lunes, 28 de marzo de 2011

Los carteles de la Guerra Civil Española (2ª Parte. Republicanos)

Los carteles se adaptaban a las circunstancias de la guerra, si era necesario resistir aparecían soldados preparados para la resistencia pidiendo nuestra ayuda, si era necesaria la ayuda de la mujer aparecían mensajes alusivos al papel y al trabajo de la mujer dentro del conflicto. Si es necesario corregir, aparecían carteles pidiendo un cambio de actitud, como este ejemplo.... 

Darío Carmona de la Puente
"Evita las enfermedades venéreas, Tan peligrosas como las balas enemigas"
Inspección General de Sanidad Militar (1937)

La mayor parte de los cartelistas de la República, venían del campo de la publicidad, del comercio y muchos de ellos estaban también comprometidos con partidos o sindicatos que participaban activamente de los acontecimientos políticos del país. Los principales puntos de la difusión de los mismos serían Barcelona, Valencia, Madrid y Bilbao todas ellas en la zona republicana, lo que explica la mejor calidad en todos los sentidos de estos carteles con respecto a los del bando nacional.

 Juan Antonio Morales
"¡Los fusiles para el frente! Un fusil inactivo es un arma enemiga"
Ministerio de Instrucción Pública, Dirección General de Bellas Artes

 José Espert Arcos
"¡Basta ya de “ensayos” y “proyectos”! Primero ganar la guerra"
Junta Delegada de Defensa de Madrid - Delegación de Propaganda y Prensa (1937)

"Sólo un objetivo,ganar la guerra."
UGT - Casa del Pueblo de Madrid 
 
Según avanzaba el conflicto, aparece en cierto modo la desmoralización en el bando republicano, 1938 no es un buen año para el cartelismo en este bando y eso se refleja en los carteles, las tropas tienen la moral por los suelos por el avance de las tropas nacionales, muchos talleres antes en zona republicana ahora están en zona nacional o han cerrado, también hay falta de materiales, tintas, papel etc.... de esta manera, el cartelismo de la República aunque vigoroso en un principio fue decayendo a la par que se perdía terreno y finalmente languideció al mismo ritmo que la derrota.  

Babiano
"Las Escuelas de Guerra abren paso a la juventud combatiente para puestos más decisivos"
JSU (Juventudes Socialistas Unificadas)

Josep Morell Macías
"Con el ejercicio físico luchareis sin esfuerzo."
Inspección General de la Sanidad Militar (1937)

 
Josep Renau Berenguer
"TOROS.Gran Corrida por el Frente Popular"
Nueva Cultura (1936)

Al finalizar la guerra, los artistas, creadores de estos carteles tuvieron que partir al exilio o bien fueron olvidados. Sin embargo ahí quedaron sus obras para la posteridad, para mostrar uno de los tiempos más oscuros de la Historia de España, gracias a ellos nos acercamos a las instituciones, los partidos y al pensamiento de aquella guerra. 

 Luís Dubón Portolés
"La ley castiga con la pena de muerte al saboteador de la economía nacional.
Cometen sabotage los que impiden que la mejor naranja se convierta en dinero"
CEA

Isa Car"Incansablemente, las horas que hagan falta para la VICTORIA."UGT - Unión de Empleados de Oficinas
Aunque sólo es un retazo más de aquellos acontecimientos, todo historiador que pretenda estudiar la Guerra Civil Española debe echar un vistazo a la cartelería que invadió las calles de los pueblos y las ciudades porque es donde se representa de la manera más directa el pensamiento que se quería transmitir a la sociedad y allí se encuentran precisamente muchas de las claves que nos ayudarían a entender el conflicto.

En la siguiente entrada se expondrá una muestra de la cartelería del Bando Nacional.

jueves, 24 de marzo de 2011

Los carteles de la Guerra Civil Española (1ª Parte. Republicanos)

Nota del autor :

Durante la Guerra Civil Española hubo una enorme difusión de la ideología de uno y otro bando a través de los carteles. En ellos se expresaban sus objetivos políticos, problemas, odios, aspiraciones y creencias.

Muchos artistas en esta época pusieron su inventiva y talento al servicio del bando al que, voluntariamento o no, debían servir. No sólo el gobierno se comunicaba de esta manera con el pueblo (en gran parte analfabeto), también los sindicatos y las diversas organizaciones políticas aprovecharon este medio para lanzar sus ideas y sus consignas.

Todo ello dio lugar a una explosión de creatividad y arte que he querido recoger con algunos de sus mejores ejemplos en España Eterna. Quiero recalcar en esta entrada mi intención de mostrar simplemente esta explosión artística característica de esta época, centrándome únicamente en el aspecto artístico y en lo que supuso aquella forma de difusión ideológica, en ningún momento quiero que nadie se sienta ofendido por lo que expresan algunos de los carteles de cualquiera de los bandos, hay que entenderlos en su contexto histórico y para nada se pretende fomentar ningún tipo de discordia, pues este blog está pensado para dar a conocer la Historia de España nunca para tomar partido por ninguna ideología.

Dicho esto, espero que disfrutéis de la entrada.

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La Guerra Civil Española recogería la herencia propagandística de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución Rusa y junto a estos acontecimientos influiría en la propaganda de la Segunda Guerra Mundial. No sólo fue la cartelería el elemento difusor de la propaganda, tendríamos también el cine, la radio, los grandes desfiles y actos conmemorativos, la prensa escrita, etc.
Hay elementos claramente diferenciadores entre la propaganda del bando nacional y la propaganda del bando republicano. En la primera hay una clara influencia del clero, del ejército y del partido único, su modelo propagandístico venía de la mano de la Italia de Mussolini y de la Alemania de Hitler.
 
En cuanto a la propaganda republicana, estaba controlada por el gobierno de la Segunda República, tenía ciertos rasgos que la emparejaban con la propaganda de la Revolución Rusa, si bien nuestros carteles eran más imaginativos y originales. 

 "¿Qué haces tú para evitar esto?"
Ministerio de Propaganda

Imágenes de las tragedías de los combates de Madrid fueron utilizadas en los carteles de propaganda en un intento de conseguir el apoyo internacional. Un buen ejemplo es este fotomontaje con imágenes de los bombardeos sobre Madrid, que fue impreso en español, francés e inglés.

 JUAN ANTONIO MORALES: "Los Nacionales"
Ministerio de Propaganda, 1937 

Caricatura de los rebeldes y sus apoyos internacionales. El cartel contrasta el término los "Nacionales", usado por los rebeldes durante la guerra, con varias figuras que muestran sus apoyos extranjeros.

El barco se llama "Junta de Burgos", sede del gobierno militar rebelde, y su nombre incluye también la palabra Lisboa, referencia al apoyo recibido por Franco del gobierno autoritario portugués. En él viajan un oficial del ejército con el emblema del fascismo italiano, el capitalista con el saco de dinero y la svastica nazi en la solapa de la chaqueta, un cardenal, dos moros y un cuervo o águila (emblema usado por Franco) El mástil es una horca con el rótulo "Arriba España" y un mapa de España ahorcado.

ANTONIO LOPEZ PADIAL: "¡Esto es el fascismo!"
Socorro Rojo de España

Socorro Rojo Internacional era una organización internacional cuya misión era proporcionar servicios y provisiones a las naciones devastadas por la guerra.

GALLO: "La guerra y la revolución son indivisibles"
CNT

EMETERIO MELENDRERAS
Junta Delegada de la Defensa de Madrid

En este cartel el artista Melendreras auna todas las banderas de las fuerzas republicanas para significar un único combatiente: el Ejército Popular Republicano.

EMETERIO MELENDRERAS
Junta Delegada de defensa de Madrid

 

















 Las Brigadas Internacionales fueron grupos organizados de voluntarios extranjeros (unos 40.000) que vinieron a España a luchar contra el fascismo, obreros en su mayoría, que además de su colaboración efectiva, convirtieron la lucha de la República en una causa universal.

 "El analfabetismo ciega el espíritu, soldado instrúyete"


  "Camaradas de la retaguardia"
Dramatismo para solicitar más refugios para la población civil, tras los cruentos bombardeos rebeldes. 


































 

La mujer tuvo un papel destacado en la contienda, desde ambos bandos siempre se les atribuye un papel determinado. Os recomiendo que pincheis en los carteles que os interesen para poder verlos a mayor tamaño y también poder leer mejor sus mensajes.
 
La técnica del cartel no era precisamente sencilla, era un proceso lento y laborioso. El cartel se comenzaba en planchas de zinc y había tantas planchas como colores tuviera el cartel. Se dibujaba en la plancha mediante un lápiz de grafito, que por ser graso, permitía que luego la tinta se adhiriera sólo a las partes por donde había pasado el lápiz. Después papel y planchas (El mismo papel pasaba por todas las planchas) se pasaban por la prensa para que la tinta quedara sobre el papel. Con esta técnica descrita hay que comprender que a más colores, más planchas y el papel debía pasar por todas ellas y por más prensas, así cuantos más colores mayor dificultad. 

Resumiendo, el artista diseñaba el cartel en su estudio, una vez acabado lo llevaba al taller, y un dibujante litógrafo lo copiaba a las planchas separando los colores por planchas, comenzando posteriormente la impresión.

  MONLEON
Al pie del cartel contine la inscripción: "El odio y la tiranía mueren. El amor y la felicidad nacen."

 PEDRERO: "El Generalísimo"
Junta Delegada de Defensa de Madrid


El cartel presenta a Franco como un terrorífico esqueleto vestido con un uniforme de estilo cubista, en el que lleva inscrita la svastica nazi. Las pequeñas figuras que sostienen su capa (un militar, un capitalista y un sacerdote armado) en servil dependencia, apuntan a los poderes que apoyaban a los rebeldes.

 
"El comisario, nervio de nuestro ejército popular"

Por si la dificultad  para fabricar un cartel fuera poca, había que añadir la poco avanzada tecnología que en este aspecto tenían los talleres españoles, pues no disponían de planchas o rodillos de zinc de gran tamaño y muchas veces para realizar un cartel grande debía de hacerse por trozos que se unían en una composición final.

Continuará....

viernes, 18 de marzo de 2011

La Batalla de San Quintín. Felipe II domina Europa (2ª Parte)

Hacia el desastre francés:
 
Tras agotadores esfuerzos, Montmorency pudo reagrupar a la mayoría de sus hombres e inició la retirada bajo protección de su caballería, acosada a su vez por los jinetes de Egmont. Pero la marcha pronto se convirtió en una pesadilla. Tras la artillería, que avanzaba con lentitud, iban los carros con los víveres y la impedimenta, y luego la infantería tratando de apretar el paso. Estaban haciendo, en sentido inverso, el camino que tan agotadoramente habían recorrido la madrugada anterior, sólo que ahora estaban mucho más cansados pues no habían dormido ni apenas probado bocado, y además eran perseguidos.

El objetivo era acanzar los bosques de Montescourt para protegerse y reorganizarse. Por su parte, el duque de Saboya sabía que no podía dejar escapar la presa y que debía obligar a Montmorency a presentar batalla. Para impedir el repliegue francés, el duque ordenó que parte de la caballería de Egmont avanzase por los flancos al ejército enemigo y le bloquease el camino ante los bosques. Unos dos mil jinetes se lanzaron a galope con ese objetivo, sin que la exhausta y desgastada caballería gala pudiese impedírselo. Media hora después, tras desbordar al ejército francés, ya estaban en su lugar formando una barrera entre el bosque y el ejército de Montmorency. De esta manera, a media tarde y tras tres horas de marcha, las fuerzas galas se encontraron con la desagradable sorpresa de que la retirada era imposible. No había otra opción que combatir.

 (Las grandes victorias de Felipe II en San Quintín y Gravelinas (1558) sobre Francia desembocaron en la Paz de Cateau-Cambrésis de 1559, Francia reconoció la supremacía hispánica, los intereses españoles en Italia se vieron favorecidos y se pactó el matrimonio con Isabel de Valois. Al término de las guerras italianas en 1559, la Casa de Austria había conseguido asentarse como la primera potencia mundial, en detrimento de Francia. Los estados de Italia, que durante la Edad Media y el Renacimiento habían acumulado un poder desproporcionado a su pequeño tamaño, vieron reducido su peso político y militar al de potencias secundarias, desapareciendo algunos de ellos)

El general francés trató de convertir su caravana en un ejército formado en orden de batalla. Pero el cansancio de sus hombres, el estorbo que suponía desplazar carros y cañones, y el hostigamiento del enemigo, que venía pisándoles los talones, no lo permitían. Aun así, Montmorency despejó en lo posible el terreno, ubicó a lo que quedaba de su caballería en las alas, puso a sus cinco mil mercenarios alemanes al frente, y él se situó en el centro junto a sus veteranos gascones, que también formaron en la retaguardia. Para entonces sus efectivos ya se habían reducido a unos escasos y exhaustos veinte mil hombres.

La caballería de Egmont atacó de inmediato para no dar tiempo a que los franceses se organizasen mientras llegaba la infantería del duque. Los escasos jinetes galos fueron barridos, los carros y cañones capturados, y la infantería empezó a sufrir las acometidas de los reiters, jinetes alemanes que portaban varias armas de fuego y contra los que las picas no resultaban efectivas.

Pronto las líneas francesas comenzaron a quebrarse y aparecer huecos. Por ellos se lanzaron los jinetes flamencos, que atacaron por la espalda a los defensores. En ese momento, los mercenarios alemanes de Montmorency, viendo que la resistencia era inútil, optaron por rendirse casi en bloque. Al comandante francés sólo le quedaban sus fieles gascones, con los que trató de abrirse paso.

(En el Monasterio de El Escorial encontramos esta gran galería de 60 x 6 metros, con 8 metros de altura donde se representan en grandes pinturas al fresco algunas batallas ganadas por los ejércitos españoles. La batralla de San Quintín es una de las representadas)

Sin embargo, entonces llegó la infantería, que comprendía el grueso del ejército de Felipe II. El duque de Saboya ordenó atacar con ella, mientras la caballería de Egmont descansaba. Primero bombardeó intensamente con metralla a las formaciones defensivas francesas, en cuadro, y seguidamente lanzó contra ellas a sus hombres, encabezados por los dos experimentados tercios españoles de Alonso de Navarrete y de Alonso de Cáceres, que con sus descargas de arcabuces comenzaron a desbaratar los cuadros adversarios. Estas formaciones defensivas se rompieron pronto, y por los huecos irrumpió una oleada de infantes que comenzaron a matar a diestro y siniestro, mientras los gascones huían en desbandada.

 (Plano de situación de la contienda en tierras francesas)

El resultado fue una terrible carnicería, pues sólo se perdonaba a quien se presumía que, por su vestimenta, era un noble por el que se podía pedir rescate. Un médico francés, llegado para atender a los heridos unos días después, escribió: 

“Vimos más de media legua (más de dos kilómetros) de terreno cubierto por la muerte; y prácticamente ni nos detuvimos debido al hedor que despedían los hombres muertos y sus caballos”

Murieron seis mil franceses, entre ellos unos trescientos miembros de lo más granado de la nobleza.

La toma de San Quintín:

Montmorency fue apresado, junto con unos siete mil hombres entre los que se encontraban numerosos nobles. Sólo unos cinco mil soldados pudieron escapar dispersándose en la confusión de la batalla. Los mercenarios alemanes presos fueron liberados, sin armas, y enviados a su casa con medio ducado cada uno, bajo la promesa de no coger las armas contra el Rey de España en al menos seis meses. Unos cuantos españoles e ingleses que militaban entre los vencidos fueron ejecutados por traidores. En el bando del duque de Saboya, las bajas no llegaron a los mil hombres entre muertos y heridos.

(Sumando a las bajas en combate la matanza de huidos, que fue muy considerable, se calcula que el ejército francés perdió unos 6.000 hombres, resultando prisioneros 6.000 más. Entre éstos destacaban casi un millar de nobles, incluyendo al propio Montmorency, entre los cuales se hallaban los duques de Montpensier y de Longueville, el príncipe de Mantua y el mariscal de Saint André. Fueron capturadas más de 50 banderas y toda la artillería.
Este es un detalle del Fresco de las Batallas de El Escorial correspondiente a la batalla de San Quintín, si pinchas sobre la imagen podrás verla en detalle)
 
Esa noche partió un mensajero a Cambrai para informar a Felipe II de la rotunda victoria que había obtenido su ejército. A las pocas horas el Rey partió eufórico con su ejército, y el día 13 por la mañana llegaba a San Quintín. Allí contempló el enorme botín capturado, felicitó efusivamente a los generales que habían logrado la victoria y envió a numerosos emisarios con las buenas nuevas, entre otros a su esposa, la reina María de Inglaterra, al duque de Alba  (que estaba a punto de saquear Roma, pero que recibió la orden de pactar la paz con el papa) y a su padre, Carlos V, que estaba retirado en Yuste.

Ya sólo quedaba esperar la toma de San Quintín, que se produjo el 27 de agosto, tras un duro asalto. No hubo piedad para los defensores, que en su mayoría fueron pasados a cuchillo, y la ciudad sufrió un concienzudo saqueo en castigo por su resistencia. Un testigo comentaba que los mercenarios alemanes al servicio de Felipe :

“Demostraron una crueldad nunca vista (…) las mujeres y los niños gritaban con tanto lamento que a cualquier cristiano se le hubiese partido el corazón”. 

Esta vez el Rey estuvo presente; de hecho, se puso por primera y única vez en su vida una lujosa armadura de batalla, con la que lo retrató Antonio Moro. Pero al ver la sangre derramada exclamó, a pesar de la rotunda victoria:
 “¿Es posible que de esto gustase mi padre?”. 

Tres días después, Felipe II hizo su entrada solemne en San Quintín, dirigiéndose a la iglesia (totalmente expoliada) para dar gracias a Dios por la victoria.

(El Monasterio de San Lorenzo de El Escorial es un complejo de palacio, basílica y monasterio. Fue residencia de la Familia Real Española; la basílica es lugar de sepultura de los reyes de España y el monasterio residencia actual de los frailes de la Orden de San Agustín. Es una de las más singulares arquitecturas renacentistas de España y de Europa. Ocupa una superficie de 33.327 m². Fue considerado, desde finales del siglo XVI, la Octava Maravilla del Mundo, tanto por su tamaño y complejidad funcional como por su enorme valor simbólico. Sus pinturas, esculturas, cantorales, pergaminos, ornamentos litúrgicos y demás objetos suntuarios, sacros y áulicos hacen que El Escorial sea también un museo.
El Monasterio de San Lorenzo de El Escorial fue promovido por Felipe II, entre otras razones, para conmemorar su victoria en la batalla de San Quintín, el 10 de agosto de 1557, festividad de San Lorenzo. Pincha en la imagen para agrandarla)


La prudencia del monarca, quizás excesiva, enseguida se dejó ver. En contra de la opinión de su padre renunció a marchar sobre París y decidió volver al refugio seguro de Flandes, tras dejar bien guarnecida la ciudad y sus aledaños. 

La guerra prosiguó durante 1558, y aunque Francia conquistó Calais (el último reducto inglés en el continente) en verano sufrio otra apabullante derrota en Gravelinas. Meses después, en abril de 1559, se firmó la paz de Cateau-Cambrésis, que supuso la entrega a España y sus aliados de 198 enclaves. 

Entre las cláusulas de este tratado figuraba el matrimonio entre Felipe II, que acababa de enviudar de María Tudor, y la hija de Enrique II, Isabel de Valois. El Imperio español vivía sus años más gloriosos, que quedarían indisolublemente unidos al nombre de San Quintín.

Fuente :

Juan Carlos Losada, "San Quintín", Aguilar, Madrid, 2005 a través de Historia de National Geographic.

domingo, 13 de marzo de 2011

La Batalla de San Quintín. Felipe II domina Europa (1ª Parte)

Corría el año 1556. La guerra entre España y Francia, que había dominado los reinados de Carlos V y Francisco I, se había reanudado bajo sus sucesores, Felipe II y Enrique II. Este último seguía negándose a aceptar que su país estuviese rodeado por posesiones hispanas y perdiera influencia en Italia.

Enseguida el conflicto se extendió por todos los escenarios posibles, desde Italia hasta los Pirineos, pasando por el norte de Francia y las provincias de los Países Bajos. Los combates decisivos se libraron en este último territorio. El plan del rey de España era invadir la Champaña desde Flandes y ocupar alguna plaza fuerte. En Julio de 1557, cuarenta y dos mil hombres, bajo el mando de uno de sus más jóvenes generales, el Duque de Saboya, penetraron en suelo francés. Era un ejército internacional compuesto de españoles, italianos, alemanes, borgoñones, saboyanos, húngaros y flamencos. A tres días de distancia le seguía el propio Felipe II con otro ejército de unos veinte mil himbres, en el cual había cinco mil ingleses que su esposa, la reina María Tudor de Inglaterra, le había cedido.

(Para los franceses fue una derrota terrible que dejó diezmada su nobleza guerrera. Felipe II en cambio, vio en la batalla el inicio de un reinado triunfal y quiso erigir para recordarla el Monasterio del Escorial)

El duque de Saboya marchó con su ejército hacia la ciudad de Rocroi, pero sus poderosas fortificaciones le hicieron desistir de asaltarla. Por ello concluyó que era imprescindible proceder por sorpresa, antes de que la plaza elegida pudiese reforzar sus defensas. Así, tras un amago sobre Guisa, el 3 de agosto se lanzó, de madrugada y con suma rapidez, sobre otro objetivo: el estratégico enclave de Saint-Quentin (San Quintín), a orillas del río Somme. Comenzaba el asedio que daría lugar a una de las batallas más célebres de la historia militar española.

Los franceses, por su parte, no habían permanecido inactivos. Un ejército de veintiséis mil hombres, al mando del condestable Anne de Montmorency, había seguido las evoluciones de las fuerzas españolas. Montmorency esperaba atacar cuando aquéllas asediaran alguna ciudad, confiando en la victoria al coger a las fuerzas sitiadoras entre dos fuegos. Por de pronto, y antes de que el cerco sobre San Quintín fuese lo suficientemente estrecho, logró hacer llegar unos quinientos soldados de refuerzo, lo que dio ánimo a la guarnición de la ciudad. Sin embargo, al día siguiente el asedio era total y empezaron los bombardeos por parte de los atacantes.

(Anne de Montmorency, el líder del ejército francés cometió el terrible error de subestimar al joven Duque de Saboya. Este es un retrato de 1556)

Desde ese momento fue casi imposible introducir nuevos refuerzos en la plaza, la cual, dada la desfavorable correlación de fuerzas, parecía condenada. A Montmorency no le quedaba otra opción que marchar al encuentro del ejército del duque de Saboya y plantar batalla. 

Su plan consistía en cruzar el Somme al oeste de San Quintín, atravesar una zona pantanosa y avanzar sobre las líneas enemigas. Si lograba romper el sitio y reforzar la ciudad, los atacantes se verían en la obligación de retirarse o presentar combate en circunstancias adversas. Era una maniobra arriesgada, pero el general francés se sentía seguro de la victoria; era veterano de mil batallas y su oponente, un jovenzuelo inexperto.

Ataque por sorpresa :

El grueso del ejército francés se puso en marcha la noche del 9 al 10 de agosto y, tras una agotadora marcha, llegó a las puertas de San Quintín al amanecer. Aparentemente, el ejército enemigo no había advertido su presencia y seguía imperturbable en sus ataques a la ciudad. Montmorency se sentía seguro: creía que la caballería flamenca del conde de Egmont había partido hacia el norte para recibir y escoltar a Felipe II, y que el único puente sobre el Somme no permitiría que el ejército del duque cruzase, con la rapidez necesaria, a la ribera por la que él avanzaba.

(El Rey Enrique II de Francia ya conocía lo que era una derrota, su Padre  Francisco I, con motivo de perder la batalla de Pavía, tuvo que dejar como garantía del cumplimiento del Tratado de Madrid, como rehenes en España a sus hijos Enrique y Francisco)

Pero la realidad era muy distinta. El astuto duque de Saboya había adivinado las intenciones de Montmorency y esa madrugada había enviado sigilosamente a la caballería de Egmont a la ribera por donde avanzaba el ejército galo. Además, había levantado otro puente lejos de los observadores franceses y había descubierto un vado. Todo ello permitiría que su ejército cruzase en río en muy poco tiempo.

A las diez de la mañana, varios miles de franceses comenzaron a cruzar el río en barcas para atacar a los asaltantes de San Quintín. Su avance era lento y trabajoso, y los arcabuceros españoles que les esperaban en la otra orilla del río les infligieron muchas bajas. En ese momento, la infantería del ejército del duque de Saboya empezó a vadear el río lejos de la vista del general francés, por lo que éste no se percató de ello hasta que vio al enemigo avanzar hacia sus posiciones.

(Los Tercios españoles fueron el primer ejército moderno europeo, entendiendo como tal un ejército formado por voluntarios profesionales, en lugar de las levas para una campaña y la contratación de mercenarios usadas típicamente en otros países europeos. El cuidado que se ponía en mantener en las unidades un alto número de "viejos soldados" (veteranos) y su formación profesional, junto a la particular personalidad que le imprimieron los orgullosos hidalgos de la baja nobleza que los nutrieron, es la base de que fueran la mejor infantería durante siglo y medio. Además, fueron los primeros en mezclar de forma eficiente las picas y las armas de fuego)

Cuando Montmorency ordenó a su caballería ir al encuentro del enemigo, los jinetes franceses se vieron sorprendidos de espalda y de flanco por la caballería de Egmont, que estaba agazapada tras unas lomas desde hacía horas. La violencia que se desató sobre los galos sólo se vio superada por la sorpresa de ver que era casi todo el ejército enemigo el que cruzaba el río y se cernía sobre ellos. Salvo las fuerzas necesarias para mantener el cerco de San Quintín, el resto de efectivos había pasado a la otra orilla.

Lo más grave para Montmorency era que, en ese momento, parte de su infantería se encontraba atrapada combatiendo en la otra ribera pantanosa o en medio de la operación de vadeo, por lo que no podía disponer de ella para frenar la ofensiva del duque de Saboya. Ahora, al general francés sólo le quedaba la opción de tratar de retirarse ordenadamente, por lo que mandó que, con toda rapidez, sus hombres reembarcasen y volviesen a cruzar el río hasta el punto de partida.

Continuará .....

Fuente :
Juan Carlos Losada, "San Quintín", Aguilar, Madrid, 2005 a través de Historia de National Geographic.

martes, 8 de marzo de 2011

El Caballero de las Espuelas de Oro

Está entre la leyenda y la historia, pero se dice que el extraordinario literato Francisco de Quevedo se hizo unas espuelas de oro para celebrar su nombramiento como Caballero de la Orden de Santiago. le fueron presentadas al insigne escritor en Italia y sólo las usó con motivo de su nombramiento como Caballero de la Orden de Santiago para disimular su cojera.


Quevedo fallece  el 8 de septiembre de 1645 en el convento de los padres Dominicos de Villanueva de los Infantes, lugar al que se retira, ya muy enfermo, después de haber pasado cuatro años retenido en el Convento de San Marcos en León por denunciar la política del Conde Duque de Olivares. Sus restos mortales fueron sepultados en una capilla noble de la Parroquia de San Andrés, dentro de la cripta de la familia Bustos.

Algún tiempo después, durante la celebración de un festejo taurino en la Plaza Mayor infanteña, el público allí congregado contempló asombrado a un joven caballero de la nobleza local que, dispuesto a la lidia de un toro a caballo como era costumbre en la época, lucía unas extraordinarias espuelas de un dorado intenso.

Nada más salir al ruedo, el astado embistió con inusitada fiereza a montura y jinete derribando de muy mala manera a ambos. Al parecer, al joven caballero Don Diego sólo le quedó aliento para balbucear

 "...las espuelas...".

Se supo posteriormente que unos días después de la muerte de Quevedo, el malogrado caballero,  tenía que torear en la plaza de Villanueva de los Infantes, y este se puso en contacto con el Sacristán de la parroquia, al cual le ofreció una cantidad de dinero si le conseguía las Espuelas de Oro de Quevedo.

El Sacristán de la parroquia, profanó la tumba y le quitó las espuelas al cadáver, entregándoselas al caballero a cambio de la recompensa pactada. El destino vino a jugarle una mala pasada pues en el primer lance con el toro, este lo tiró al suelo y lo corneó hasta matarlo. Desde ese momento nadie en el entorno dudó de que el trágico final del muchacho fuera provocado de alguna manera por el espíritu agraviado de Francisco de Quevedo.

Por cierto que, tras la confusión del incidente taurino, nadie supo a ciencia cierta dónde fueron a parar las extraordinarias espuelas.

(Iglesia de San Andrés Apóstol en Villanueva de los Infantes. Se encuentra en la Plaza Mayor y tiene un empaque catedralicio.  Fue construida en el S.XVI en estilo gótico del último periodo, con la fachada de estilo clasicista de 1612, enmarcada por un profundo arco de medio punto, bajo el que se encuentra el escudo de los Austrias. En su interior se enterró a Francisco de Quevedo, con su traje de caballero, su espada y sus espuelas de oro)
 
Curiosidades :

» Se ha escrito un libro sobre este suceso y las aventuras que acontecieron después, que os recomiendo :

Boquera Fillol, Amparo, "Unas espuelas de oro robadas", Mira Editores.

» Después de muchas vicisitudes, cuatro siglos después, los restos del gran literato fueron solemnemente enterrados de nuevo durante una brillante ceremonia celebrada en mayo de 2007, una vez analizados los restos y comprobado que pertenecen a este genio de las letras. Así se recogía en el periódico "El Dia de Ciudad Real" el 17 de mayo del 2007

Los restos de Quevedo vuelven mañana a su cripta original

"Los restos de Francisco de Quevedo serán depositados mañana viernes en la capilla de la Virgen de la Soledad (antigua capilla de los Bustos) de la iglesia parroquial de San Andrés Apóstol de Villanueva de los Infantes, en la cripta en la que originalmente fue enterrado el insigne escritor el 8 de septiembre de 1645.

El alcalde infanteño, Mariano Sabina, aseguró ayer en Ciudad Real que con este acto, que comenzará a las 21 horas, se culmina un largo proceso de investigación que salda una “deuda histórica”. Los restos de Francisco de Quevedo (un total de diez huesos) fueron identificados hace pocas fechas por un equipo de la Escuela de Medicina Legal de la Universidad Complutense de Madrid.

Los restos del escritor del Siglo de Oro serán enterrados en una urna de forja, elaborada en Villanueva de los Infantes, junto a otra urna en la que se depositarán el citado estudio de investigación, certificados de la Escuela de Medicina Legal, varias monedas de curso legal y una acta de depósito firmada por el Consistorio infanteño, la iglesia y el notario.

Durante el acto, que tendrá una duración aproximada de una hora, la Orden Literaria de Francisco de Quevedo recitará los sonetos más representativos de su titular y tendrá lugar una actuación musical a cargo de un dúo de clave y soprano, una selección de arias del Barroco a cargo de los polacos Ewa Hyla Zamoyska y Anna Poda.

El sábado, a las 13 horas, en el Patio de la Alhóndiga, se cerrarán los actos de homenaje a Quevedo con la presentación del expediente de identificación de restos por el equipo investigador de la Escuela de Medicina Legal de la UCM."


Fuentes consultadas :

Turismo Castilla-La Mancha http://www.turismocastillalamancha.com
Periódico El Dia de Ciudad Real : http://www.eldiadeciudadreal.com

viernes, 4 de marzo de 2011

Las Órdenes Militares en España : Santiago (2ª Parte)

Ser miembro de la Orden de Santiago formaba parte de las aspiraciones más codiciadas por los hombres del siglo XVII por lo que el ingreso en esta Orden tan elitista no era precisamente un camino sencillo.
 
En efecto, los hábitos de las Órdenes Militares, repartidos durante los ss. XVI y XVII entre todas las elites, acabarían constituyendo la principal forma de reconocimiento de nobleza, de ahí la estima que alcanzaron. Pero bien es verdad que si el título intentó ser la insignia distintiva de un grupo muy restrictivo y homogéneo de vieja nobleza, acabaría por reconocer, sin proponérselo, otro mucho más amplio y heterogéneo compuesto por la vieja sangre -Alcántara-, la riqueza nueva -Santiago- y las carreras políticas -Calatrava-.
 
En sus comienzos, el ingreso no era especialmente dificultoso, pero a partir de mediados del siglo XIII cada vez fue más complicado. Una vez finalizada la Reconquista, el pretendiente que deseara ingresar en la Orden de Santiago debía probar en sus cuatro primeros apellidos ser hidalgo (o hijodalgo) de sangre a fuero de España y no hidalgo de privilegio, cuya prueba debía de referirse asimismo a su padre, madre, abuelos y abuelas. Además debía probar, de la misma manera, que ni él ni sus padres ni sus abuelos habían ejercido trabajos manuales ni industriales.

Tampoco podían obtener el hábito de la Orden aquellas personas que tuvieran mezcla de judío, musulmán, hereje, converso ni villano, por remoto que fuera, ni el que hubiera sido o descendiera de penitenciado, por actos contra la fe católica, ni el que hubiera sido él o sus padres o abuelos procuradores, prestamistas, escribanos públicos, mercaderes al por menor, o hubieran tenido oficios por los que hubieran vivido o vivieran de su esfuerzo manual, ni el que hubiera sido infamado, ni el que hubiera faltado a las leyes del honor o ejecutado cualquier acto impropio de un perfecto caballero, ni el que careciera de medios decorosos con los que atender a su subsistencia.

El aspirante tenía que pasar después a servir tres meses en las galeras y residir un mes en el monasterio para aprender la Regla. Posteriormente el Rey y el Consejo de las órdenes abolieron cierta cantidad de estos requisitos.

Muy conocido es el juicio al que tuvo que someterse Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, donde tuvieron que testificar amigos suyos, como Francisco de Zurbarán, para dar fe de que sus raíces limpias eran ciertas y que su arte no se veía motivado por la obtención de ganancias económicas de forma manual que enturbiasen su forma de vida, sino que tenía un carácter intelectual. 

(Felipe IV lo convirtió en caballero de Santiago. En julio de 1658 el pintor presentó su genealogía. El 26 de Febrero de 1659 los jueces del caso rechazaron la solicitud a pesar de conocer el interés del rey, por lo que éste no tuvo más remedio que solicitar dispensa del Papa Alejandro VII. Éste la concedió y por fin el 7 de octubre de 1659 Velázquez quedó confirmado como caballero)

Francisco de Quevedo también fue miembro de la Orden. Su ingreso se hizo oficial el 29 de diciembre de 1617 y fue firmado por Alonso Núñez de Valdivia, secretario de cámara del rey Felipe III, tras presentar y verificar su genealogía. 

(El extraordinario literato Francisco de Quevedo se hizo unas espuelas de oro para celebrar su nombramiento como Caballero de la Orden de Santiago)

Organización:

La subdivisión interna más importante de las órdenes militares eran las llamadas encomiendas, que eran unidades de carácter local dirigidas por un comendador. La encomienda podía tener la sede o residencia del comendador en un castillo o fortaleza o en palacio en una villa y era un centro administrativo o económico en el que se cobraban y percibían las rentas atribuidas a esa encomienda. 

Cada encomienda debía sostener con sus rentas no sólo al comendador y a los otros caballeros residentes en ella, sino que también debían pagar y armar a un determinado número de lanzas, que debían acudir a los llamamientos de su Maestre perfectamente equipados para tomar parte en aquellas acciones militares que quisiera emprender. 

En lo religioso se organizaban por conventos, existiendo un convento mayor, que constituía la sede de la orden. En el caso de la orden de Santiago estuvo radicado en Uclés.

Con ser importante el papel militar jugado por las órdenes militares, no lo fue menos su papel repoblador, económico y social. Porque no bastaba con arrebatar territorios al enemigo si éstos no se poblaban suficientemente como para ocuparlos y explotarlos, facilitando así su defensa. Para atraer pobladores a las tierras adquiridas, utilizaron métodos similares a los usados por otras instituciones. Uno de ellos consistía en otorgar fueros a las villas de su jurisdicción que las hicieran atractivas a gentes del norte y que llegaran a repoblar.

A imitación de las órdenes internacionales, las españolas adoptaron su organización. El Maestre fue la máxima autoridad de la orden, con un poder casi absoluto, tanto en lo militar, como en lo político o en lo religioso. 

Era elegido por el consejo, compuesto por trece frailes, de donde les viene a sus componentes el nombre de «Treces». El cargo de maestre es vitalicio y a su muerte los Trece, convocados por el prior mayor de la orden, eligen al nuevo. Cabe la destitución del maestre por incapacidad o por conducta perniciosa para la orden. Para llevarla a cabo se necesita el acuerdo de sus órganos superiores: consejo de los trece, «prior mayor» y «convento mayor».

Curiosidades y cuestiones finales:
 
» En el monasterio de Uclés se guardaba el sello de la Orden y el pendón llamado santo por haber sido bendecido en 1175 por el papa Alejandro. Allí se fue formando el Archivo General de la Orden, a base de documentos relativos a su organización, a sus establecimientos y a sus ordenanzas, a su administración y a sus disposiciones generales. Tal volumen adquirió esta documentación que para su custodia se creó la llamada Encomienda de la Cámara. Se conserva hoy íntegro este fondo documental en el Archivo Histórico Nacional, Sección de Ordenes Militares, desde 1872.

» La Orden tenía un inmenso poder, se podía ir desde Uclés a Portugal sin pisar fuera de los territorios controlados por los caballeros. El Maestre de la Orden llegó a obtener una renta anual de 64.000 florines de oro.

» Aunque Santiago de Compostela, en Galicia, es el centro de la devoción a este apóstol, no es ni la cuna ni la principal sede de la Orden. Dos ciudades lucharon por tener el honor de ser la sede, León, en el reino de ese nombre, y Uclés en el antiguo reino de Castilla.

» La Orden en  tiempos del maestre santiaguista Martín Peláez se hermanó con la de Calatrava y su Maestre Gonzalo Ioanes y se juraron socorro y ayuda mutua en momentos difíciles:

 'favor en todas las cosas y ayuda a buena fe'.

Algunos años después, el maestre de Santiago Gonzalo Rodríguez y el de Alcántara, Benito Suárez, firmaban otra Carta de Hermandad en términos muy semejantes.

» Las Órdenes modificarían su sentido con el paso del tiempo. A partir de las primeras décadas del s. XVI, dejarían las armas y reorientarían su acción hacia el ámbito del espíritu. Desde entonces, y al menos durante el período confesional, se mantuvieron como una caballería espiritual.

(La I República suprimió la Orden en 1873 y, aunque en la Restauración fue nuevamente restablecida, quedó reducida a un instituto nobiliario de carácter honorífico regido por un Consejo Superior dependiente del Ministerio de la Guerra, que quedó a su vez extinguido tras la proclamación de la II República en 1931. Hubo una persecución religiosa en la Segunda República y sufrieron martirio una buena parte de los caballeros pertenecientes a alguna de las órdenes existentes.
La Orden de Santiago, junto con las de Calatrava, Alcántara y Montesa, fue reinstaurada como una asociación civil en el reinado de Juan Carlos I con el carácter de organización nobiliaria honorífica y religiosa y como tal permanece en la actualidad. 
Todos los Reyes de España son los Maestres de las 4 grandes órdenes militares, en este caso vemos un retrato del Rey Alfonso XIII con el hábito y las 4 cruces de Gran Maestre)

» El capitulo décimo de los Estatutos de la Orden, dice así: 

"Agora, caballeros de Cristo, despertad y alcanzad de vosotros las obras de las tinieblas y vestíos de las armas de la luz, porque el enemigo, vuestro antiguo adversario, no vos pueda engañar, el cual anda alrededor buscando a quien haga pecar, y se esfuerza en muchas maneras para vos retraer de la carrera de la justicia y de las senda derecha de la verdad. Nunca desistáis de la defesion de vuestros fieles y prójimos y de la Madre Iglesia. Ninguna cosa hay tan gloriosa ni agradable a Dios que, por defesión y conservación de su ley, escoger fenecer su vida por cuchillo, o fuego, o agua, o captividad, o por otros cualesquiera peligros que pueden acontecer. Y así, freiles bien amados, vos conviene por muchas tribulaciones entrar en el reino de Dios y alcanzar aquella bienventura que prometió a los que le aman, la cual ni ojo vivo, ni oreja oyó, ni corazón de hombre pudo pensar ni saber. De donde se sigue que si alguno enflaqueciera su cuerpo por poco comer o por grandes ayunos y las fuerzas suyas le desfallecieran para la defesión de la ley de Dios y de los prójimos, sepan que hizo muy mal, y será culpado de juicio ante Dios. Que para sufrir los grandes trabajos continuos, nos muestra la Sagrada Escritura ejemplo de Elías, que el Angel vino a él y le puso debajo de la cabeza pan cocido sobre la ceniza y le dijo: Levántate y come, que gran camino has de andar. Y Nuestro Señor en el Evangelio hubo misericordia de las campanas que vinieron a él, y no los quiso enviar ayunos a casa porque no enflaqueciesen y desfalleciesen en el camino".

 
» Especial importancia tuvieron los hábitos de las órdenes en la recaudación de fondos para la Monarquía. El Conde-Duque de Olivares revela muy bien su valor a Felipe IV:


'...Si V.M. quiere honrar no tiene con que si no ennoblece con un habito porque nadie quiere otro premio sino honra, ni nadie es considerado mientras no tiene un habito y a V.M. no le engrandece tanto muchos millones como poder repartir gran cantidad de su honra'.

Fin.

fuentes :

« Seminario Internacional para el estudio de las Órdenes Militares», c.s.i.c., Madrid 2002
« Derek W. Lomax, "La Orden de Santiago (1170-1275)", C.S.I.C., Madrid 1965
« Web del Monasterio de Uclés http://www.monasteriodeucles.com
« Heraldaria.com : http://www.heraldaria.com/santiago.php
« Mariana, Juan de,"Historia general de España"
« Nuevo Portal : http://www.nuevoportal.com/andando/santiago.html
« Martínez Lamela, José Félix, "Algunos antecedentes y anécdotas de las órdenes de caballería españolas", Instituto Genealógico Heráldico de Rosario, Rosario, 1994.
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