De nuevo, son tres los frentes que, en el siglo XVIII se desarrollan contra lo hispano: los tópicos, la obsesión por la utilidad de España y su obra, y cómo no, la Inquisición.
Las críticas contra lo hispánico, centrándose en los tópicos psicológicos o caracteriológicos, son especialmente duras desde Francia. Montesquieu, en sus "Cartas Persas" (1722), constituye el mejor exponente de estas críticas. Su carta LXXVIII es bien significativa:
“Porque bueno es saber que cuando un hombre tiene cierto mérito en España, cuando, por ejemplo, añade a las cualidades de que acabo de hablar la de ser propietario de una gran espada o la de que su padre le haya enseñado a desafinar en una guitarra, no trabaja: su honor va unido al reposo de sus miembros. El que se está sentado diez horas al día logra una mitad más de consideración que el que descansa cinco horas, porque la nobleza se adquiere en las sillas”.
Voltaire también prosiguió en este tono cuando afirmó que la guitarra, los celos, la devoción, las mujeres y el lenguaje por señas eran las ocupaciones a las que se dedicaban los españoles.
(Majas en el balcón (1810-1814) de Francisco de Goya. La imagen de la España castiza de toros, majas y pandereta se configura en el siglo XVIII aunque tiene un periodo de esplendor en el siglo XIX, sobre todo tras la invasión francesa)
Y no sólo los filósofos, también los viajeros que por aquel tiempo nos visitaron hacen uso de similares descripciones. Así, Casanova dedicó a España cinco capítulos del tomo VI de sus "Memorias" y dijo, por ejemplo:
“No conozco pueblo más lleno de prejuicios que éste. El español es enemigo de los extranjeros, lo cual proviene de una vanidad extremada y exclusivista. Las mujeres, menos reacias, vengan a los extranjeros amándolos. Su afición a ellos es bien conocida (…) Los españoles son pequeños, mal conformados y sus rasgos fisionómicos distan de ser bellos”.
España ciertamente atrajo la curiosidad europea y en la segunda mitad del siglo XVIII abundaron los viajeros que llegaron a nuestras tierras, fundamentalmente procedentes de Francia, Italia e Inglaterra.
(El aventurero veneciano Giacomo Casanova viajó por numerosos países entre ellos Francia, donde instaló la lotería pública, y España. Parece ser que fue colaborador de los inquisidores. Vista del Paseo Nuevo de Barcelona, según un grabado del siglo XIX)
La obsesión caracteriológica pronto dio paso a la discusión sobre la utilidad de lo hispánico. El problema lo planteó Nicolas Masson de Morvilliers cuando en los volúmenes de geografía de la nueva "Enciclopedia Metódica" hacía su famosa pregunta:
“¿Qué se debe a España? Desde hace dos, cuatro, diez siglos, ¿qué ha hecho por Europa?”
La respuesta para el francés era contundentemente negativa y las obras escritas sobre la historia de España en este siglo destacan los mismos aspectos a que estábamos acostumbrados: intolerancia religiosa, avaricia, ignorancia, ambición y crueldad, que no hicieron más que perjudicar a Europa. Por este motivo, el autor anónimo del "Psycantrope" trazando el mapa intelectual europeo, hace que el ecuador pase por París después de colocar los polos del mundo en las costas de África y en las del Báltico. Al sur del ecuador señala que se trata de una tierra que no pare sino monstruos, añadiendo que son tierras deshabitadas y países inútiles
(Hasta el setecientos el toreo a caballo o rejoneo dominó la fiesta de los toros, con carácter aristocrático. A lo largo de este siglo la fiesta se fue haciendo más popular. Los toreros más famosos del siglo XVIII, Rodríguez Castillares, Pepe-Hillo y Pedro Romero, sentaron las bases del toreo actual)
La visión romántica sobre España:
A lo largo del siglo XIX la Leyenda Negra fue perdiendo fuerza. Las viejas y mordaces críticas contra Felipe II se suavizaron y únicamente quedaron narraciones anecdóticas y morbosas. El tema del desgraciado hijo de Felipe II, don Carlos, acaparó la atención de literatos e historiadores.
El alemán Schiller, en su drama "Don Carlos", encontró en la vida del príncipe la materia prima ideal para un tema literario que adornaba con amores imposibles, pasiones inalcanzables y rivalidades extremas, tan propias de los escritores románticos. El argumento era en síntesis el siguiente: Isabel de Valois era la prometida del príncipe don Carlos, y a punto estaban de casarse cuando razones políticas hacen que Felipe II sustituya a su hijo.
(Andalucía, y particularmente Sevilla, ha sido siempre desde la perspectiva del viajero superficial o del turista amigo de lo exótico, la representación por excelencia de las supuestas esencias hispánicas. Hoy es insostenible esa presunta reducción de lo español a lo andaluz)
El obstáculo que se alza entre los amantes aviva la pasión de don Carlos. Surge entonces un enemigo en la princesa de Éboli. En torno a Isabel de Valois giran para perderla la Éboli, el duque de Alba, Antonio Pérez y Ruy Gómez da Silva. Se complica la trama con la amistad de la Reina hacia el marqués de Poza, que cae bajo el puñal de un sicario por orden del Rey. Descubierta después una carta afectuosa de la Reina a don Carlos y reveladas las relaciones que éste mantenía con los nobles flamencos, Felipe II le entrega a la Inquisición. Sin embargo, antes de sufrir el castigo, el príncipe se abre las venas, mientras Isabel se suicida envenenándose.
Las críticas a la Inquisición también fueron desapareciendo paulatinamente. Por curioso que parezca, aumentó el interés de los europeos hacia España. Pero, ¿acaso intentaban reescribir la historia con intenciones más objetivas? De ningún modo. Surgió, por el contrario, un interés por el "exotismo" de España.
(Ir por agua a la fuente era una de las actividades que permitían a la mujer salir a la calle y establecer relaciones sociales con amigas o vecinas. Ciertamente uno de los fenómenos más transcendentales de la sociedad contemporánea ha sido el cambio radical que ha supuesto la incorporación al trabajo por parte de la mujer, antes anclada exclusivamente en su ámbito doméstico. El cuadro refleja la idealización romántica de los tipos populares característica del costumbrismo decimonónico. Fuente de la ermita de Ávila, de Valeriano Domínguez Bécquer)
España, según ellos, no sólo era diferente, sino excepcional. De este modo, el romanticismo del siglo XIX en su afán por huir de la realidad se refugió en mundos más sugestivos. Hallaron en nuestro país el honor y el fervor patriótico y religioso para construir una visión idealizada y bien diferente a la real. Lord Byron vino a España para escribir "Loverly girl of Cadix", Víctor Hugo publicó sus "Orientales" y Washington Irving nos dejó los deliciosos "Cuentos de la Alambra", sin olvidar a la "Carmen" de Mérimée y de Bizet.
(Washington Irving fue un historiador norteamericano que, enamorado de Andaluzía, vivió largo tiempo en la Alambra de Granada, narrando una serie de leyendas populares como las de Boabdil, el astrólogo árabe o la Torre de los Infantes. Sus Cuentos de la Alambra (2832) tuvieron gran éxito en todo el mundo)
Continuará...
Fuentes :
García Cárcel, Ricardo; Mateo Bretos, Lourdes (1990). “La leyenda negra”. Madrid: Altamira.
Alvar, Alfredo (1997). “La leyenda negra”. Madrid: Akal.
Molina Martínez, Miguel (1991). “La leyenda negra”. Madrid: Nerea.
Pérez, Joseph (2009). “La leyenda negra”. Gadir.
García Cárcel, Ricardo; Mateo Bretos, Lourdes (1990). “La leyenda negra”. Madrid: Altamira.
Alvar, Alfredo (1997). “La leyenda negra”. Madrid: Akal.
Molina Martínez, Miguel (1991). “La leyenda negra”. Madrid: Nerea.
Pérez, Joseph (2009). “La leyenda negra”. Gadir.