Nuevos problemas llegaron cuando hubo que decidir un esposo para la reina, a mi entender alguien con preparación e instrucción hubiera podido guiarla y apoyarla en su difícil tarea, pero el interés por el poder que todos tenían, hizo pensar en alguien de sangre real pero poca influencia y poca personalidad que fuera facilmente manejable. El elegido fue Francisco de Asís, primo de Isabel, un hombre apocado al que el pueblo llamaba "Paquita" en referencia a su notable amaneramiento y su clara homosexualidad, crueles coplas se oían por la Corte y el pueblo las repetía:
"Paquito natillas es de pasta flora y orina en cuclillas como una señora"
efectivamente esta circunstancia se debía a que Francisco tenía una enfermedad llamada hipospadia (el orificio del pene se encuentra en la base del mismo y no en la punta que obliga a orinar en cuclillas)
(Don Francisco de Asís)
Pero los intereses eran muy grandes y la reina joven y manejable por lo que finalmente se celebró el matrimonio. A sus 16 años, nunca llegó a amar a su marido e incluso pronunciaba frases de deprecio como
"¿Qué pensarías tú de un hombre que la noche de bodas tenía sobre su cuerpo más puntillas que yo?"
Esta circunstancia hizo que la reina tuviera muchos amantes, políticos, aristócratas, militares etc... fruto de los cuales llegó a tener 10 hijos y lo que hizo que el pueblo pensara en ella como una mujer insaciable y promiscua que la haría pasar de una imagen positiva al comienzo de su reinado a otra terriblemente negativa a su término.
En este marco se seguía desarrollando la política en nuestro país, periodo en que la despreocupada monarquía seguía a remolque las decisiones del parlamento entre levantamiento y levantamiento militar.
el Partido Moderado, bajo el liderazgo del general Narváez, dominó la escena política durante los diez años siguientes, dando nombre a la «Década Moderada». En este período se elaboraron la Constitución de 1845, que proclamaba la soberanía compartida y anulaba algunas conquistas del liberalismo progresista, y unas leyes orgánicas de carácter muy restrictivo que sentaron las bases del poder moderado y de la organización política y administrativa del Estado liberal. Se realizó la reforma de la Hacienda y, por el Concordato de 1851, se logró el reconocimiento de la Iglesia a la monarquía isabelina, que aceptó la desamortización efectuada hasta entonces, exigiendo como contrapartida compensaciones económicas y que se paralizase el proceso de venta de bienes nacionales pendientes.
(General Narváez)
Isabel se enfrentó también a revoluciones internas como la llamada "Vicalvarada" de 1854 dirigida por el general O'Donnell un liberal progresista que se enfrentó a los moderados. Finalmente la reina entregó el poder a Espartero (moderado) y O'Donnell (progresista), representantes de la coalición que alentó la revolución, sin embargo la continuidad y estabilidad de este Gobierno mixto resultó muy difícil.
Se elaboró una nueva Constitución de inspiración progresista que afirmaba explícitamente la soberanía nacional (la Non nata de 1856) y se aprobaron importantes leyes económicas, fundamentales para el desarrollo del capitalismo español como las leyes de ferrocarriles (1855), bancarias y de sociedades (1856). Se retomó también la desamortización con la promulgación de la Ley de Madoz (1855), que afectaba a los bienes civiles y eclesiásticos, lo que provocó la ruptura de relaciones diplomáticas con el Vaticano.
Para hacer frente al déficit del estado, se decidió vender parte del Patrimonio Real, el 75% sería para el estado y el 25% restante para la reina. Este generoso acto por parte de la monarquía provocó críticas como las del catedrático Emilio Castelar que recordaba que los bienes vendidos no eran de la reina sino del estado.
Estas críticas hicieron que Castelar fuera destituido de su cátedra, lo que llevó a una manifestación estudiantil de grandes dimensiones que fue reprimida muy duramente con sangre en la llamada "Noche de San Daniel".
(Emilio Castelar)
La muerte de Narvaez y de O'Donnell dejaron el gobierno en manos de Luis González Bravo (el represor de la Noche de San Daniel) que continuó con su política represora y ligó su destino al de la reina.
Finalmente en 1868 estalló una revolución nueva, llamada LA GLORIOSA. El 18 de septiembre de 1868, la Armada, situada en la bahía de Cádiz, se pronuncia al grito de :
«¡Abajo los Borbones! ¡Viva España con honra!».
Tras el triunfo de la revolución, Isabel II, que se encontraba de vacaciones en Guipúzcoa, era destronada y marchaba al exilio en Francia,
El marqués de Alcañices, amigo de la reina, intentó convencerla para que no partiera, diciéndole :
"Señora: ¿Va a renunciar al laurel de la gloria?
La reina le respondió:
"Mira Alcañices, la gloria para los niños y el laurel para la pepitoria".
(Caricatura de la reina marchando al exilio, es de 1869, se publicó en Vanity Fair)
Al conocerse la derrota de las tropas leales en Alcolea, la reina, acompañada por su esposo e hijos, pasaba la frontera francesa siendo acogida por el emperador Napoleón III. Se alojó primero en el castillo de Enrique IV, en Pau, para trasladarse después al palacio de Basilewsky, que más tarde recibirá el nombre de palacio de Castilla, en París.
Se iniciaba en España un período de seis años, conocido como el Sexenio Democrático, en el que se ensayarán diversas alternativas políticas como una nueva monarquía con Amadeo de Saboya y posteriormente la Primera República.
(Imagen alegórica de la Primera República)
Exiliada hasta el final de su vida. Durante treinta años más, Isabel vivirá en París separada de su esposo y retirada de la política activa sin gozar ya de ningún tipo de protagonismo público, tras abdicar en 1870 de sus derechos al trono en favor de su hijo Alfonso, el futuro Alfonso XII. No volvió a España salvo breves y esporádicas estancias pues, tras la restauración de 1874, Cánovas, artífice del proceso, y su propio hijo, Alfonso XII, consideraron que era preferible para la estabilidad de la monarquía que ella permaneciese fuera del país.
(Isabel II en una fotografía ya en el exilio)
En la mañana del 9 de abril de 1904, en su residencia parisina, fallecía Isabel II por unas complicaciones bronco-pulmonares producidas por una gripe. Sus restos fueron trasladados al Escorial para darles más tarde sepultura en el Panteón de los Reyes.
"Doña Isabel vivió en perpetua infancia, y el mayor de sus infortunios fue haber nacido Reina y llevar en su mano la dirección moral de un pueblo, pesada obligación para tan tierna mano”"