Año 133 a.C., cuatro mil soldados celtíberos, sus mujeres y sus hijos se mueren de hambre tras las murallas de su ciudad, Numancia. Rodeados por 60.000 mil legionarios romanos al mando del general Escipión tienen todas las de perder, pero ¿cómo habían llegado a esa situación?”
Numancia, ciudad de los Arévacos, (tribu prerromana perteneciente a la familia de los celtíberos), situada entre el sistema Ibérico y el valle del Duero. Era ya una de las pocas ciudades que aún permanecían independientes pues ya los romanos habían conquistado y sometido gran parte de la península.
El año 153 a. C., los habitantes de Segeda, capital de los Belos (otra tribu prerromana), dilataba el envío de soldados para servir en el ejército romano, se negaba a pagar impuestos al tiempo que ampliaba las fortificaciones, iniciando la construcción de una nueva muralla. El Senado mandó al cónsul Fulvio Nobilior con un numeroso ejército de 30.000 soldados; el hecho de que se empleara un contingente tan grande hace pensar que se buscaba un objetivo más importante que el de castigar a la pequeña ciudad. La llegada de este gran ejército obligó a los segedenses a abandonar sus casas y sus pertenencias y a refugiarse en territorio de los arévacos, a los que pidieron que mediaran en el conflicto, lo cual no dio ningún resultado. Así, los arévacos se aliaron con los segedenses y, con el caudillo segedense llamado Caro como jefe, se enfrentaron a las tropas romanas, derrotándolas y ocasionando más de 6.000 bajas entre los romanos, pero también la muerte del mismo Caro.
Numancia, ciudad de los Arévacos, (tribu prerromana perteneciente a la familia de los celtíberos), situada entre el sistema Ibérico y el valle del Duero. Era ya una de las pocas ciudades que aún permanecían independientes pues ya los romanos habían conquistado y sometido gran parte de la península.
El año 153 a. C., los habitantes de Segeda, capital de los Belos (otra tribu prerromana), dilataba el envío de soldados para servir en el ejército romano, se negaba a pagar impuestos al tiempo que ampliaba las fortificaciones, iniciando la construcción de una nueva muralla. El Senado mandó al cónsul Fulvio Nobilior con un numeroso ejército de 30.000 soldados; el hecho de que se empleara un contingente tan grande hace pensar que se buscaba un objetivo más importante que el de castigar a la pequeña ciudad. La llegada de este gran ejército obligó a los segedenses a abandonar sus casas y sus pertenencias y a refugiarse en territorio de los arévacos, a los que pidieron que mediaran en el conflicto, lo cual no dio ningún resultado. Así, los arévacos se aliaron con los segedenses y, con el caudillo segedense llamado Caro como jefe, se enfrentaron a las tropas romanas, derrotándolas y ocasionando más de 6.000 bajas entre los romanos, pero también la muerte del mismo Caro.
Soldado Ibero, los arévacos llevarían un armamneto muy similar.
Por aquel entonces Los Arévacos disponían de unos 20.000 soldados a pie y 5.000 jinetes. Las fuerzas de Roma con Fulvio Nobilior comandándolas, empezaron entonces el asedio a la ciudad, para lo que contaba además de con su ejército, con 10 elefantes que el rey númida Masinisa, aliado de Roma, le había enviado.
Estos elefantes fueron los que decantaron la balanza, pues aunque en un principio aterrorizaron a los soldados defensores de Numancia que nunca habían visto semejantes bestias, consiguieron herir a una de ellas que enfurecida se volvió contra sus propias filas sembrando el caos entre las organizadas filas romanas, esto fue aprovechado por los arévacos para atacar e infringir una severa derrota a los romanos con más de 4000 bajas.
Ante esto Roma compró la paz a base de grandes sumas de dinero pues no podía con tantos frentes abiertos, recordemos que Viriato y los Lusitanos también espoleaban al poder de Roma. Esta fue la política que siguieron hasta el 141 ac.
Los elefantes no consiguieron atemorizar a los Numantinos.
En este año, el nuevo cónsul Quinto Pompeyo Aulo, intentó de nuevo el sometimiento de los rebeldes, pero lo único que consiguió fue estrellarse contra las murallas de Numancia y Termancia. Popilio Laenas, el cónsul que le suicedó, atacó en 139 a. C. Numancia, pero tras ser derrotado decidió saquear los campos de cereales de los vacceos para justificar su actividad militar. La ineptitud militar llegó a su punto más alto con Cayo Hostilio Mancino en el 138 a. C., quien atacó a Numancia con más de 20.000 hombres, y al retirarse fue rodeado por los numantinos, menos de 4.000, y tuvo que capitular para salvar su vida y la de los soldados. Los numantinos se limitaron a desarmar al ejército romano a cambio de la paz. Como castigo, la propia Roma le devolvió desnudo con las manos atadas a la espalda ante las murallas de Numancia para que los arévacos hicieran lo que quisieran con él.
La suerte que corrió Mancino, hizo que los posteriores cónsules se lo pensaran mucho e incluso desistieran de volver a atacar en muchos años este reducto rebelde.
Finalmenre Roma se reorganizó y quiso vengarse de tantas afrentas sufridas en el campo de batalla y pensó en enviar a su mejor soldado y estratega, Publio Cornelio Escipión, nieto adoptivo del vencedor de Cartago, el otro Publio Cornelio Escipión "el Africano", y por eso le llamaban "El africano menor".
Publio Cornelio Escipión,
Escipión comenzó, al llegar a la península, por someter al ejército allí desplegado a un durísimo entrenamiento. Desterró a todos los mercaderes, rameras, adivinos y agoreros, a quienes los soldados consternados en tantos infortunios daban demasiado crédito; expulsó a los criados, vendió carros, equipajes y acémilas, conservando las puramente necesarias; prohibió ir en bestia en las marchas. Poco después llegaba a su campamento el rey númida Yugurta con 15.000 hombres de refuerzo. Cuando tuvo moralizado a su ejército, sumiso y hecho al trabajo y a la fatiga, trasladó su campo cerca de Numancia, cuidando de no dividir sus fuerzas, como hicieron otros.
En octubre del 134 a. C., Escipión tomó posiciones enfrente de Numancia a la que no dio opción de pelear. Cauto y sagaz, Escipión concibió el plan de guerra de reducir, cercar y sitiar a los numantinos, hasta que faltos de fuerza se rindieran. Así, para quitarles apoyo y favor de otros pueblos, se dirigió primeramente contra los vácceos a quienes los numantinos compraban víveres, arrasó sus campos, recogió lo que pudo para la manutención de sus tropas y amontonando lo demás, le prendió fuego.
Comenzó un cerco estricto, construyendo primero fosos, empalizadas y terraplenes para proteger a sus soldados, además de levantar un muro de 9 km, de ocho pies de ancho y diez de alto, con torres a 30,85 m de distancia unas de otras, que rodeaban la ciudad y que estaba vigilado por siete campamentos. Las torres contaban con catapultas, ballestas y otras máquinas; aprovisionó las almenas de piedras y dardos, y en el muro se instalaron arqueros y honderos. También utilizó un sistema de señales, muy desarrollado para la época, que permitía trasladar tropas a cualquier lugar que pudiera estar en peligro.
En octubre del 134 a. C., Escipión tomó posiciones enfrente de Numancia a la que no dio opción de pelear. Cauto y sagaz, Escipión concibió el plan de guerra de reducir, cercar y sitiar a los numantinos, hasta que faltos de fuerza se rindieran. Así, para quitarles apoyo y favor de otros pueblos, se dirigió primeramente contra los vácceos a quienes los numantinos compraban víveres, arrasó sus campos, recogió lo que pudo para la manutención de sus tropas y amontonando lo demás, le prendió fuego.
Comenzó un cerco estricto, construyendo primero fosos, empalizadas y terraplenes para proteger a sus soldados, además de levantar un muro de 9 km, de ocho pies de ancho y diez de alto, con torres a 30,85 m de distancia unas de otras, que rodeaban la ciudad y que estaba vigilado por siete campamentos. Las torres contaban con catapultas, ballestas y otras máquinas; aprovisionó las almenas de piedras y dardos, y en el muro se instalaron arqueros y honderos. También utilizó un sistema de señales, muy desarrollado para la época, que permitía trasladar tropas a cualquier lugar que pudiera estar en peligro.
Numancia y sus defensas
En total eran más de 60.000 soldados, entre los que figuraban gentes del país, más los arqueros y honderos correspondientes a doce elefantes (que actuaban como torres móviles) que trajo Yugurta, contra apenas 8.000-10.000 numantinos sitiados. Sólo un numenatino, Retógenes el Caraunio, con algunos compañeros y algo de caballería, pudo burlar este cerco para pedir ayuda a las ciudades vecinas, de las que únicamente Lutia se mostró dispuesta a socorrer a la ciudad, lo que acarreó una terrible venganza de Escipión sobre los lutiakos, les cortó las manos a todos los varones de la ciudad para que no pudieran servir en el combate.
Tras quince meses de asedio la ciudad cayó, vencida por el hambre, en el verano del 133 a. C. Sus habitantes prefirieron el suicidio a entregarse e incendiaron la ciudad para que no cayera en manos de los romanos.
Caida final de la ciudad
Escipión capturó a 50 supervivientes para que le acompañasen en su triunfo a Roma y el resto los vendió como esclavos. También Escipión castigó duramente a las ciudades cercanas que parecían colaboracionistas y finalmente arrasó completamente la ciudad de Numancia, sin esperar la decisión final del Senado. Una vez acabada esta campaña militar, Escipión regresó a Italia donde le fue concedido el triunfo que celebró en Roma en el año 132 a.C. La destrucción de Numancia terminó con las guerras celtibéricas, que habían supuesto unos enormes gastos para el Estado romano. Para entonces, Numancia ya se había convertido en leyenda.
La actitud de los numantinos impresionó tanto a Roma que los propios escritores romanos ensalzaron su resistencia. Autores como Apiano se admiran del afán de libertad de estas gentes y destacan el hecho de la importante resistencia de este pueblo sobre las legiones romanas, con unos escasos medios y posibilidades. También el historiador Floro considera que aunque Numancia era inferior respecto a su poderío en relación con ciudades como Cartago, Capua o Corintio, era equiparable a ellas por su fama y valor, ya que con escasos medios resistió sola, durante once años ante un importante ejército enviado por Roma.
Esta lucha ha dejado huella en la lengua española, que acoge el adjetivo "numantino" con el significado: "Que resiste con tenacidad hasta el final, a menudo en condiciones precarias", según la Real Academia de la Lengua.
2 comentarios:
¡Vaya una sorpresa! No me esperaba nuevas entradas hasta la vuelta del puente. O como muy pronto, hasta este fin de semana. Eres un crack!!!
Me alegra hablar con gente con las mismas inquietudes, cuando tenga un rato tranquilo le hecho un vistazo profundo a tu blog, la entrada de Munancia es muy completa, enhorabuena. Por mi no hay problema enlazamos los blogs... Otro saludo
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