domingo, 6 de noviembre de 2011

Carlos II el Hechizado, el final de una dinastía

A finales el siglo XVII, la inmensa Monarquía Hispánica estaba gobernada por Carlos II, un enfermo crónico como consecuencia de la consanguinidad que había sido la política constante de su familia durante generaciones. En las cortes de Europa, muchos esperaban su final con ansiedad, pues el monarca no tenía descendientes directos, por ello todos se preparaban para lanzarse sobre una monarquía que parecía a punto de extinguirse.

(Carlos II, el hechizado por Claudio Coello, 1685. Aparece el Rey de rodillas adorando la Sagrada Forma en el Monasterio de El Escorial. Recomiendo pinchar sobre la imagen para verla en detalle)

Por aquel entonces, todavía se conservaban practicamente intactos todos los inmensos territorios que se habían ido acumulando desde los Reyes Católicos y que habían ampliado los sucesivos descendientes de la Casa de Austria, por ello, la descendencia de Carlos II era un tema del que dependía la continuidad del imperio, aunque éste ya mostraba evidentes signos de debilidad. Por ello la principal obsesión de la Corte de Madrid era garantizar el futuro de la dinastía. No se hicieron pocos esfuerzos para conseguirlo, tras el primer matrimonio que terminó con la muerte de su esposa María Luisa de Orleans, contrajo de nuevo esponsales con Mariana de Neoburgo, hija del elector del Palatinado.

Consciente su nueva esposa de que su valía y continuidad dependían de darle un heredero al rey de España, Mariana se sometió a todo tipo de tratamientos de fertilidad que pasaron desde las procesiones, las sangrías, las purgas y la ingesta de distintos brebajes que terminarían por minar también su salud. Nada sirvió para lograr el cometido, ni siquiera sus once simulados embarazos y sus simulados abortos, pronto se corrió la voz en la corte de la esterilidad de la reina y por si fuera poco su falta de docilidad le granjeó la enemistad de la madre del rey Mariana de Austria.

Uno de los enfrentamientos entre ambas Marianas vino por el nombramiento de un gobernador en los Países Bajos. La reina consorte tenía en mente a su hermano Juan Guillermo y la reina madre sin embargo apostaba por el marido de su nieta María Antonia: Maximiliano Manuel, elector de Babiera. La pugna entre ambas se dirimió finalmente en favor de éste último y por tanto la reina madre se salió con la suya, Maximiliano Manuel fue finalmente nombrado por Carlos II gobernador de aquellos estados por real decreto de 26 de diciembre de 1691.

El plan de la reina madre estaba claro, quería que Maximiliano Manuel fuera una extensión de su voluntad en los Países Bajos y que abriera el camino para el príncipe José Fernando, hijo de Maximiliano Manuel y de su nieta María Antonia, nacido en Viena el 28 de octubre de 1692, bisnieto del rey Felipe IV de España y de la reina doña Mariana de Austria, y sobrino nieto del rey Carlos II de España. Sería por tanto José Fernando de Baviera el heredero de todos los reinos, estados y señoríos de la Monarquía Hispánica desde 1696, por testamento del rey Carlos II de España, hasta su muerte en 1699. José Fernando fue considerado por Mariana de Austria como el heredero directo de la Monarquía Hispánica pues estaba convencida de que su hijo nunca podría concebir.

(Retrato del príncipe José Fernando de Baviera por José Vivien, 1698)

La reina consorte, despechada, escribiría :

"para dominar ella sola al Rey, forzosamente había que esperar que muriese la Reina Madre"

Finalmente se cumplieron sus deseos y el 16 de mayo de 1696, en Madrid, moría la Reina Madre de un cáncer de pecho. Su triunfo póstumo fue el testamento que suscribió su hijo Carlos II en septiembre de 1696 decretando heredero universal de la Monarquía a su sobrino nieto José Fernando de Baviera. El Barón de Baumgarten, describió los sucesos tras la juerte de la Reina Madre en los siguientes términos, con algún suceso paranormal incluído:

"Miércoles 16, a las doce menos cuarto de la noche, en el instante mismo en que se hacía más visible el eclipse de luna, falleció la Reina, en las casas de Uceda, donde vivía. A las cuatro de la mañana se abrió el testamento, y después se expuso el cadáver en el estrado. Al domingo siguiente lo trasladaron a El Escorial con la pompa de costumbre. Según pudo ver mucha gente, al sacar el cadáver de la caja mortuoria una paloma estuvo revoloteando buen rato. Una monja que ha servido en el cuarto de la Reina difunta, al tener noticia de su muerte, pidió un recuerdo de ella, y le dieron una de las camisas de noche de Su Majestad. Esta monja, paralítica desde que entró en el convento, metió la camisa en su cama, y a la mañana siguiente amaneció completamente curada."

Al eliminarse el principal obstáculo para la esposa de Carlos II, Mariana de Neoburgo dominó finalmente la débil voluntad del Rey.

En 1697 llegó el embajador francés a España (una vez concluida la guerra entre España y Francia en 1689) era el Marqués de Harcourt que movió sus hilos para ganar adeptos para la causa francesa, como el poderoso Cardenal Portocarrero.

Así en el complicado tablero de aspirantes teníamos por una parte a José Fernando de Baviera designado sucesor en el testamento de Carlos II por influencia de Mariana de Austria. Por otra parte el emperador Leopolpo I que quería imponer como heredero en España a su hijo el archiduque Carlos. Y finalmente estaba el partido francés dirigido por el embajador francés, Harcourt, que tenía como principal candidato a Felipe de Borbón, duque de Anjou, nieto de Luis XIV y biznieto del fallecido Felipe IV.
 
(Moneda de 4 Reales de Carlos II, 1684, Segovia. En 1680 se realizó una reforma monetaria muy importante. Se permitió la acuñación de un vellón con valor fáctico mayor que su valor intrínseco)

Las dos últimas candidaturas eran complicadas puesto que si triunfaba la primera, la del archiduque Carlos, podría desembocar en la unión de España y Austria. La segunda candidatura, la de Felipe de Anjou, podría desembocar a su vez en la unión de España y Francia. Ambas posibilidades crearían a un coloso de fuerza descomunal para los intereses del resto de potencias europeas, por lo que se empezaron a mover los hilos en Europa y ya entre ellas comenzaron a urdir los posibles repartos.

De esta manera en 1698 Luis XIV ya tenía en mente un posible reparto por el que al morir Carlos II, el príncipe José Fernando de Baviera se quedaría con los Países Bajos, los reinos de la Península y las posesiones de las Indias, mientras que Francia se quedaría con Nápoles y Guipúzcoa y el archiduque Carlos recibiría el gran ducado de Milán.

Sin embargo la voluntad de Carlos II era bien distinta y el 11 de noviembre de 1698 realizó un nuevo testamento en el que se recalcaba que el conjunto de la Monarquía era indivisible y que su heredero universal era el príncipe José Fernando de Baviera.

Así estuvieron las cosas hasta que la fatalidad se cruzó en el destino de la Monarquía, pues José Fernando de Baviera, con sólo 7 años de edad, falleció de forma inesperada en febrero de 1699, con lo que una de las tres posibilidades antes comentadas se descartó definitivamente.

A partir de este momento comenzaron de nuevo las intrigas y las propuestas y los posicionamientos de las diferentes potencias europeas. Luis XIV incluso comenzó a mover sus hilos en la Corte española. Así en 1699 estalló en Madrid el llamado "Motín de los Gatos" organizado seguramente por amotinados movidos por intereses extranjeros y que aprovecharon la mala coyuntura económica y la carestía de alimentos :

"Pan, pan, pan, queremos pan.... Viva el rey, muera el mal gobierno" 

Los disturbios, en los que la multitud exasperada comprometía gravemente el orden, sólo se calmaron con la intervención del propio rey Carlos II de España que llegó a dirigirse a la muchedumbre congregada ante palacio, tras lo que los ánimos se calmaron. Las consecuencias del motín fueron la destitución del Conde de Oropesa, presidente del Consejo de Castilla, y principal cabecilla de la opción austríaca y que además hacía funciones de valido y era el principal responsable del abastecimiento de la capital.


(Manuel Joaquín de Toledo Portugal y Córdoba Monroy y Ayala, conde de Oropesa, fue objetivo del motín de los gatos (abril de 1699), tras el que cayó en desgracia. Fue sustituido por el cardenal Portocarrero, partidario de la sucesión francesa. Este grabado representa a Carlos II destituyendo al conde de Oropesa tras el Motín de los Gatos)
 
También fue depuesto el corregidor de Madrid, Francisco de Vargas, siendo sustituido por Francisco Ronquillo, un destacado personaje del partido borbónico, que durante los disturbios había actuado como intermediario de las reclamaciones de la multitud, y reclamado y vitoreado por ésta. Así el "Motín de los Gatos" no fue sólo un estallido popular por la acuciante carestía; fue también, el resultado de un conflicto político en el que un bando cortesano, el borbónico (a través de la utilización de la «opinión pública»), conseguía imponerse al partido austríaco que, desde entonces, quedó, definitivamente, desmantelado

El obstáculo final, era la voluntad del rey. En los años finales de su vida, Carlos II tuvo que sufrir incluso algunos rituales de exorcismo, pues se decía que estaba hechizado y que existía un maleficio sobre él que le impedía tener descendencia. Desde Viena se enviaría a fray Mauro de Tenda, amigo de Froilán Díaz (confesor del rey Carlos II) un exorcista de renombre que llegó a asegurar que quien había hechizado al Rey es :

"Alguien que tiene simpatías por las flores francesas de lis y desea que de esta simple manera recaiga la herencia de esta Monarquía en el Rey de Francia" (1)


 
(Escudo de armas de Carpos II, podemos ver en la descripción los numerosos territorios que componían sus dominios. Posteriormente vemos otros escudos o estandartes reales que ya no incluyen el escudo de Portugal, que ya no pertenecía al dominio del Rey de España)

La débil salud del monarca se vio afectada por estos exorcismos y padeció continuas diarreas, vómitos y fiebres muy altas.

Luis XIV decidió ir más allá en el año 1700 y propuso que si en tres meses no se aceptaba su plan anterior, se buscaría un príncipe que sustituiría al archiduque Carlos en la herencia. Carlos II, viendo posiblemente muy cerca el fin de sus días, pidió finalmente consejo al papa Inocencio XII :

"...mantener inseparables los reinos de mi Corona y la Sagrada Religión", podía ofrecer "uno de los hijos segundos del Serenísimo Delfín de Francia"

De esta manera, se habló, abiertamente, sobre la posibilidad real de la opción francesa.

El papa Inocencio XII, pro-francés, no tardó en responder favorablemente a esta consulta :

"Nos vemos en el deber de no discrepar de esa opinión del Real Consejo de Vuestra Majestad"

Recibió el Rey la carta de Su Santidad y tranquilizóse ya plenamente confortado. Carlos II convencido de que finalmente esta era la voluntad de Dios se confesó y recibió la extrema unción. La monarquía católica sería heredada por un borbón francés. Unos años atrás, pocos podían haber previsto un desenlace así, pero... a fin de cuentas esta dinastía no era tan extraña en España porque todos los anteriores reyes de España habían tenido esposas del país vecino. (2)

El 1 de octubre el Rey firmó su nuevo testamento :

"...declaro ser mi sucesor, en caso de que Dios me lleve sin dejar hijos, al Duque de Anjou, hijo segundo del Delfín, y como tal le llamo a la sucesión de todos mis Reinos y dominios, sin excepción de ninguna parte de ellos. Y mando y ordeno a todos mis súbditos y vasallos de todos mis Reinos y señoríos que en el caso referido de que Dios me lleve sin sucesión legítima le tengan y reconozcan por su rey y señor natural, y se le dé luego, y sin la menor dilación, la posesión actual, precediendo el juramento que debe hacer de observar las leyes, fueros y costumbres de dichos mis Reinos y señoríos." (3)

 (Firma del rey Carlos II) 

El día 1 de noviembre del año 1700, tras una dura agonía pero con la conciencia tranquila por creer que su su monarquía descansaba en la voluntad de Dios, fallecía Carlos II, el último de los Austrias de España.

Sin embargo, su postrera decisión, no evitaría que dos años después se desencadenara la Guerra de Sucesión Española, un terrible conflicto que implicó a toda Europa en una cruenta guerra que decidiría finalmente el destino de las posesiones españolas.


»» Esta entrada se realiza a petición del blog Reinado de Carlos II en homenaje a su su 350º aniversario ««


(1) 283 B.N.E., mss.5724,fol.89.Citado en J. Contreras,«Guerra entre Inquisidores...» art.cit., p. 297.
(2) Testamento de Carlos II... op. cit., p. LVI
(3) Testamento de Carlos II (Cláusula XIII)


Fuentes consultadas :

» Contreras, Jaime. "Carlos II el Hechizado. Poder y melancolía en la corte del último Austria", Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 2003.
» Ribot, Luis. "El arte de gobernar. Estudios sobre la España de los Austrias", Alianza, Madrid, 2006.
» Maura Gamazo, Gabriel. "Vida y reinado de Carlos II", Espasa-Calpe, Madrid, 1942.
» Calvo Poyato, José. "La vida y época de Carlos II el Hechizado" Planeta, Barcelona, 1998.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Los Vikingos atacan España (2ª Parte)


La tercera incursión:

Un siglo tuvo que transcurrir para que las velas vikingas aparecieran de nuevo por el horizonte en las costas de la Península. Como en los comienzos de estos saqueos, devastaron la parte de Galicia, matando a mucha gente y llevándose como prisioneros a un buen número de habitantes.

Estas incursiones serán recordadas a lo largo de los siglos, así  el padre EnriqueFlórez en su obra “España Sagrada” recoge un antiguo documento de tiempos del obispo Hermenegildo de Lugo (951-958) en el que puede leerse :

"Los lucenses, tanto de estado eclesiástico como los laicos y Hermenegildo Obispo, se prometen mutua y solemnemente que juntamente con los habitantes de Lugo defenderán la ciudad contra los Normandos”.

Igualmente,  debido a estos ataques, se mejoraron las defensas costeras, se construyeron muros, torres y fortalezas, como por ejemplo en Santiago de Compostela para defender la ciudad y la iglesia del apóstol y evitar nuevos saqueos.

 (Mapa que muestra algunas de las rutas que siguieron los vikingos durante sus incursiones. Pincha sobre él para ampliar)

Comentan también las crónicas que cuando el duque Ricardo de Normandía terminó su lucha en Francia contra el conde de Chartres y el rey Lotario de Francia en el 963, se encontró con que los mercenarios daneses que le habían ayudado en la pugna, ahora resultaban problemáticos, así que ni corto ni perezoso les proporcionó guías para enviarlos lejos de allí, hacia España.

De esta manera llegaron nuevas avalanchas vikingas a Galicia que sembraron el caos y la destrucción en todo el territorio, incluso los campesinos se organizaron para hacer frente a los piratas del norte, pero no fue suficiente para paliar la furia de los hijos de Odín y fueron derrotados en cruenta batalla.

El obispo Rosendo tuvo que hacer frente a la invasión de los normandos así, reunió y armó a sus tropas y dejó que los invasores se regocijaran en su triunfo y se confiaran. Cuando vio que, cargados con el fruto de sus saqueos, intentaban embarcar hacia sus tierras, lanzó contra ellos a sus hombres comandados por el conde don Gonzalo Sánchez. Los vikingos, se encontraron con la sorpresa de un ejército que se abalanzaba sobre ellos, este factor hizo que sufrieran una gran derrota y que fueran pasados a cuchillo buena parte de ellos cuando intentaban escapar por la ría de Arousa. Un texto de la época nos relata :

“volvió (San Rosendo) de sus expediciones a Santiago coronado de triunfos y aplaudido de todos”.
 
La cuarta incursión:

En el año 968 entran en Galicia los vikingos de Gunderedo (Gudrød o Gunrod) caudillo vikingo noruego considerado como el rey del mar lanzando, desde sus bases en el Loira, incursiones hacia las costas cantábricas con más de cien naves armadas en el año 968.

(Ramiro III. Rey de León (966 - 985) nombró lugarteniente suyo a San Rosendo que derrotó a los vikingos que desembarcaron en Galicia en 968)

En esta época, los vikingos hicieron grandes desmanes debido a la inestabilidad política reinante en la zona, pues el rey Ramiro III tan sólo contaba con 5 años de edad tras la muerte de su padre Sancho el Craso y había luchas internas por el poder. El Obispo Sisnando aprovechándose de esta situación se presenta el día de Navidad en la basílica de Santiago “armado y vestido con coraza” obligando al obispo Rosendo a exiliarse al monasterio de Celanova y tomando por la fuerza el obispado.

No pudo disfrutar mucho tiempo de su nuevo puesto, pues en marzo de 968, Gunderedo llega a las puertas de Compostela con su enorme flota que trasportaba un temible ejército normando. El nuevo obispo Sisnando se aprestó para hacerles frente con su ejército y se enzarzó en un violento combate en un lugar llamado Fornelos el 29 de marzo del año 968, en las cercanías del río Louro.

Él mismo, se puso al frente de sus tropas de caballería, pero su temeridad lo llevó al medio del campo de batalla sin mayor defensa que su valor y murió de un flechazo en la cabeza, sus hombres emprendieron la fuga y finalmente fueron derrotados, dejando libre el camino a los vikingos que se desparramaron por las tierras de Galicia robando, asesinando y destruyendo el país hasta los montes de Cebrero (frontera natural entre Galicia y León) finalmente lograrían entrar en Compostela saqueándola sin piedad. Monasterios como el de San Xoán de Coba, en la ribera de Ulla, y el de Santa Eulalia de Curtis, entre otros, fueron arrasados.

 (Estatua en recuerdo de las incursiones vikingas, Catoira, Galicia)

No terminaron aquí los enfrentamientos. El conde de Galicia Gonzalo Sánchez organizó un nuevo ejército compuesto sobre todo por por las gentes cuyas tierras habían sido arrasadas, cuyas casas habían sido incendiadas y cuyas familias habían sido asesinadas,  con la esperanza de terminar con el caos en la región.

La batalla tuvo lugar en el año 970. El conde Gonzalo Sánchez lanzó su ataque con un poderoso y motivado ejército que finalmente venció a los nórdicos en cruenta batalla. El propio Gunderedo murió en el combate o fue ejecutado posteriormente y los supervivientes de su flota fueron pasados todos a cuchillo. El botín fue recuperado y las naves vikingas fueron quemadas. Una respuesta tan sangrienta se debió a que en el siglo IX se llegó a decir que, vistos los precedentes de expediciones previas, el vikingo era peor enemigo que el moro.

Fueron estos, tiempos muy duros para el reino de León, pues los vikingos habían permanecido en tierras gallegas prácticamente tres años, dejando un panorama desolador, se habían saqueado numerosas aldeas, ciudades como Tuy, Braga y Orense habían sido destruidas de tal manera, que ni siquiera sus obispos tenían ya allí residencia pues habían sido reducidas a cenizas.
 
El final de la pesadilla:

Tras estas incursiones principales en España, las crónicas relatan aún alguna correría esporádica de algunas bandas de piratas vikingos y aún se producirían acciones de alguna repercusión como el asalto a Tuy de 1014 ó 1015 por parte de una escuadra vikinga que remontó el río Miño, probablemente comandada por Olaf Haraldsson futuro rey de Noruega y posteriormente llamado “El Santo”. Estos vikingos fueron expulsados por Alfonso V, tal como él mismo comenta en una carta fechada en el 1024.

 (Olaf II navegando entre trolls. Pintura sobre piedra en la Iglesia de Dingtuna, Suecia)

En 1028 hubo otra incursión, esta vez protagonizada por Ulf, apodado “el Gallego” ya que los nórdicos solían dar el nombre de la región conquistada o saqueada a quien había dirigido la operación.  Al parecer este Ulf, a parte de conseguir sustanciosos botines, se convirtió en mercenario de un noble gallego llamado Rodrigo Romariz en alguna de las turbulentas disputas políticas de la época,  contra Bermudo III.

El obispo de Compostela, Cresconio, tuvo que levantar el castillo de Oeste, ubicado estratégicamente en la ría de Arosa, junto a Catoira, para cerrar el paso a las naves vikingas que deseaban atacar Santiago remontando el Ulla. Finalmente logró reunir un ejército y, asumiendo el liderazgo de la nobleza gallega, derrotó a los vikingos hasta su expulsión en el 1038.

(Torres Catoira defendían la entrada del río Ulla. La estructura del castillo, consistía en un recinto amurallado de forma elíptica con siete torres que, ubicadas a ambos lados, cerraban la entrada del río Ulla en dirección a Padrón, tendiendo una gruesa cadena que impedía el paso a las expediciones invasoras a Compostela. Había además una gran torre que sobresalía entre las otras, y que fue costeada, según la tradición, por la ciudad de Lugo, recibiendo así el nombre de torre de Lugo)

Después de aquello, los nórdicos sólo regresan en esporádicas ocasiones y generalmente como mercenarios de nobles gallegos en los diversos conflictos del reino, como fue el levantamiento contra doña Urraca. Pero ya no son noruegos ni daneses sino sus descendientes de las islas Británicas y Orcadas.

Del mismo modo que llegaron, los piratas venidos del norte, desaparecieron por siempre para no regresar jamás, pero sin duda el recuerdo de su presencia quedaría perpetuado en las páginas de nuestra historia.

Fin.
 
Curiosidades:

» Olaf  “El Santo” sería uno de los vikingos que asoló las costas españolas. Tras su muerte, su cuerpo fue colocado en un cobertizo, y según la tradición, un ciego comenzó a ver tras ungirse los ojos con la sangre del cadáver. Los campesinos del lugar se llevaron el cuerpo y lo sepultaron junto al río Nidelven, en Nidaros (actual Trondheim). Desde entonces comenzaría el culto a Olaf, que fue llamado popularmente el santo. Su muerte fue juzgada como un martirio. Al año siguiente, su cadáver fue exhumado y trasladado al interior de una capilla que se erigió al lado de su tumba. Con el tiempo, en el lugar de la pequeña capilla se erigiría una fastuosa catedral, la Catedral de Nidaros, que sería un frecuentado centro de peregrinación. Fue venerado como un santo en todo el país y con el tiempo se convirtió en uno de los personajes más importantes del cristianismo de Noruega.

» El paso de los vikingos por España ha dejado su huella en la memoria popular, al igual que en la toponimia. Ejemplo de ello son dos localidades, una en León llamada Lordemanos y otra en Portugal, cerca de Coimbra, llamada Lordemao. En un artículo de 1998 de la revista Viking Heritage Newsletter de José Manuel Mates Luque (Vizcaya) afirma que Lordemanos es un sinónimo (cristiano o musulman, no queda claro) de la palabra Vikingo, y relaciona por tanto la etimología con la existencia de Vikingos en la zona.

Fuentes :

Reinhart, P.A. Dozy, "Los vikingos en España", Polifermo, Madrid, 1987.
Morales Romero, E "Historia de los vikingos en España", Miraguano, Madrid, 2006.

martes, 11 de octubre de 2011

Los Vikingos atacan España (1ª Parte)


La primera incursión:

El 1 de agosto del año 844 dc. cuentan las crónicas que se avistaron por primera vez las temibles naves vikingas asomando por el litoral del Cantábrico. Seguramente  formaban parte de la escuadra que venía de saquear algunas poblaciones francesas. La " Crónica Profética" nos da una fecha:

 "era DCCCLXXXII kalendas augustas"

Estos normandos (palabra que viene a significar hombres del norte) fueron bordeando la costa, como ellos solían hacer, pues no solían aventurarse en el desconocido oceano, y llegaron hasta Galicia. Al avistar el faro de la Torre de Hércules (Farum Brigantium) pensaron  que probablemente habría una importante población acompañando a aquel impresionante monumento y se decidieron a desembarcar. Sin embargo no encontraron más que pequeñas aldeas como la pequeña población de Clunia, que dejó de existir ese mismo día. Desde ese punto los vikingos saquearon toda la zona de alrededor y continuaron hasta adentrarse en la provincia de Lugo, desgraciadamente para ellos se toparon con un ejército formado por las huestes  de Ramiro I de Asturias y de algunos señores locales que se atrevieron a plantarles cara pues ya estaban avisados de esta presencia y llevaban tiempo observando los movimientos de los escandinavos. Empujaron a los vikingos hasta la ribera del Miño y les obligaron a librar combate en un lugar llamado hoy Camporramiro.

La "Cronica General de España" de Rodrigo de Toledo y Lucas de Tuy afirma :

"Y así ocurrió allí que el rey don Ramiro los venció y desbarató, y luego mandó poner fuego a la flota y les quemó LXX naves".

(Casco nórdico. Los vikingos usaban lo impredecible de sus llegadas como medio para provocar un terror psicológico a las poblaciones que atacaban. Por cierto, los vikingos nunca usaron cascos con cuernos)

Los piratas abandonaron aquellas costas, pero sus fuerzas, aunque mermadas, seguían siendo un problema a tener en cuenta. Así sus más de 53 bajeles y 58 barcos menores, llegaron el 17 de septiembre al puerto de Lisboa, ciudad que atacaron, sin éxito, durante varios días. Mientras tanto estuvieron arrasando los alrededores de la ciudad intentando hallar el modo de entrar y saquearla. Pero las murallas eran fuertes y los vikingos carecían de máquinas de asalto que no se correspondían con el tipo de guerra que ellos hacían :

"En el año 230, los madjus que habitaban en las tierras más lejanas de Al-Andalus invadieron las tierras de los musulmanes, presentandose ya en el mes de Du-l-higga del año 229 ( 20 de agosto - 17 septiembre del 844 ) ante Usbuna ( Lisboa ) quedandose allí durante trece días" (1)

Sin desanimarse por esta acción frustrada, los vikingos embarcaron de nuevo y se dirigieron hacia el sur de la Península hasta alcanzar la desembocadura del río Guadalquivir. Esta fue la puerta que se les abrió para penetrar en aquel Al-Andalus de los musulmanes. Saquearon Cádiz, Sidonia y Sanlúcar. 

(Casi todos los drakkars eran construidos sin utilizar cuadernas, superponiendo planchas de madera; para tapar las juntas de unión entre las planchas se utilizaba musgo impregnado con brea. El reducido peso del drakkar y su poco calado hacían posible que navegara por aguas de sólo un metro de profundidad, lo que posibilitaba un rápido desembarco e incluso el transportar la embarcación por tierra. Este es un detalle del Tapiz de Bayeux representando unas neves normandas) 

Llegaron así hasta la mismísima Sevilla el 25 de septiembre y esta vez sí tuvieron éxito, lograron tomar la ciudad sin apenas resistencia (aunque la alcazaba nunca llegó a rendirse) y desde allí comenzaron sus incursiones tierra adentro a lomos de los caballos que robaron. El botín conseguido fue cuantioso.

El emir, organizó rapidamente un ejército en Córdoba con el fin de expulsar a los intrusos, Abderramán II, estupefacto frente a unos guerreros que en cuestión de días habian saqueado tres ciudades de su territorio y que se desplazaban a una velocidad impensable, logró reunir un importante ejército y decidió tender una emboscada a los vikingos al sur de Sevilla, en un lugar llamado "Quintos de Muafar". Hay que tener en cuenta que por el volumen de naves utilizadas la expedición vikinga debía estar compuesta de un máximo de 1800 guerreros lo que suponía una fuerza considerable.

Al amanecer, cuando las tropas vikingas salían de Sevilla en dirección a Morón, las tropas musulmanas esperaron a la señal convenida para abalanzarse en masa hacia los invasores degollando a muchos de ellos y logrando entrar en Sevilla para liberarla de nuevo. Varios destacamentos vikingos se habían dispersado anteriormente por otras partes del territorio andaluz para seguir con sus correrías de pillaje, los que lograron escapar con vida de Sevilla decidieron regresar a sus naves y seguir remontando el Guadalquivir con la esperanza de encontrar parte de las tropas que se habían dirigido hacia Córdoba, finalmente lograron reunirse de nuevo y regresar río abajo, hostigados permanentemente desde ambas orillas por los musulmanes.

(Guerreros nórdicos disponiéndose a atacar la ciudad de Angers, en el siglo IX. Miniatura de una biografía de san Aubin del siglo XI. Biblioteca Nacional de París)

Una vez dejaron atrás Sevilla, parlamentaron con los musulmanes y aceptaron devolver todos los prisioneros que habían hecho a cambio de ropa y víveres que les permitiera continuar su viaje. También pidieron que el califa de Córdoba enviara un emisario como embajador suyo a su rey.

Sin embargo cerca de la actual Tablada, fueron finalmente alcanzados por el grueso del ejército musulmán, la batalla fue cruenta y murieron muchos hombres, se habla de más de 500 hombres y cuatro barcos. El castigo para los apresados fue ejemplar y muchos acabaron colgados de las palmeras de Tablada.

Pero no todos cayeron, los que lograron escapar del degüello lograron desquitarse asaltando la ciudad de Niebla y saqueándola antes de volver al Atlántico. Así concluyó la primera de las incursiones vikingas en la Península, pero no olvidaron a aquellos "blamenn" (hombres negros), como ellos llamaban a los sarracenos pues hablarían de todas las riquezas que habían visto, lo que daría pie a futuras expediciones.

La segunda incursión:

En el año 858, de nuevo otra armada vikinga capitaneada por Hasting y por Bjor Jernside (Costado de Hierro), atacaron las costas de Francia y posteriormente se dirigieron a la Península. En cuanto a estos personajes, sabemos algo especialmente de Costado de Hierro, hijo de Ragnar Lodbrok (Calzones Velludos) que en el 845 ya había saqueado París imponiendo el "Danegeld" ( "Impuesto danés", literalmente Oro Danés) a los francos y que llegó a ser rey de Dinamarca. 

(Ordoño I de Asturias (Oviedo, 821 — Ibíd., 27 de mayo de 866). Rey de Asturias entre los años 850 y 866. Fue hijo del rey Ramiro I de Asturias, y padre de Alfonso III el Magno. Durante su reinado tuvo que hacer frente a las incursiones vikingas)

Como no era la primera vez que los vikingos visitaban la Península, esta vez fueron directamente a Faro Brigantino con la idea principal de saquear Santiago de Compostela, cuyo renombre ya se había extendido por la Europa cristiana. Utilizaron la Ría de Arosa para penetrar con sus rapidísimas drakkar (nombre de las naves vikingas), saquearon Iria Flavia y llegaron a Santiago, pero se encontraron con una fuerte defensa por parte de sus habitantes durante dos semanas. Finalmente ante el empuje invasor, se decidió el pago del "Danegeld" para evitar el saqueo.

A pesar de todo los vikingos no se dieron por satisfechos e intentaron el asalto a la ciudad. La providencia quiso sin embargo que apareciera el conde Don Pedro de Pravia al mando del ejército que el rey Ordoño I ( hijo de Ramiro I ) había logrado reunir para repeler la invasión.Tras un duro combate los vikingos fueron derrotados y obligados a embarcar.

"En aquel tiempo los normandos vinieron de nuevo a las costas de Galicia,
donde fueron derrotados por el conde Pedro". (2)


El ataque al reino de Asturias tuvo sus consecuencias. Por una parte se comenzaron a realizar construcciones defensivas a lo largo de la costa atlántica y otras poblaciones del reino comenzaron a amurallarse. Por otra parte se trasladaría la sede episcopal de la ciudad de la vulnerable Iria Flavia a la ciudad de Santiago de Compostela lo que impulsaría aún más el crecimiento de esta ciudad.

La expedición continuó a pesar de todo, una pequeña derrota no socavó la codicia de estos intrépidos hombres del norte. Tanto fue así que bordearon la Península hacia el sur saquearon la ciudad de Algeciras; los invasores penetraron en la ciudad con la intención de capturar botín obligando a los habitantes a escapar a las colinas próximas a la ciudad. Entre los estragos que los asaltantes cometieron destaca el incendio de la mezquita llamada "Alhadra"; ante la visión del edificio principal de la ciudad ardiendo, los algecireños montaron en ira y expulsaron a los normandos de la villa. En la refriega capturaron dos de los drakkars con cuyas maderas construyeron las puertas y las vigas de una nueva mezquita.

(La Crónica Albeldense (Chronicon Albeldense) es un manuscrito anónimo redactado en latín y finalizado en el 881. En un formato de crónica histórica, relata pasajes de la historia antigua y de Hispania y supone una de las escasas fuentes conservadas de estudio del peridodo final de la monarquía hispanovisigoda, la invasión y asentamiento del poder Omeya en la península, y la génesis del Reino de Asturias. Aquí encontramos referencias del ataque de los vikingos)

Continuaron por el río Guadalquivir, como ya hizo la primera expedición, para alcanzar de nuevo Sevilla, pero esta vez la ciudad ya estaba prevenida y los emisarios habían puesto en alerta al ejército. Se dispuso una flota para repeler el ataque. Finalmente ambas escuadras se encontraron en algún punto del río Guadalquivir y allí se produjo una batalla naval que terminó con la pérdida de algunas naves vikingas y su retirada hacia la desembocadura.

No cejaron en su empeño de conseguir algún botín y se adentraron entonces en el Mediterráneo y lograron saquear algunas ciudades del norte de Africa donde parece que hicieron prisioneros que en meses posteriores llevarían, junto con el resto de productos exóticos, hasta Irlanda donde comerciarian con ellos, llamándolos "hombres azules". Posiblemente sea la primera mención de esclavos negros o tuaregs en esta lejana zona de Europa.

Continuaron su ruta y sus ataques a lo largo de la costa, así saquearon la ciudad de Uriwala (Orihuela ) y todo su territorio de alrededor. Menorca, Mallorca, Ibiza y Formentera fueron también víctimas de su saña depredadora. Saquearon un par de monasterios cercanos al río Ter y llegaron hasta la zona del Rosellón, ya en territorio franco, se harían fuertes en una isla en medio del río Ródano, en una zona llamada "La Camarga" y decidieron allí pasar el invierno y preparar las futuras correrías.

Los Annales Bertiniani o Anales de San Bertín (crónica franca) nos habla de los acontecimientos que allí ocurrieron :

"pero los daneses que estaban en el Ródano penetraron destruyendo hacia el interior hasta Valence; despues de haber saqueado toda la región, volvieron a la isla donde habían levantado sus cuarteles".

(La Península Ibérica en el siglo IX. Destaca la llamada Marca Hispánica. Carlomagno y luego su hijo Ludovico Pío crearon una serie de condados transpirinaicos para formar una frontera ("Marca") que sirviera de protección al núcleo del territorio carolingio. Estos condados tendrían desigual fortuna, algunos desparecerían absorbidos por otros de mejor fortuna, alguno llegó a ser reino, como Aragón, y otros siempre fueron condados, como el de Barcelona)

Al llegar la primavera, se hicieron de nuevo a la mar bordeando la costa italiana, saquearon Génova y la ciudad de Luna unos doscientos kilómetros al norte de Roma. Pero lo más significativo para nosotros es que para regresar a sus tierras del norte de Europa, pasaron de nuevo por las costas españolas y realizaron una intrépida excursión pues remontaron nada más y nada menos que el río Ebro, el Aragón y el Arga y llegaron hasta Pamplona (otras teorías hablan de que quizás llegaron desde el golfo de Vizcaya a través de la ría de Mundaka) pero lo cierto es que los barcos vikingos atracaron  al pie de Pamplona y asaltaron la ciudad con tal fiereza que lograron tomar como rehén al mismísimo rey García Iñiguez, por el que obtendrían una fabulosa suma de 70.000 dinares como rescate.

No terminaron aquí las incursiones vikingas en nuestro suelo, en la próxima entrada veremos nuevos ejemplos y el desenlace.

Continuará...

Curiosidades:

» Las crónicas y relatos árabes les dan el nombre genérico de "Al-Magus". Esta era la forma de llamar paganos, esto es que no tienen religión vinculada con el "Libro" (cristianismo y judaismo). El origen de la palabra hacía referencia a los seguidores del zoroastrismo que adoraban al fuego como representación de Aura-Mazda. Las fuentes medievales posteriores toman la mayoría de las veces la forma árabe en su versión aljamiada por lo que nos encontraremos en la "Estoria General" de Alfonso X o la "Historia Gothica" del obispo Jimenez de Rada referencias a los "almojuces", "almozudes" y "almonides".

» El Danegeld (o "Impuesto danés", literalmente Oro Danés) fue un impuesto aplicado para el pago de tributo a los expedicionarios vikingos para evitar el saqueo y piratería. Fue un impuesto característico en Inglaterra y la Francia merovingia durante los siglos IX y XI, siendo ambos tributarios para evitar a los atacantes.

» Un drakkar o långskip (término islandés usado para designar a los dragones) es una embarcación de casco trincado que data del período comprendido entre los años 700 y 1000. Fue utilizada por los escandinavos, sajones y vikingos en sus incursiones guerreras tanto costeras como del interior. Fueron el mayor exponente del poderío militar de los escandinavos, que los consideraban como su más valiosa posesión. En las Islas Lofoten (Noruega), algunos barcos de pesca aún siguen fabricándose siguiendo las mismas técnicas.

...........................

(1) Sihab al-Din al-Nuwairi en su obra " de los limites de la instrucción".

(2) " Cronica Albeldense"

Fuentes :

Reinhart, P.A. Dozy, "Los vikingos en España", Polifermo, Madrid, 1987.
Morales Romero, E "Historia de los vikingos en España", Miraguano, Madrid, 2006.

miércoles, 5 de octubre de 2011

La moda en la España del Siglo de Oro (2ª Parte)

Estre ambos sexos no había diferenciación en el gusto por la moda, así los hombres ponían tanto cuidado en su imagen como las mujeres. Dependiendo de la época pasaron de resaltar unas partes de su cuerpo u otras. 

Felipe IV príncipe con el enano Soplillo, por Rodrigo de Villandrando (1620)

1 - Lechuguilla de gran tamaño que dignifica la figura.
2 - Capa de terciopelo negro y seda brocada.
3 - Ropilla de tisú blanco con bordados de oro.
4 - Puños de encaje rizado.
5 - Sombrero con adorno de joyas y una gran pluma.
6 - Calzas abombadas por encima de la rodilla.
7 - Medias de seda blancas ajustadas.
8 - Zapatos picados con lazos.
 
 
En la España del Siglo de Oro se daba mucha importancia a los grandes sombreros de ala, adornados con plumas, la entrepierna centrará también la mirada de la época con la introducción de la bragueta (en forma de saquito de tela forrada que se sujetaba en la parte delantera de las calzas y que podía sobresalir de éstas) y las cintas decorativas. Más de un eclesiástico pondría el grito en el cielo por ese motivo :

"¿puede llegar el traje a más desorden que al que ha llegado en estos tiempos?, ¿qué más incentivo de lujuria que ver a las mujeres con una saya abierta por delante?, ¿qué más incentivo que ver a los hombres con unos calzones tan ajustados? Que en la misma estrechez manifiesta la forma del muslo y algo más que por decencia callo”

"¿No acaso a vuestros mantos de infierno llamáis mantos de humo?, pues cuando sale por las calles una de estas mujeres con manto de humo, es señal que hay dentro de ella gran fuego, y está como una casa, que cuando el humo arroja por fuera, se está ardiendo en llamas por dentro. Qué mayor infierno que unos zapatos de polevi o palillo, con tanta profanidad que los adornan en tafetán, cairelados y cosidos con hilo de oro y seda?".”

“los hombres, con tanta vileza para la nación española, se han quitado el bigote y el pelo, poniéndose cabelleras postizas (…) no como cuando la nación española se hacía temer y respetar" (…) “antes, le daba a un hombre la vuelta con el bigote a la oreja, y se ataba el extremo de la barba a la pretina, y más miedo causaban con echar la mano a la barba que hoy con sacar la espada". (1)


Las calzas eran otro elemento muy valorado en el vestuario masculino español, cubrían el muslo y la pierna y fueron evolucionando con el tiempo  a formas más sofisticadas. En tiempos de Felipe II estaban “acuchilladas” es decir, tenían aberturas que mostraban otra tela de distinto color, y bajo su antecesor adoptaron una característica forma abombada. Más tarde las calzas se sustituyen por medias de seda negra o hilo, sujetas con ligas, que tapan otras medias blancas interiores. Los que no podían pagárselas imaginaban curiosas trazas para imitarlas, como un personaje de la novela “El Buscón” de nuestro Quevedo :


“Desarrebozóse y hallé que debajo de la sotana traía gran bulto. Yo pensé que eran calzas, porque eran a modo de ellas, cuando él, para entrarse a espulgar (limpiarse de pulgas o piojos), se arremangó y vi que eran dos rodajas de cartón que traía atadas a la cintura y encajadas en los muslos, de suerte que hacían apariencia debajo del luto, porque el tal no traía camisa ni gregüescos (un tipo de calzas) , que apenas tenía que espulgar, según andaba desnudo” (2)

La capa siguió siendo una prenda muy importante en el vestuario masculino y de gran valor material, incluso había ladrones especializados en robarlas, llamados capeadores. En referencia a esto, un poeta llegó a decir
“Que maten por una capa
Que no saben si es de paño
de Segovia”
(es decir de un tejido vulgar y no de una tela cara) (3)

En cuanto al vestuario femenino, también evolucionó durante el Siglo de Oro y fue elemento importantísimo en el arte de la seducción. Lope de Vega escribió :


"No la imagines vestida
con tan linda proporción
de cintura, en el balcón
de unos chapines subida.
Toda es vana arquitectura;
porque dijo un sabio un día
que a los sastres se debía
la mitad de la hermosura."  (4)

 
Mariana de Austria.Este retrato se realizó entre 1652 y 1653, el autor es Diego Velázquez.

1 - Peluca de tirabuzones a dos lados con lazos rojos.
2 - Tocado de plumas jaspeadas.

3 - Valona sobre los hombros.
4 - Brazaletes y lazos ceñidos a las muñecas.
5 - Cuerpo dorado terminado en grandes faldones.
6 - Pañuelo blanco de seda con encaje.
7 -Basquiña, colocada sobre el guardainfante.
 
El vestido se combinaría con joyas y eran usuales las cuchilladas en cuerpo y mangas, se utilizaban suntuosos tejidos: encaje, tafetán, terciopelo, brocados…

Desde el XVI se impuso la moda del verdugado (enaguas armadas con aros de alambre o madera que se acampanaban hacia abajo) sobre el que se colocaban diferentes tipos de faldas como la pollera, el guardapiés o el faldellín. En la década de 1630 triunfaron, como ya vimos, los enormes y suntuosos guardainfantes y estos evolucionaron hacia otras formas como los tontillos.

A la izquierda, la reina Margarita de Austria en 1609 luciendo una lechuguilla del XVII. A la derecha Doña Inés de Zúñiga, condesa de Monterrey en 1660, con valona escotada.

El maquillaje fue usado con generosidad; coloretes, afeites, emplastos, etc. Cubren desde la parte inferior de los ojos hasta las orejas, cuello, escote y manos, sobre todo de nobles damas solimán, pues la piel morena o tostada daba a entender que el individuo trabajaba y no llevaba una vida ociosa y regalada, como era el ideal de vida. Perfumes y aguas (de azahar, cordobesa o de rosas) se usaban con abundancia, para disimular los olores. 

Los libros de José Deleito y Piñuela, referentes a la época de Felipe IV, nos dan interesantes datos sobre la higiene y la perfumería en estos tiempos :

"En un tocador elegante no podían faltar agua de rosas y de azahar, jaboncillo de Venecia, aceite de estoraque, de benjuí, de violetas, de piñones y de altramuces; cañutillo de albayalde, solimán labrado para blanquear el cutis, tuétano de corzo, pastillas olorosas, y otros ingredientes guardados en salserillas."

Aún así, la moda femenina era más recatada que la masculina, pues el busto estaba aprisionado por una suerte de corsé llamado “cartón de pecho” que ocultaba las formas femeninas, y en 1639 se llegó a prohibir incluso el escote.
Madame d'Aulnoy escribiría :

"La carencia de pechos es otra de las condiciones que aquí determinan una belleza femenil, y las mujeres cuidan mucho de que su cuerpo no tome formas abultadas. Cuando los pechos empiezan a desarrollarse, los cubren con delgadas laminillas de plomo, y se fajan, como se faja a los recién nacidos."

El vestido de los humildes.

No todo el mundo tenía medios para seguir los dictámenes de la moda de la época, además los trajes no eran baratos, pues aunque se podían comprar ya hechos, lo normal en la gente adinerada es que se los hicieran a medida. Eran constantes las quejas por el tiempo que los sastres tardaban en fabricar las prendas y en ocasiones por la calidad de las telas y sobre todo por el precio que cobraban. Los poetas también recogieron estas críticas y alguno señalaba :

“Vendrá la circuncisión
 de la ropa y medrarás;
 mas el pronóstico llevo.
 De seis sastres me contaban
 que solamente cenaban
 entre todos seis un huevo
y que cada cual metía
su aguja en vez de cuchar.” (5)

(Velázquez, La comida (1619) Óleo sobre lienzo. 96 x 112 cm. Szépmüvészeti Múzeum. Budapest)

Los que no podían costearse galas y ornatos lujosos, se contentaban con un vestido sencillo, compuesto de camisa amplia de lino o algodón, jubón terminado en pico con formas acuchilladas en las mangas, calzas cortas o bien a media pierna, medias de lana que se sujetaban con jarreteras (una especie de ligas).

Por su parte las mujeres humildes y de clase media vestían faldas largas, y sin adornos, combinadas con blusas o camisas sencillas.

Normalmente se llevaba una pañoleta que cubría los hombros y se anudaba sobre el pecho. En épocas de frío, un manto de paño o lana proporcionaba algo de calor. Pese a su sencillez, hay que destacar que el vestido popular no se mantuvo al margen de las modas aristocráticas y por ello es así que se inspiraron muchos de los trajes regionales de la época moderna.


Fin.

(1) Fray Antonio de Ezcaray, predicador de su Majestad, y Apostólico del Colegio, y Misión de Propaganda Fide de las indias Occidentales de la ciudad de Santiago de Querétaro. “Voces del dolor, nacidas de la multitud de pecados que se cometen por los trajes profanos, afeites, escotados y culpables ornatos, que en estos miserables tiempos y en los anteriores ha introducido el infernal Dragón para destruir y acabar con las almas, que con su preciosísima sangre redimió nuestro amantísimo Jesús” 1691.

(2) La vida del Buscón (o Historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos; ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños) es una novela picaresca en castellano, escrita por Francisco de Quevedo.

(3) Tesoro de los romanceros y cancioneros españoles, históricos, caballerescos ... editado por Eugenio de Ochoa

(4) El perro del hortelano (Cap. I), Lope de Vega

(5) Tirso de Molina en su obra "Santo y Sastre"

Fuentes :

» de Sousa, Francisco : “Introducción a la historia de la indumentaria en España”. Itsmo, Madrid, 2007.
» Dos Guimaraes, Isabel y García, Máximo: "Portas adentro: comer, vestir y habitar en la Península Ibérica". Universidad de Valladolid, 2011.
» Ruis Ortiz, María : "Vestirse a la moda en la España del Siglo de Oro". National Geographic.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

La moda en la España del Siglo de Oro (1ª Parte)

La moda en el Siglo XVII no era algo banal, se convirtió en una obsesión para una sociedad que ante todo valoraba la apariencia. Ya en nuestra novela El Lazarillo de Tormes hay un pasaje donde se describe perfectamente esta circunstancia, el amo del lazarillo, un hidalgo venido a menos, que cada mañana repetía el mismo ritual a pesar de no tener apenas qué comer y mucho menos con qué pagar a su criado, y que a pesar de todo nunca salía a la calle si no era vestido con toda la elegancia que podía aparentar :

"con un paso sosegado y el cuerpo derecho, haciendo con él y con la cabeza muy gentiles meneos, echando el cabo de la capa sobre el hombro y a veces so el brazo, y poniendo la mano derecha en el costado, salió por la puerta (...) Y súbese por la calle arriba con tan gentil semblante y continente, que quien no le conociera pensara ser muy cercano pariente al conde de Arcos, o a lo menos camarero que le daba de vestir"

"!Grandes secretos son, Señor, los que vos hacéis y las gentes ignoran! ¿A quién no engañará aquella buena disposición y razonable capa y sayo y quien pensará que aquel gentil hombre se paso ayer todo el día sin comer, con aquel mendrugo de pan que su criado Lázaro trujo un día y una noche en el arca de su seno"


Este ejemplo ilustra una circunstancia habitual en la España del Siglo de Oro, donde el vestido no era algo utilitario o funcional, ya que expresaba muchas veces la condición social de quien lo vestía, todo el mundo prestaba especial atención a esta circunstancia pues lo que realmente importaba era lo que uno aparentaba, no lo que se era realmente.

Si camináramos por aquellas calles de la España del XVII podríamos identificar la clase social o incluso la profesión de cada individuo de acuerdo con su vestimenta. Por ejemplo los médicos lucían ostentosamente una sortija en el dedo pulgar y llevaban el ropaje universitario y la capa. Un juez solía llevar una larga vestidura de paño con vueltas de velludillo (algo similar al terciopelo), llamada garnacha, y se cubría con un birrete.

Los soldados, aunque carecían de un uniforme oficial, se distinguían por sus bigotazos, sus espadas, puñales o pistolas y sus sombreros emplumados.

(El socorro de Génova por el marqués de Santa Cruz (detalle) Conmemora una de las primeras victorias de Felipe IV. En 1625, la república de Génova, tradicionalmente aliada de España, fue ocupada por las tropas francesas del duque de Saboya, que sometieron a la ciudad a un duro asedio. La escuadra española, comandada por el general don Álvaro de Bazán, segundo marqués de Santa Cruz, liberó la plaza y devolvió a Génova su soberanía. Vemos aquí algunos ejemplos de vestimenta de un oficial, con los típicos mostachos, el sombrero emplumado, espada y la cruz de una orden militar en el pecho, podemos distinguir la verde de Calatrava y la roja de Santiago. Merece la pena pinchar sobre la imagen para verla en detalle)

El problema se presentaba cuando alguien se vestía como no le correspondía, imitando la moda de las clases superiores. Tirso de Molina, en una de sus obras de teatro, hablaba de que hasta un simple zapatero en vez de vestirse con cordobán (tejido basto de piel de cabra curtida) llevara ropa de gorgorán, es decir, de seda, o que una mulata se vistiera con paño fino de Sevilla. Para él, todo aquello era señal de la decadencia del país.

El gusto por el lucimiento llevó a cambios constantes en la forma de vestir. Esto era palpable sobre todo en la corte de Madrid, capital de la monarquía y del imperio, donde nobles y damas de la corte inventaban constantemente nuevas modas en la indumentaria que rapidamente alcanzaban gran difusión.

A comienzos del siglo XVII, el traje nacional, sobrio y de color negro que tantas veces lució el rey Felipe II en sus retratos dio paso a una moda completamente diferente ya durante el reinado de Felipe III, su sucesor, dando paso a los colores brillantes y a prendas de gran lucimiento. 

(Felipe III y Felipe IV vemos claramente el regreso hacia la sobriedad en la vestimenta) 
 
Con la llegada al trono de Felipe IV los colores de nuevo se apagaron y se volvió al negro. En 1623 se prohibió incluso el huso de la llamada lechuguilla (cuello exagerado en forma de gran abanico) para dar paso a la valona, cuello grande y plano que caía sobre los hombros.

(1557 el príncipe Don Carlos a la izquierda con cuello de lechuguilla del XVI, retratado por Sánchez Coello. A la derecha Felipe IV con una valona masculina, por diego Velázquez en 1632)

Ya durante el reinado de Carlos II, la moda española comienza a verse influida por la francesa y poco a poco se va consolidando el estilo de vestir francés, en unos años en que la monarquía absoluta de Luis XIV, el Rey Sol, goza del máximo prestigio en toda Europa. La moda francesa se caracterizaba por unas líneas más simples que contrastaban con la abundancia de hermosos adornos y telas estampadas.

La indumentaria femenina también sufre estos cambios, tiende a liberarse de la incomodidad impuesta por la moda anterior, desapareciendo así las anchas faldas sostenidas por el llamado guardainfante (armazón interior que las ahuecaba) y se reemplaza por el llamado tontillo que era una especie de faldellín o guardapiés que usaban las mujeres con aros de ballena o de otra materia puesta a trechos para que ahuecase el resto de la ropa. Se popularizó en España en la segunda mitad del siglo XVII bajo el reinado de Carlos II. El escote también se amplía y deja al descubierto el cuello e incluso los hombros. Se libera la melena y cae en trenzas o tirabuzones sobre la espalda.

(Velázquez retrató a la infanta María Teresa con guardainfante. Se realizaba con alambres y con cintas.Utilizado en la cintura por las mujeres españolas de los siglos XVI y XVII. Sobre el mismo, se vestía la basquiña. El guardainfante se denominaba así porque permitía ocultar los embarazos)

(María Luisa de Parma con tontillo (Goya, 1789). Aunque no pertenece a la España del Siglo de Oro, sí nos sirve para mostrar un ejemplo de Tontillo. Su uso se extendió hasta la segunda mitad del siglo XVIII. Las mujeres llevaban el tontillo junto con el jubón y la basquiña una falda exterior con pliegues en las caderas. Se situaba debajo de la misma y sobre un buen número de enaguas)

El pie femenino es, en la España del Siglo de Oro, el último reducto a ceder por la dama ante el galanteo del caballero. Gustan los pies pequeños y gráciles, que se ocultan en chapines, una especie de chanclas muy elevadas con suela de madera y forradas de cordobán. Su misión era doble: ocultaban el pie en su interior y protegían a los zapatos del barro y la suciedad de la calle.

En el traje masculino destacará posteriormente la casaca cuyas bocamangas se adornarán con lujosas vueltas y encajes. En el cuello de los hombres, la golilla cede su puesto al pañuelo y la corbata, que conjunta mejor con el alargamiento de la melena y el uso de la peluca.

(Retrato de Felipe V, por Jean Ranc (1723). Vemos los encajes en los puños, la peluca y el pañuelo en el cuello. Los Borbones cambiaron definitivamente la moda de la corte de Madrid introduciendo definitivamente la moda francesa)

(Continuará...)

Fuentes :

» de Sousa, Francisco : “Introducción a la historia de la indumentaria en España”. Itsmo, Madrid, 2007.
» Dos Guimaraes, Isabel y García, Máximo: "Portas adentro: comer, vestir y habitar en la Península Ibérica". Universidad de Valladolid, 2011.
» Ruis Ortiz, María : "Vestirse a la moda en la España del Siglo de Oro". National Geographic.
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