miércoles, 28 de septiembre de 2011

La moda en la España del Siglo de Oro (1ª Parte)

La moda en el Siglo XVII no era algo banal, se convirtió en una obsesión para una sociedad que ante todo valoraba la apariencia. Ya en nuestra novela El Lazarillo de Tormes hay un pasaje donde se describe perfectamente esta circunstancia, el amo del lazarillo, un hidalgo venido a menos, que cada mañana repetía el mismo ritual a pesar de no tener apenas qué comer y mucho menos con qué pagar a su criado, y que a pesar de todo nunca salía a la calle si no era vestido con toda la elegancia que podía aparentar :

"con un paso sosegado y el cuerpo derecho, haciendo con él y con la cabeza muy gentiles meneos, echando el cabo de la capa sobre el hombro y a veces so el brazo, y poniendo la mano derecha en el costado, salió por la puerta (...) Y súbese por la calle arriba con tan gentil semblante y continente, que quien no le conociera pensara ser muy cercano pariente al conde de Arcos, o a lo menos camarero que le daba de vestir"

"!Grandes secretos son, Señor, los que vos hacéis y las gentes ignoran! ¿A quién no engañará aquella buena disposición y razonable capa y sayo y quien pensará que aquel gentil hombre se paso ayer todo el día sin comer, con aquel mendrugo de pan que su criado Lázaro trujo un día y una noche en el arca de su seno"


Este ejemplo ilustra una circunstancia habitual en la España del Siglo de Oro, donde el vestido no era algo utilitario o funcional, ya que expresaba muchas veces la condición social de quien lo vestía, todo el mundo prestaba especial atención a esta circunstancia pues lo que realmente importaba era lo que uno aparentaba, no lo que se era realmente.

Si camináramos por aquellas calles de la España del XVII podríamos identificar la clase social o incluso la profesión de cada individuo de acuerdo con su vestimenta. Por ejemplo los médicos lucían ostentosamente una sortija en el dedo pulgar y llevaban el ropaje universitario y la capa. Un juez solía llevar una larga vestidura de paño con vueltas de velludillo (algo similar al terciopelo), llamada garnacha, y se cubría con un birrete.

Los soldados, aunque carecían de un uniforme oficial, se distinguían por sus bigotazos, sus espadas, puñales o pistolas y sus sombreros emplumados.

(El socorro de Génova por el marqués de Santa Cruz (detalle) Conmemora una de las primeras victorias de Felipe IV. En 1625, la república de Génova, tradicionalmente aliada de España, fue ocupada por las tropas francesas del duque de Saboya, que sometieron a la ciudad a un duro asedio. La escuadra española, comandada por el general don Álvaro de Bazán, segundo marqués de Santa Cruz, liberó la plaza y devolvió a Génova su soberanía. Vemos aquí algunos ejemplos de vestimenta de un oficial, con los típicos mostachos, el sombrero emplumado, espada y la cruz de una orden militar en el pecho, podemos distinguir la verde de Calatrava y la roja de Santiago. Merece la pena pinchar sobre la imagen para verla en detalle)

El problema se presentaba cuando alguien se vestía como no le correspondía, imitando la moda de las clases superiores. Tirso de Molina, en una de sus obras de teatro, hablaba de que hasta un simple zapatero en vez de vestirse con cordobán (tejido basto de piel de cabra curtida) llevara ropa de gorgorán, es decir, de seda, o que una mulata se vistiera con paño fino de Sevilla. Para él, todo aquello era señal de la decadencia del país.

El gusto por el lucimiento llevó a cambios constantes en la forma de vestir. Esto era palpable sobre todo en la corte de Madrid, capital de la monarquía y del imperio, donde nobles y damas de la corte inventaban constantemente nuevas modas en la indumentaria que rapidamente alcanzaban gran difusión.

A comienzos del siglo XVII, el traje nacional, sobrio y de color negro que tantas veces lució el rey Felipe II en sus retratos dio paso a una moda completamente diferente ya durante el reinado de Felipe III, su sucesor, dando paso a los colores brillantes y a prendas de gran lucimiento. 

(Felipe III y Felipe IV vemos claramente el regreso hacia la sobriedad en la vestimenta) 
 
Con la llegada al trono de Felipe IV los colores de nuevo se apagaron y se volvió al negro. En 1623 se prohibió incluso el huso de la llamada lechuguilla (cuello exagerado en forma de gran abanico) para dar paso a la valona, cuello grande y plano que caía sobre los hombros.

(1557 el príncipe Don Carlos a la izquierda con cuello de lechuguilla del XVI, retratado por Sánchez Coello. A la derecha Felipe IV con una valona masculina, por diego Velázquez en 1632)

Ya durante el reinado de Carlos II, la moda española comienza a verse influida por la francesa y poco a poco se va consolidando el estilo de vestir francés, en unos años en que la monarquía absoluta de Luis XIV, el Rey Sol, goza del máximo prestigio en toda Europa. La moda francesa se caracterizaba por unas líneas más simples que contrastaban con la abundancia de hermosos adornos y telas estampadas.

La indumentaria femenina también sufre estos cambios, tiende a liberarse de la incomodidad impuesta por la moda anterior, desapareciendo así las anchas faldas sostenidas por el llamado guardainfante (armazón interior que las ahuecaba) y se reemplaza por el llamado tontillo que era una especie de faldellín o guardapiés que usaban las mujeres con aros de ballena o de otra materia puesta a trechos para que ahuecase el resto de la ropa. Se popularizó en España en la segunda mitad del siglo XVII bajo el reinado de Carlos II. El escote también se amplía y deja al descubierto el cuello e incluso los hombros. Se libera la melena y cae en trenzas o tirabuzones sobre la espalda.

(Velázquez retrató a la infanta María Teresa con guardainfante. Se realizaba con alambres y con cintas.Utilizado en la cintura por las mujeres españolas de los siglos XVI y XVII. Sobre el mismo, se vestía la basquiña. El guardainfante se denominaba así porque permitía ocultar los embarazos)

(María Luisa de Parma con tontillo (Goya, 1789). Aunque no pertenece a la España del Siglo de Oro, sí nos sirve para mostrar un ejemplo de Tontillo. Su uso se extendió hasta la segunda mitad del siglo XVIII. Las mujeres llevaban el tontillo junto con el jubón y la basquiña una falda exterior con pliegues en las caderas. Se situaba debajo de la misma y sobre un buen número de enaguas)

El pie femenino es, en la España del Siglo de Oro, el último reducto a ceder por la dama ante el galanteo del caballero. Gustan los pies pequeños y gráciles, que se ocultan en chapines, una especie de chanclas muy elevadas con suela de madera y forradas de cordobán. Su misión era doble: ocultaban el pie en su interior y protegían a los zapatos del barro y la suciedad de la calle.

En el traje masculino destacará posteriormente la casaca cuyas bocamangas se adornarán con lujosas vueltas y encajes. En el cuello de los hombres, la golilla cede su puesto al pañuelo y la corbata, que conjunta mejor con el alargamiento de la melena y el uso de la peluca.

(Retrato de Felipe V, por Jean Ranc (1723). Vemos los encajes en los puños, la peluca y el pañuelo en el cuello. Los Borbones cambiaron definitivamente la moda de la corte de Madrid introduciendo definitivamente la moda francesa)

(Continuará...)

Fuentes :

» de Sousa, Francisco : “Introducción a la historia de la indumentaria en España”. Itsmo, Madrid, 2007.
» Dos Guimaraes, Isabel y García, Máximo: "Portas adentro: comer, vestir y habitar en la Península Ibérica". Universidad de Valladolid, 2011.
» Ruis Ortiz, María : "Vestirse a la moda en la España del Siglo de Oro". National Geographic.

martes, 20 de septiembre de 2011

El nacimiento de la Inquisición en España (2ª Parte)


Los primeros autos de fe :

Un cronista refiere que luego, en las semanas que siguieron al apresamiento :

“fueron apresados algunos de los más honrados e de los más ricos regidores e jurados, e bachilleres e letrados e hombres de mucho favor”.

Descabezados sus líderes, los conversos sevillanos fueron presa del miedo y, muy pronto, de la Inquisición. La única reacción posible, descartado un motín, era la huida. La peste que asoló la ciudad en las primeras semanas del año 1481 la favoreció más aún. Sin embargo, ni la epidemia detuvo el ardor de los inquisidores.

El 6 de febrero de 1481, éstos mandaron celebrar el primer auto de fe de la nueva Inquisición real en el paraje de Tablada, al sur de la ciudad, donde fueron quemadas seis personas (hombres y mujeres).

(Tomás de Torquemada, Valladolid, 1420 - Ávila, 16 de septiembre de 1498. Fue el Inquisidor General de Castilla y Aragón en el siglo XV y confesor de la reina Isabel la Católica. Gran artífice del Edicto de Granada, que ordenó la proscripción de todos los judíos de España para el 2 de agosto de 1492. Se le ha llamado «el martillo de los herejes, la luz de España, el salvador de su país, el honor de su orden».Hernando del Pulgar, historiador de la época, al escribir acerca de Juan de Torquemada (tío del inquisidor), dijo que "sus aguelos fueron de linage de los convertidos a nuestra santa fe católica" en su libro "Claros varones de Castilla")

En el auto predicó el celoso fray Alonso de Hojeda, el mismo que había alentado la persecución y que desaparecería víctima de la peste a los pocos días, signo, según quisieron ver algunos, de la indignación divina. La peste fue ocasión para que los inquisidores establecieran el tribunal en un lugar de aires más puros: Aracena, en la actual provincia de Huelva, donde prosiguieron la persecución, pues prendieron y sentenciaron a veintitrés personas. Condenadas por judaizar, fueron quemadas en el auto de fe que tuvo lugar el 23 de julio de 1481, a la vista de muchos nobles sevillanos huidos de la peste y del numeroso gentío de la villa y sus aldeas. Pasada la epidemia, los inquisidores regresaron a Sevilla y con ellos los temores de la comunidad conversa. Los autos de fe continuarían sin descanso.

A Pedro Fernández Benadeva le llegó el turno en el tercer auto que tuvo lugar en Sevilla, el 21 de abril de 1481. No se le acusaba de rebelión o de traición. Los delitos que le llevaron a la hoguera fueron la herejía por la práctica de los ritos judaicos, el respeto de los sábados, el consumo de carne de la carnicería de los judíos y de pan cenceño (ácimo, sin levadura), y consentir que los rabinos fueran a su casa para leer y enseñar. También se le acusaba de materialismo ateo, de no creer en la resurrección y en la inmortalidad por haber proferido públicamente que no había ni hay otra vida, sino la presente de nacer y morir, ni había otro paraíso, sino pasarlo bien en este mundo. 

(Algunos judíos interpretaron que la persecución inquisitorial podría ser un castigo divino, al que seguiría la venida del Mesías, tal como establecía la tradición hebrea. En la imagen el "Auto de Fe" de Francisco Rizi 1683, Museo del Prado, Madrid. Merece la pena pinchar sobre ella para verla con detalle pues se trata de la Plaza Mayor de Madrid con la asistencia del rey Carlos II y de su esposa, María Luisa de Orleáns)

A pesar de que Benadeva negó hasta el final que no fuese fiel cristiano, sobre él cayó todo el peso de la ira justiciera inquisitorial, que incluía la excomunión, la confiscación de bienes (esclavos, casas y fincas rústicas) y la relajación, es decir, la entrega del reo a la jurisdicción civil para que ejecutara la pena capital. Su dramática muerte causó regocijo en buena parte de la población, hasta el punto de que años después de su desaparición se recitaban en Sevilla canciones alusivas a su muerte en la hoguera.

Muchos otros conversos siguieron la misma suerte. Hechos los primeros escarmientos, los inquisidores, que habían situado su cárcel en el castillo de Triana, promulgaron a finales de mayo de 1482 un edicto de gracia por el que se garantizaba el perdón a aquellos que confesaran sus culpas en un plazo de dos meses. Mientras se agotaba, la cárcel fue llenándose de judeoconversos.

Las hogueras no se apagan

Al año siguiente, 1483, continuaron los autos de fe. Fue tremendo el que se celebró el 16 de mayo, en el que se quemó a cuarenta y siete conversos entre hombres y mujeres (perecieron familias enteras), incluidos algunos clérigos. En 1484 se encendieron más hogueras. El 2 de mayo, más de un centenar de conversos reconciliados (perdonados por la Iglesia) y casi el doble de mujeres fueron sacados en procesión desde la iglesia de San Salvador hasta el monasterio de San Pablo, vestidos con sambenitos (los escapularios donde se escribían sus delitos); el domingo siguiente sucedió otro tanto.

(El sambenito es una prenda utilizada originalmente por los penitentes católicos para mostrar público arrepentimiento por sus pecados, y más adelante por la Inquisición para humillar a los condenados por delitos religiosos. En origen se trataba un saco de lana bendecido por el cura, de donde viene el nombre de saco bendito que da lugar a sambenito por asimilación fonética con San Benito. El sambenito usado por la Inquisición era una especie de gran escapulario con forma de poncho. Estaba hecho con una tela rectangular con un agujero para pasar la cabeza, que una vez puesta le llegaba al condenado hasta poco más abajo de la cintura por el frente y por la espalda, dejando los hombros al descubierto. Esta imagen es de un grabado de Goya)

Cuando los Reyes Católicos volvieron a Sevilla en octubre de 1484, la ciudad estaba hundida en la pobreza y diezmada por la peste, por la represión inquisitorial y por las confiscaciones. Para entonces ya se habían constituido tribunales en Córdoba, Jaén y Ciudad Real, reunidos todos bajo la presidencia de fray Tomás de Torquemada. Según el inquisidor del tribunal de Sevilla, Diego López de Cortegana, entre 1481 y 1524 hubo 5.000 quemados y 20.000 reconciliados en la ciudad y su distrito. Durante el mandato de Torquemada aumentaron los tribunales por toda Castilla y también las condenas a la hoguera.

Quedó en el ánimo de muchos si el camino para la conversión era la fuerza o la predicación. Pero no hubo debate, sino más de tres siglos de represión de cualquier disidencia religiosa o moral, detrás de la cual se escondió la avaricia y la envidia de muchos inquisidores que actuaron, según denunció un cronista:

“Sin autoridad de la Iglesia y con precipitación de consejo”.
 
Curiosidades :

» El sambenito solía llevar, como decoración, motivos que aludían a la condena: una cruz de San Andrés en el caso de los delitos leves, demonios y llamas en los delitos más graves que se castigaban con la muerte en la hoguera. Muchas veces llevaban escrito el nombre del condenado. El sambenito a menudo era expuesto públicamente tras la ejecución de la sentencia para que sirviera de memoria y ejemplo.

» La Inquisición vigiló la vida de cada individuo en España con gran minuciosidad. Cualquier persona mayor de 12 años (en el caso de las niñas) o de 14 (en el caso de los niños) era considerada completamente responsable por la Inquisición.

» Las autoridades eclesiásticas nunca ejecutaban a los condenados. Se procedía a la "relajación al brazo secular" es decir se entregaba al reo al poder civil para que éste llevara a cabo la ejecución. A los huidos se les ejecutaba en efigie, es decir se quemaban una figura que los representaba. También se llegó a quemar los cadáveres de los herejes ya fallecidos.

» El medio más seguro de evitar los castigos del Santo oficio era aprovechar el periodo de gracia, que era generalmente de 30 días, en que los inquisidores ofrecían a través del "edicto de gracia" una oportunidad para que los conversos confesaran sus faltas. En 1486, en Toledo,  fueron así reconciliadas nada menos que 4300 personas.

» En Sevilla, el establecimiento de la Inquisición, provocó una desbandada de conversos, los cronistas hablan de unas 3000 familias que marcharon a Portugal, Francia o el norte de África. Su ejemplo se extendió a otras ciudades españolas como Barcelona, donde en 1485 al saberse que el Santo Oficio iba a implantar un tribunal hubo un éxodo de todas las familias de conversos llevando consigo "Todas las pecunias que tenían en esta ciudad para trasportarlas a otros reinos".

» Los autos solían realizarse en un espacio público de grandes dimensiones (en la plaza mayor de la ciudad, frecuentemente), generalmente en días festivos. Los rituales relacionados con el auto empezaban ya la noche anterior (la llamada "procesión de la Cruz Verde") y duraban a veces el día entero. El último auto de fe público tuvo lugar en el año 1826 donde el maestro de Ruzafa, Cayetano Ripoll, fue condenado a ser ejecutado en la horca y quemado después, en Valencia por hereje. Pero como ya en aquellos tiempos no se consentía tan horrible espectáculo, la sentencia dispuso que no fuese quemado de forma real, sino que las llamas se pintaran en un cubo, dentro del cual estaría el cadáver, el cual sería arrojado al río.

Fuentes :

» Gil, Juan: “Los conversos y la inquisición sevillana”. Fundación El Monte, Sevilla, 2000.
» Martínez Millán, José: "La Inquisición española". Alianza, Madrid, 2007.
» Kamen, Henry. "La Inquisición española". Crítica, Barcelona, 2011.
» Nuñez Roldán, Francisco. “El nacimiento de la Inquisición”. National Geographic. 
» Sefardíes.es : http://sefardies.es

viernes, 16 de septiembre de 2011

España Eterna cumple 1 año. Premio Fidelitas

En agradecimiento a los fieles amigos de este humilde blog que, con vuestras entradas y comentarios, enriquecéis este rincón de la Historia de España semana tras semana desde hace ya 1 año.

Me complace enormemente otorgaros este premio Fidelitas. Si tenéis a bien colocarlo en las vitrinas de vuestros blogs, me sentiré muy honrado.

Gracias por vuestra fidelidad, estos son los blogs ganadores :

domingo, 11 de septiembre de 2011

El nacimiento de la Inquisición en España (1ª Parte)

El 1 de noviembre de 1478, el papa Sixto IV, a petición de los Reyes Católicos, concede la bula que autoriza la fundación de la Inquisición en Castilla. Nadie imaginaría entonces la enorme trascendencia que esta decisión tendría en la historia y cultura de España. La iglesia ya había establecido desde el siglo XII tribunales inquisitoriales que perseguían delitos contra la Fe por toda la Europa cristiana, pero esta nueva inquisición se distinguía de las medievales en que dependía de la monarquía, lo que la convertiría en un eficaz instrumento político.

(Escudo de la Inquisición. La espada representa el trato a los herejes y la rama de olivo la reconciliación con los arrepentidos. Rodea el escudo la leyenda «EXURGE DOMINE ET JUDICA CAUSAM TUAM. PSALM. 73», que en latín significa "Álzate, oh Dios, a defender tu causa" salmo 73 (74).)

La idea primigenia que alentó la idea de una inquisición se forja en el siglo XIV, cuando muchas juderías españolas sufren los llamados pogromos, las enfurecidas masas de cristianos viejos atacaban a los judíos culpándolos de la miseria cotidiana, alentados por la propaganda antisemita. Muchos judíos se convirtieron forzosamente al cristianismo y aceptaron el bautismo y la práctica de los ritos cristianos, a estos nuevos cristianos de raiz judía se les llamó cristianos nuevos o conversos, contra estos se fue imponiendo una corriente de opinión que propugnaba su persecución por sospechar que su conversión no había sido sincera y que en secreto seguían practicando sus ritos. Estos conversos por tanto se creía constituían un peligro para la pureza de fe cristiana.

El acoso contra ellos adquirió gran intensidad en Andalucía y particularmente en Sevilla, que poseía una importante minoría conversa. En la década de 1470, el dominico fray Alonso de Hojeda prodigó las predicaciones anticonversas en las que se pedía una intervención inmediata de los reyes para acabar de raiz con aquellos malos cristianos que judaizaban, es decir, que practicaban aún la religión judía en secreto.

(Auto de Fe, de Pedro Berruguete (hacia 1450-1504) En la parte inferior derecha aparecen los condenados, dos de ellos en la hoguera, y otros dos tocados con corozas y cubiertos por sus respectivos sambenitos, en los que se lee "condenado herético", que esperan su turno custodiados por soldados. Es una escena que tuvo lugar a principios del siglo XIII pero el autor toma elementos de su entorno inmediato. Los personajes, perfectamente individualizados, están vestidos a la manera de finales del siglo XV y parecen inspirados en alguno de los autos de fe que se celebraron en Ávila en esos años. Merece la pena pinchar sobre la imagen para verla en detalle)

Hojeda aprovechó los meses que la reina Isabel la Católica residió en Sevilla (entre 1477 y 1478) para aportar supuestas pruebas de que los conversos judaizaban en secreto y demandó una investigación a fondo.

En un principio Isabel y Fernando respondieron con una campaña de predicaciones llevada a cabo por su confesor Hernando de Talavera en las que se invitaba a los conversos a desprenderse definitivamente de los ritos judaicos, pero esta vía fracasó y los reyes decidieron endurecer su postura estableciendo así el primer tribunal de la Inquisición para investigar los casos sospechosos.

(La catedral gótica de Sevilla aún estaba en construcción cuando en 1480 se instaló en la capital andaluza el primer tribunal del Santo Oficio)

En noviembre de 1478, el papa Sixto IV concede la bula para establecer un tribunal inquisitorial en Sevilla. Dos años después los reyes envían a la ciudad andaluza los primeros inquisidores: un asesor jurista de designación real, el doctor Ruiz de Medina y dos dominicos, fray Miguel de Morillo y fray Juan de San Martín, prior del monsterio de San Pablo en Valladolid.

El 11 de noviembre de 1480 el asistente mayor (gobernador) de Sevilla,  Diego de Merlo, presentó ante una sesión del cabildo municipal, la carta de la reina Isabel que ordenaba dar posada a los tres inquisidores, indicando sólo que las cosas que les traían a Sevilla eran :

"cumplideras al servicio real"

Sólo el gobernador sabía que los enviados de los reyes iban a :

"Inquirir y hacer pesquisas contra las personas que no guardan y mantienen nuestra santa Fe"

Y en consecuencia estaba avisado de que podría :

"Acaecer que algunas personas, sabiéndolo, alborotarían y querrían hacer algunos escándalos y alborotos"

La reina por tanto era consciente de que la misión que tenían los inquisidores podría originar una doble reacción: por una lado suscitaría una resistencia violenta por parte de los conversos y por otra provocaría una corriente de huida hacia el reino musulmán de Granada. Para conjurar ambas posibilidades habría que castigar el mal y evitar su contagio mediante una estrategia silenciosa manteniendo en secreto la constitución del tribunal hasta el momento oportuno.

Las previsiones de la reina se cumplieron al pie de la letra. Una vez que el cabildo de Sevilla aceptó el alojamiento de los inquisidores, estos expusieron los motivos de su visita :

"relación largamente de los reyes de hacer pesquisa, y de que ésta era justa y santa, porque los malos fuesen punidos e los buenos bien tratados".

La leyenda cuenta que al poco de saberse todo esto, el poderoso administrador de la hacienda catedralicia, Pedro Fernández Benadeva, el arrendador de aduanas y el mayordomo de la ciudad y otros muchos conversos ricos y poderosos se reunieron a deliberar en la casa de uno de ellos, Diego de Susán. Debatieron acerca de las nuevas amenazas que se cernían sobre ellos y sus prósperos negocios.

Dos posiciones se perfilaron; la que proponía organizar una conjura y defensa armada si la acción inquisitorial se llevaba a efecto o la que prefería mantener la prudencia a la espera de cómo se desarrollaran los acontecimientos. Los reunidos se decantaron finalmente por esta segunda opción, dejando abierta la posibilidad de empuuñar las armas si las circunstancias así lo requirieran (Benadeva disponía en su casa armas suficientes para 100 hombres)

(El gran inquisidor Tomás de Torquemada con los Reyes Católicos Isabel y Fernando en una ilustración de Stefano Bianchetti. Aunque la actuación del Santo Oficio en un principio se limitó a Sevilla, posteriormente se extendió a otras ciudades de Castilla y de Aragón. En todos los lugares la llegada de la Inquisición sembró el terror entre la población conversa, gran parte de la cual optó por huir)

Sin embargo la conjura llegaría a oídos de los inquisidores. Se dijo que fue la hija de uno de los conjurados, concretamente del administrador Pedro Fernández de Benadeva,  la que le confió el secreto a su amante, un cristiano viejo que de inmediato lo denunció a los inquisidores. Éstos respondieron mediante el apresamiento de Benadeva. Con la excusa de que el rey Fernando quería llegar a un acuerdo económico con los judeoconversos de Sevilla, mandaron llamar a Benadeva al convento dominico de San Pablo. éste no dudó en acudir, aunque desconfiado, se hizo acompañar de gente a caballo.. Sin embargo los frailes sólo permitieron entrar en el convento a Benadeva, que llegado frente a los inquisidores, les preguntó :

"¿Qué mandan vuestras paternidades?"

Entonces a una señal convenida, salieron hombres armados por todas partes y lo apresaron. Comenzaba la represión de la conjura, son los primeros pasos de la Inquisición....(Continuará)

Fuentes :

» Gil, Juan: “Los conversos y la inquisición sevillana”. Fundación El Monte, Sevilla, 2000.
» Martínez Millán, José: "La Inquisición española". Alianza, Madrid, 2007.
» Kamen, Henry. "La Inquisición española". Crítica, Barcelona, 2011.
» Nuñez Roldán, Francisco. “El nacimiento de la Inquisición”. National Geographic. 
» Sefardíes.es : http://sefardies.es

domingo, 4 de septiembre de 2011

El descubrimiento de la ruta que unió Asia con América

Las aguas del Océano Pacífico en el siglo XVI siguen siendo unas grandes desconocidas. Numerosos navegantes españoles con más valor que conocimiento, se adentran en ellas y exploran las islas Molucas, las Filipinas y Japón, si bien esta era una zona que por el tratado de Tordesillas supuestamente correspondía exclusivamente a Portugal, no quedaba muy claro por dónde pasaba la linea imaginaria que discurría de norte a sur y que se encontraba a 370 leguas al oeste de Cabo Verde.

Debido a esto, los españoles, que anhelaban el monopolio del comercio de las especias con oriente, comenzaron a expandirse por la región. y enviaron para ello numerosas expediciones como las de García de Loaysa (1525), Alvaro de Saavedra (1528) o López de Villalobos (1543). Todos ellos partieron de la costa de México y se aventuraron en la inmensidad de las desconocidas aguas del Pacífico.

Sin embargo la gran dificultad de este viaje era precisamente la vuelta hacia México pues las corrientes marinas y los vientos hacían imposible el retorno siguiendo la misma ruta, todos los exploradores anteriormente mencionados lo intentaron sin éxito y debieron volver a España por la India y posteriormente siguiendo la costa de Africa.

España por tanto debía buscar una ruta que le permitiera no sólo la llegada a Asia desde América, sino también la ruta de vuelta, es decir una ruta directa que uniera comercialmente las posesiones españolas de América con las de Asia. 


(Andrés Urdaneta nació en la villa de Ordizia (Guipuzkoa) hacia 1508 y murió en Nueva España (Méjico) en 1568. Su padre era Juan Ochoa de Urdaneta y su madre, Gracia de Cerain. El padre de Andrés fue alcalde de Ordizia, por lo menos, en 1511-el gran incendio que en 1512 asoló Ordizia nos impide saber más- y se cree que la madre, perteneciente a un familia con intereses en las ferrerías vascas, podía estar emparentada con Legazpi)

Es aquí donde entra en escena nuestro protagonista, Andrés de Urdaneta, un experimentado navegante guipuzcoano, que ya a los 17 años formaba parte de aquella expedición del explorador García de Loaysa. Entre sus cualidades estaban sus dotes de mando, su espíritu aventurero y su conocimiento de las lenguas indígenas como el malayo. Al haber pasado tanto tiempo en la zona, conocía también la meteorología local y los vientos de modo que se dio cuenta de que la ruta de vuelta a América debía transcurrir por una ruta alternativa aún por descubrir.

Urdaneta regresó a España en 1535 y dos años después marchó a América donde desempeñó diferentes cargos en la administración. Fue en esta época cuando decidió ordenarse fraile agustino, si bien nunca olvidó su espíritu aventurero. Prueba de ello es que decidió reemprender su proyecto y para ello contó con la ayuda del virrey de México, Luis de Velasco, a quién llegó a decirle que haría volver :


"No una nave, sino una carreta"

En 1550, Felipe II acepta la sugerencia de Luis de Velasco de organizar un nuevo viaje por el Pacífico y durante un lustro y bajo máximo secreto, se organizó una armada bajo la supervisión del propio Urdaneta. El mando de la expedición se encomendó a Miguel López de Legazpi y la dirección náutica quedaba en manos de Urdaneta.

El 21 de noviembre de 1564 una flota compuesta por 5 navíos y 380 hombres zarpaba del puerto mexicano de Navidad. Cinco días después Urdaneta abría el pliego que contenía las órdenes del rey, que les conminaba a navegar hasta Filipinas para después intentar la ruta de vuelta a través del Pacífico:

"Lo principal que en esta jornada se pretende es saber la vuelta, pues la ida se sabe que se hace en poco tiempo".

El 21 de enero, Urdaneta anunció la llegada a las islas de los Ladrones (Islas Marianas) y el 13 de febrero, tras navegar 7.623 millas, avistaron por fin las costas de Filipinas. Allí Legazpi fundó la primera población española y la llamó Cebú.



(Los galeones fueron el indtrumento que usó España para el dominio de los océanos, auténticas fortalezas flotantes de gran capacidad de almacenamiento y potencia de fuego. Pintura del siglo XVI de El Escorial)

A partir de este momento, Urdaneta se enfrascó en el estudio de la preparación del tornaviaje, durante 4 meses preparó la nave San Pedro y eligió a los 200 hombres que habrían de acompañarle. Eligió como pilotos a Esteban Rodríguez y a Rodrigo Espinosa (autores de los diarios que fueron fuente fundamental para reconstruir el periplo) y como comandante a Felipe Salcedo, nieto de Legazpi de tan sólo 18 años pero de demostrada lealtad y capacidad. La responsabilidad de la navegación logicamente fue del propio Urdaneta. Consciente del largo e incierto viaje, se embarcaron víveres para ocho o nueve meses.

Zarpó la San Pedro de Cebú el 1 de junio de 1565 y atravesaron las numerosísimas islas que constiyuyen el archipiélago filipino no sin antes fondear en un último islote donde se aprovisionaron de cocos en abundancia antes de hacerse por fin a mar abierto, hacia una ruta nunca antes descubierta.


La nave se perdió en las aguas del Pacífico impulsada por el monzón de verano, rumbo noreste. El día 21 avistaron un farallón del que se apartaron precavidos ante sus peligrosos rompientes, se trataba del Okino Tori a 20º de latitud norte, el piloto lo describió así :



"Parecía un barco que estaba surto" (fondeado, anclado)

Este peligroso peñón, que se asemejaba a una vela, sería el último atisbo de tierra que verían ya hasta llegar a América.


(Última página del Diario de Viaje redactado por A. de Urdaneta)

Urdaneta buscaba alcanzar lo 39º de latitud, según sus cálculos, a esta altura se encontraba una corriente marina (hoy conocida como Kuro-Shivo) que le impulsaría hacia América con ayuda de sus favorables vientos.


Durante la larga y peligrosa travesía, muchos de los tripulantes enfermaron. Urdaneta sin embargo ya había previsto incidentes de este tipo e hizo acopio, antes de la salida, de de legumbres y cocos, fuentes de la vitamina C tan necesaria para prevenir el temible escorbuto, azote de los marineros de la época (la cifra de bajas en la época por el escorbuto solía rondar el 45 % de las tripulaciones) gracias a esto "sólo" murieron el diez por ciento de los tripulantes y no de escorbuto.


(En el mapa podemos ver la ruta de vuelta hacia América también llamada Tornaviaje que podía durar entre 4 y 5 meses debido al rodeo que hacían los galeones hacia el norte, con el fin de seguir la citada corriente de Kuro-Siwo. La línea Manila-Acapulco-Manila fue una de las rutas comerciales más larga de la historia)

El 18 de septiembre avistaron por fin la isla de Santa Rosa en California y finalmente el 8 de octubre de 1565, después de 15 días navegando sin perder la costa, la San Pedro hizo su entrada en Acapulco. Tras de sí quedaban cuatro largos meses de travesía a través de un nuevo camino que uniría Asía con América, el llamado tornaviaje.

La consecuencia de este enorme descubrimiento fue la apertura de la ruta comercial entre Filipinas y América. Desde entonces España se abastecería de especias, sedas, porcelanas y un sinfín de géneros procedentes de la India, China y todo el sureste asiático, mientras exportaba a Asia, telas, municiones y sobre todo metales preciosos. Productos y pasajeros embarcaban una vez al año en Manila arribando a Acapulco tras cuatro o cinco meses a través de la ruta que abrió Urdaneta.


(La iglesia Paoay recuerda la arquitectura azteca. Las paredes de la iglesia son 1,67 metros de espesor y con el apoyo de 24 pilares. Su construcción se inició en 1704 y se terminó en 1894 por los frailes agustinos. Se dice, que su construcción se destina principalmente para resistir terremotos. El diseño de la iglesia es una mezcla con influencia gótica, oriental y Barroco. Con la llegada de Urdaneta y cuatro frailes más se inició la misión agustina en Filipinas)
 
El llamado Galeón de Manila se mantuvo ya en servicio hasta marzo de 1815 cuando zarpó el último barco. Pero la navegación por esta vía continuó hasta que la apertura del Canal de Suez permitiera ir directammente de España hasta Manila en menos de dos meses. Fue por tanto la única ruta existente durante más de dos siglos y medio.


curiosidades :

» La evangelización de las Filipinas, que aún hoy continúa siendo el único país católico de Asia, se originó gracias a Urdaneta y a los otros cuatro frailes agustinos que le acompañaron en la expedición de Legazpi, a los que les indicó que evangelizaran en el idioma nativo.

» Durante el resto de los siglos XVI y XVII, las naves españolas, particularmente el galeón de Manila y demás galeones que recorrían el trayecto Acapulco-Manila-Acapulco, emplearon esta ruta. Una consideración es que durante siglos no descubrieron las islas Hawaii ya que no tuvieron incentivos para explorar y sólo se dedicaron a seguir la ruta conocida.


Fuentes :

Armendáriz, Xabier. “El descubrimiento de la ruta que unió Asia y América”. National Geographic.

 
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