La tercera incursión:
Un siglo tuvo que transcurrir
para que las velas vikingas aparecieran de nuevo por el horizonte en
las costas de la Península. Como en los comienzos de estos saqueos, devastaron
la parte de Galicia, matando a mucha gente y llevándose como prisioneros a un
buen número de habitantes.
Estas incursiones serán recordadas a lo largo
de los siglos, así el padre EnriqueFlórez en su obra “España Sagrada” recoge un antiguo documento de tiempos del obispo
Hermenegildo de Lugo (951-958) en el que puede leerse :
"Los lucenses, tanto de estado eclesiástico
como los laicos y Hermenegildo Obispo, se prometen mutua y solemnemente que
juntamente con los habitantes de Lugo defenderán la ciudad contra los
Normandos”.
Igualmente, debido a estos ataques, se mejoraron las
defensas costeras, se construyeron muros, torres y fortalezas, como por ejemplo
en Santiago de Compostela para defender la ciudad y la iglesia del apóstol y evitar
nuevos saqueos.
(Mapa que muestra algunas de las rutas que siguieron los vikingos durante sus incursiones. Pincha sobre él para ampliar)
Comentan también las crónicas que
cuando el duque Ricardo de Normandía terminó su lucha en Francia contra el
conde de Chartres y el rey Lotario de Francia en el 963, se encontró con que los
mercenarios daneses que le habían ayudado en la pugna, ahora resultaban
problemáticos, así que ni corto ni perezoso les proporcionó guías para
enviarlos lejos de allí, hacia España.
De esta manera llegaron nuevas
avalanchas vikingas a Galicia que sembraron el caos y la destrucción en todo el
territorio, incluso los campesinos se organizaron para hacer frente a los
piratas del norte, pero no fue suficiente para paliar la furia de los hijos de
Odín y fueron derrotados en cruenta batalla.
El obispo Rosendo tuvo que hacer
frente a la invasión de los normandos así, reunió y armó a sus tropas y dejó que
los invasores se regocijaran en su triunfo y se confiaran. Cuando vio que,
cargados con el fruto de sus saqueos, intentaban embarcar hacia sus tierras, lanzó contra ellos
a sus hombres comandados por el conde don Gonzalo Sánchez. Los vikingos, se encontraron con
la sorpresa de un ejército que se abalanzaba sobre ellos, este factor hizo que
sufrieran una gran derrota y que fueran pasados a cuchillo buena parte de ellos
cuando intentaban escapar por la ría de Arousa. Un texto de la época nos relata
:
“volvió (San Rosendo) de sus
expediciones a Santiago coronado de triunfos y aplaudido de todos”.
La cuarta incursión:
En el año 968 entran en Galicia
los vikingos de Gunderedo (Gudrød o Gunrod) caudillo vikingo noruego
considerado como el rey del mar lanzando, desde sus bases en el Loira, incursiones
hacia las costas cantábricas con más de cien naves
armadas en el año 968.
(Ramiro III. Rey de León (966 - 985) nombró lugarteniente suyo a San Rosendo que derrotó a los vikingos que desembarcaron en Galicia en 968)
En esta época, los vikingos
hicieron grandes desmanes debido a la inestabilidad política reinante en la
zona, pues el rey Ramiro III tan sólo contaba con 5 años de edad tras la muerte
de su padre Sancho el Craso y había luchas internas por el poder. El Obispo Sisnando
aprovechándose de esta situación se presenta el día de Navidad en la basílica
de Santiago “armado y vestido con coraza” obligando al obispo Rosendo a
exiliarse al monasterio de Celanova y tomando por la fuerza el obispado.
No pudo disfrutar mucho tiempo de
su nuevo puesto, pues en marzo de 968, Gunderedo llega a las puertas de
Compostela con su enorme flota que trasportaba un temible ejército normando. El
nuevo obispo Sisnando se aprestó para hacerles frente con su ejército y se enzarzó en
un violento combate en un lugar llamado Fornelos el 29 de marzo del año 968, en
las cercanías del río Louro.
Él mismo, se puso al frente de sus
tropas de caballería, pero su temeridad lo llevó al medio del campo de batalla
sin mayor defensa que su valor y murió de un flechazo en la cabeza,
sus hombres emprendieron la fuga y finalmente fueron derrotados, dejando libre
el camino a los vikingos que se desparramaron por las tierras de Galicia
robando, asesinando y destruyendo el país hasta los montes de Cebrero (frontera
natural entre Galicia y León) finalmente lograrían entrar en Compostela
saqueándola sin piedad. Monasterios como el de San Xoán de Coba, en la ribera
de Ulla, y el de Santa Eulalia de Curtis, entre otros, fueron arrasados.
(Estatua en recuerdo de las incursiones vikingas, Catoira, Galicia)
No terminaron aquí los
enfrentamientos. El conde de Galicia Gonzalo Sánchez organizó un nuevo ejército compuesto sobre
todo por por las gentes cuyas tierras habían sido arrasadas, cuyas casas habían
sido incendiadas y cuyas familias habían sido asesinadas, con la esperanza de terminar con el caos en
la región.
La batalla tuvo lugar en el año
970. El conde Gonzalo Sánchez lanzó su ataque con un poderoso y motivado
ejército que finalmente venció a los nórdicos en cruenta batalla. El propio
Gunderedo murió en el combate o fue ejecutado posteriormente y los
supervivientes de su flota fueron pasados todos a cuchillo. El botín fue
recuperado y las naves vikingas fueron quemadas. Una respuesta tan sangrienta
se debió a que en el siglo IX se llegó a decir que, vistos los precedentes de
expediciones previas, el vikingo era peor enemigo que el moro.
Fueron estos, tiempos muy duros
para el reino de León, pues los vikingos habían permanecido en tierras gallegas
prácticamente tres años, dejando un panorama desolador, se habían saqueado numerosas
aldeas, ciudades como Tuy, Braga y Orense habían sido destruidas de tal manera,
que ni siquiera sus obispos tenían ya allí residencia pues habían sido
reducidas a cenizas.
El final de la pesadilla:
Tras estas incursiones
principales en España, las crónicas relatan aún alguna correría esporádica de
algunas bandas de piratas vikingos y aún se producirían acciones de alguna
repercusión como el asalto a Tuy de 1014 ó 1015 por parte de una escuadra
vikinga que remontó el río Miño, probablemente comandada por Olaf Haraldsson futuro rey de Noruega y posteriormente
llamado “El Santo”. Estos vikingos fueron expulsados
por Alfonso V, tal como él mismo comenta en una carta fechada en el 1024.
(Olaf II navegando entre trolls. Pintura sobre piedra en la Iglesia de Dingtuna, Suecia)
En 1028 hubo otra incursión, esta
vez protagonizada por Ulf, apodado “el Gallego” ya que los nórdicos solían dar
el nombre de la región conquistada o saqueada a quien había dirigido la
operación. Al parecer este Ulf, a parte
de conseguir sustanciosos botines, se convirtió en mercenario de un noble
gallego llamado Rodrigo Romariz en alguna de las turbulentas disputas políticas
de la época, contra Bermudo III.
El obispo de Compostela,
Cresconio,
tuvo que levantar el castillo de Oeste, ubicado estratégicamente en la ría de
Arosa, junto a Catoira, para cerrar el paso a las naves vikingas que deseaban
atacar Santiago remontando el Ulla. Finalmente logró reunir un ejército y,
asumiendo el liderazgo de la nobleza gallega, derrotó a los vikingos hasta su
expulsión en el 1038.
(Torres Catoira defendían la entrada del río Ulla. La estructura del castillo, consistía en un recinto amurallado de forma elíptica con siete torres que, ubicadas a ambos lados, cerraban la entrada del río Ulla en dirección a Padrón, tendiendo una gruesa cadena que impedía el paso a las expediciones invasoras a Compostela. Había además una gran torre que sobresalía entre las otras, y que fue costeada, según la tradición, por la ciudad de Lugo, recibiendo así el nombre de torre de Lugo)
Después de aquello, los nórdicos
sólo regresan en esporádicas ocasiones y generalmente como mercenarios de
nobles gallegos en los diversos conflictos del reino, como fue el levantamiento
contra doña Urraca. Pero ya no son noruegos ni daneses sino sus descendientes
de las islas Británicas y Orcadas.
Del mismo modo que llegaron, los piratas venidos del norte, desaparecieron por siempre para no regresar jamás, pero sin duda el recuerdo de su presencia quedaría perpetuado en las páginas de nuestra historia.
Fin.
Curiosidades:
» Olaf “El Santo” sería uno de los vikingos que asoló las costas españolas. Tras su muerte, su cuerpo fue colocado en un cobertizo, y según la tradición, un ciego comenzó a ver tras ungirse los ojos con la sangre del cadáver. Los campesinos del lugar se llevaron el cuerpo y lo sepultaron junto al río Nidelven, en Nidaros (actual Trondheim). Desde entonces comenzaría el culto a Olaf, que fue llamado popularmente el santo. Su muerte fue juzgada como un martirio. Al año siguiente, su cadáver fue exhumado y trasladado al interior de una capilla que se erigió al lado de su tumba. Con el tiempo, en el lugar de la pequeña capilla se erigiría una fastuosa catedral, la Catedral de Nidaros, que sería un frecuentado centro de peregrinación. Fue venerado como un santo en todo el país y con el tiempo se convirtió en uno de los personajes más importantes del cristianismo de Noruega.
» El paso de los vikingos por España ha dejado su huella en la memoria
popular, al igual que en la toponimia. Ejemplo de ello son dos localidades, una
en León llamada Lordemanos y otra en Portugal, cerca de Coimbra, llamada Lordemao.
En un artículo de 1998 de la revista Viking Heritage Newsletter de José Manuel
Mates Luque (Vizcaya) afirma que Lordemanos es un sinónimo (cristiano o
musulman, no queda claro) de la palabra Vikingo, y relaciona por tanto
la etimología con la existencia de Vikingos en la zona.
Fuentes :
Reinhart, P.A. Dozy, "Los vikingos en España", Polifermo, Madrid, 1987.
Morales Romero, E "Historia de los vikingos en España", Miraguano, Madrid, 2006.
Reinhart, P.A. Dozy, "Los vikingos en España", Polifermo, Madrid, 1987.
Morales Romero, E "Historia de los vikingos en España", Miraguano, Madrid, 2006.