"Aqui yaze Martín Vásquez de Arze / cauallero de la Orden de Sanctiago / que mataron los moros socor/riendo al muy illustre señor duque del Infantadgo su señor a / cierta gente de Jahén a la Acequia / Gorda en la vega de Granada / cobró en la hora su cuerpo Fernando de Arce su padre / y sepultólo en esta su capilla / ano XCCCCLXXXVI. Este anno se / tomaron la cibdad de Lora, las / villas de Yllora, Moclín y Monte / frío por cercos en q. padre y / hijo se allaron.".
Este es el epitafio la lápida funeraria situada sobre la famosa estatua del Doncel de Sigüenza, una de las más bellas y misteriosas que podemos contemplar en España.
Los padres de Martín Vázquez de Arze fueron D. Fernando de Arce y Doña. Catalina Vázquez se Sosa. Su padre fue un personaje importante, comendador de Montijo y secretario de D. Diego Hurtado de Mendoza, primer Duque del Infantado. Por lo que D. Martín debió recibir educación y formación militar en la corte palaciega y literaria de Guadalajara donde el Duque tenía su residencia.
Formado en las artes, las letras y las armas, ejerció como paje del primer duque del Infantado, acompañando a las tropas castellanas en diversas campañas guerreras. En plena reconquista En el mes de julio de 1486, en la Vega de Granada y luchando a las órdenes del Duque del Infantado junto con su padre D. Fernando de Arce, contando con 26 de edad, cayó en una emboscada tendida por los árabes en las fangosas tierras de la vega granadina, donde fue alcanzado por las espadas islámicas.
En aquella batalla murieron o fueron heridos muchos cristianos tanto de la soldadesca más baja como de importantes señores como es el caso de Don Martín. Recobrado el cuerpo por su padre, al parecer fue enterrado en Los Partidores, junto a la Acequia Gorda, pero sus mismos padres piden licencia para trasladar el cuerpo a la ciudad de Sigüenza,así en 1491 Los padres del Doncel traen los restos de D. Martín a su Capilla de la Catedral de Sigüenza y otorgan testamento a favor de su hijo primogénito D. Fernando, Prior de Osma, y de su nieta Doña Ana, la hija del Doncel, así como a su propia hija Doña Mencía a quienes dotan generosamente.
Poco después el hermano del fallecido, ya por entonces dedicado a la vida religiosa, acabaría por encargar el sepulcro que ahora contemplamos, una obra que podemos enmarcar dentro de la escultura funeraria de los últimos momentos del gótico, aunque algunos elementos preludian ya, como veremos, los gustos renacentistas que acabarán triunfando algo más tarde en toda la Península. No conocemos documentalmente, en todo caso, el nombre del autor de esta obra, aunque suele darse por seguro que debió realizarse en el taller del escultor toledano Sebastián de Almonacid.
(Catredral de Sigüenza, siglo XII, donde se encuentra enterrado el Doncel)
La tumba, situada en una de las capillas funerarias de la catedral de Sigüenza, se dispone bajo un arco de medio punto abierto en la pared, en cuya parte superior hallamos pinturas que muestran escenas de la pasión de Jesús, mientras que en los laterales aparecen esculturillas de los apóstoles Santiago y San Andrés, patronos del linaje. Más abajo, una decoración de grutescos enmarca la lápida funeraria con el texto al que ya nos hemos referido antes. La sepultura en sí misma consta de dos elementos, realizados ambos en alabastro. El inferior es un sarcófago sostenido por tres esculturillas de leones y en cuyo centro dos jóvenes pajes nos muestran el escudo de armas del infortunado joven. El segundo elemento, y principal, es la estatua funeraria del fallecido, a quien no se representa yacente, sino recostado sobre una ramo de laureles que viene a simbolizar aquí el carácter heroico del joven guerrero.
(Castillo de Sigüenza, ciudad del Doncel)
Martín Vázquez de Arce, el famoso doncel, que esboza una levísima sonrisa, se nos muestra vestido de armadura completa, con capa corta y cota de malla bien visible, cubierta su cabeza con un capacete de cuero. En el pecho lleva la cruz de la Orden de Santiago pintada en rojo y de su cinto pende una larga daga. Tanto el cabello como la cota de malla se han oscurecido para dar más realismo a la representación. A los pies encontramos otras dos figuras: un león (que vendría a simbolizar la resurrección) y otro paje, apoyado sobre el casco, en este caso en actitud doliente, una clara alusión al propio dolor de la familia ante la muerte del joven guerrero. Se ha afirmado también que el hecho de que la estatua presente las piernas cruzadas es una referencia a su carácter de cruzado que muere guerreando contra los enemigos de la fe cristiana.
Pero lo que individualiza a este Doncel es que en sus manos muestra un libro abierto, lo que, en primera instancia vendría a casar mal con su propia indumentaria militar. Se ha especulado mucho respecto a cuál debería ser este libro que el doncel parece leer con atención y, obviamente, se ha apuntado a que pudiera tratarse de la propia Biblia o de cualquier otra obra de carácter religioso. La iconografía habitual durante la Edad Media reserva los libros a personajes eclesiásticos, por lo que su uso en este caso puede considerarse una innovación, relacionada con el aumento de la literatura profana desde la crisis bajomedieval y la invención de la imprenta, aunque la difusión de la lectura que trajeron los libros de caballerías es posterior. Sin embargo, lo que resulta interesante es la combinación de la representación militar del fallecido con este interés por la lectura, propio de un hombre de formación humanística. En realidad, estamos ya ante una característica más propia del Renacimiento que de la época gótica, con su ideal de combinación de armas y letras en la figura del cortesano, aun en este caso, fallecido de manera prematura.
Pero lo que individualiza a este Doncel es que en sus manos muestra un libro abierto, lo que, en primera instancia vendría a casar mal con su propia indumentaria militar. Se ha especulado mucho respecto a cuál debería ser este libro que el doncel parece leer con atención y, obviamente, se ha apuntado a que pudiera tratarse de la propia Biblia o de cualquier otra obra de carácter religioso. La iconografía habitual durante la Edad Media reserva los libros a personajes eclesiásticos, por lo que su uso en este caso puede considerarse una innovación, relacionada con el aumento de la literatura profana desde la crisis bajomedieval y la invención de la imprenta, aunque la difusión de la lectura que trajeron los libros de caballerías es posterior. Sin embargo, lo que resulta interesante es la combinación de la representación militar del fallecido con este interés por la lectura, propio de un hombre de formación humanística. En realidad, estamos ya ante una característica más propia del Renacimiento que de la época gótica, con su ideal de combinación de armas y letras en la figura del cortesano, aun en este caso, fallecido de manera prematura.
Más de quinientos años lleva aquí, quieto, leyendo sin moverse el mismo libro. Ya a fines del siglo XV había quien sentía amor por los libros (la imprenta llevaba entonces pocas décadas de existencia), hasta el punto de que, para enterrar a un guerrero, muerto en combate, se decidió hacerlo inmortal mostrándolo leyendo. Eterna lectura.
Gracias especiales a ENSEÑ-ARTE y a ciudadsegontia.com
Gracias especiales a ENSEÑ-ARTE y a ciudadsegontia.com
2 comentarios:
Preciosa entrada. Me trae muy buenos recuerdos!!
Un beso
Mi parecer es que el Doncel de Sigüenza se nos presenta leyendo un libro apócrifo como una representación filosófica de la reflexión eterna en la muerte.
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