se hizo todo lo posible para impedir la salida al extranjero de los españoles.

El embajador en París Fernán Núñez alertaba constantemente de la intención francesa de introducir impresos subversivos; la Inquisición colaboró muy estrechamente para preservar a España del “contagio”.

(El motín de Esquilache supuso la confrontación de los criterios modernizadores del Despotismo Ilustrado con las clases populares, agobiadas por las crisis de subsistencias, y poco receptivas a los cambios de moda inspirados desde la corte.)
 
En 1791 se recrudeció la situación y el 24 de febrero de ese año se ordena a través de una real resolución que dejaran de publicarse todos los periódicos con la excepción del Diario de Madrid. La obsesión de Floridablanca queda bien patente en estas palabras con las que legitima la vigilancia establecida:

“El pretexto legítimo para este cordón será, sin entrar ni nombrar nada de lo que toque a la revolución francesa y su nueva Constitución, divulgar, desde luego, los avisos y temores que tenemos de que los malhechores franceses y los que se les hayan unido de los nuestros meditan pasar de la raya y venir a robar, saquear y maltratar las gentes de nuestros pueblos.”

Este enfrentamiento con los franceses fue cada vez mayor, el Consejo de Castilla procamaba : 

“Cada francés, sea eclesiástico o secular será un ejemplar de la nueva constitución francesa”

Los reformistas fueron barridos. Cabarrús fue denunciado al Santo Oficio y encarcelado en 1790. Jovellanos enviado a Asturias y Campomanes relegado. Urquijo estuvo a punto de ser procesado por la Inquisición por haber traducido "La muerte de César". Tal era todavía la influencia del Tribunal.

(La Revolución Francesa alteró diametralmente las relaciones entre España y Francia, creando una división de los reformistas españoles, entre los moderados, que asustados optaron por aferrarse al inmovilismo, y los radicales que jugaron fuerte la carta de la revolución)

La inquisición :

Siguió siendo otro de los centros de atención. Todavía a fines del siglo XVIII el Santo Oficio era lo suficientemente importante como para procesar a intelectuales ilustrados como Iriarte (1779) y Jovellanos (1796). El control del libre pensamiento europeo fue severo. Montesquieu, Voltaire, Rousseau… fueron prohibidos total o parcialmente.

(Los autos de fe inquisitoriales constituyen el momento más espectacular del proceso inquisitorial, en el que se saca a los procesados de las cárceles, se les lee públicamente las sentencias otorgadas y se quema públicamente a los condenados a muerte. Auto de Fe de Pedro Berruguete hacia 1450-1504)

Seguirían teniendo enorme influencia los defensores de la intolerancia religiosa. En este texto anónimo de 1789 titulado "La intolerancia civil" se contraponen a las críticas extranjeras la intolerancia en nuestro país:

“No es la supuesta despoblación y pobreza de España lo que incomoda a estos escritores extranjeros (…) su único objeto es el de desacreditarnos, y que el mundo todo nos tenga por bárbaros y por fanáticos (…). Consiguen con esto saciarse en las invectivas y sátiras mordaces que esparcen contra nuestra Sagrada Religión, contra el Estado Eclesiástico y contra un Tribunal que nos ha preservado de la mayor calamidad que ha infestado otros Reinos, de aquel horrible monstruo de la herejía que empieza por separar de la obediencia de Dios a sus criaturas, y acaba por romper con toda subordinación temporal.”

Los críticos :

Desde luego, no faltan en el siglo XVIII los testimonios de autocrítica. El gran tema que se debate entre los ilustrados españoles es la decadencia de España, a la que intentan poner remedio.

Destacan Fray Benito Feijoo, Campomanes y, sobre todo, Jovellanos. Feijoo en la número XVI de sus "Cartas eruditas" se pregunta por las causas del “atraso español” y las atribuye al “corto alcance de nuestros profesores” y “el errado concepto de que cuando nos presentan los nuevos filósofos se reduce a curiosidad”, así como a la identificación de toda la filosofía con Descartes, el celo de que las doctrinas nuevas sean antirreligiosas y la emulación.

(El trabajo de los gremios, que en España se prolongaron más tiempo que en otros países europeos, mereció frecuente representación gráfica, sobre todo en Cataluña donde intelectuales como Capmany narraron la historia esplendorosa de estas agrupaciones. En el grabado, una representación de algunos oficios: El fabricante de aceite, el Tejedor, el relojero y el sombrerero. Merece la pena pinchar sobre la imagen para verla en detalle)
 
Los ilustrados consideraban que la decadencia de España tenía una raíz económica y propugnaron como salida el desarrollo de las llamadas “ciencias útiles” para favorecer una renovación técnica y transformar el sistema educativo.

La Inquisición contó con no pocos adversarios. Campomanes en 1768 acusó al Santo Oficio de fanatismo y de no subordinarse a la jurisdicción ordinaria; sólo la actuación personal de Carlos III evitó el proceso contra Campomanes. Aranda, que por aquel entonces era presidente del Consejo de Castilla, no fue menos crítico:

“Es bien notorio que el desmesurado poder de la Inquisición se ha elevado sobre la ignorancia de la mayor parte de las gentes, atribuladas del pavor de sus procedimientos, de las afrentas impresionadas, del ningún recurso de los vasallos de esta Corona tienen a su soberano, y de las fuertes y dilatadas presiones que se ven padecer como dolorosos y largos tormentos que se saben (…)”.

Fuentes :

García Cárcel, Ricardo; Mateo Bretos, Lourdes (1990). “La leyenda negra”. Madrid: Altamira.
Alvar, Alfredo (1997). “La leyenda negra”. Madrid: Akal.
Molina Martínez, Miguel (1991). “La leyenda negra”. Madrid: Nerea.
Pérez, Joseph (2009). “La leyenda negra”. Gadir.
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